La industria de defensa española se prepara para digerir una lluvia de millones histórica durante los próximos años, pero lo hace con un problema latente: existen dificultades de coordinación y colaboración. En todas las empresas del sector asumen que el momento es único, pero sus directivos y propietarios tienen reticencias a la hora de impulsar una integración para ganar escala y poder competir a nivel internacional. Y es que los grupos españoles cuentan con un volumen de negocio muy inferior al de sus competidores europeos y, por supuesto, al de los estadounidenses. Conscientes de que el objetivo es aumentar la soberanía estratégica del país, en el sector no están dispuestos a renunciar a su autonomía empresarial, por lo que las anheladas fusiones y proyectos conjuntos no se vislumbran.
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