La Guardia Urbana y unos 60 vendedores ambulantes de latas de cerveza y mojitos mantienen en la playa el pulso del verano. Los policías redoblaron las denuncias interpuestas y las bebidas decomisadas. Y los ambulantes ingeniaron nuevas tretas para sortear esta presión. Porque de todas las actividades sumergidas propias del verano esta es la más lucrativa, mucho más que el alquiler de sombrillas, la confección de trenzas, la realización de masajes… Solo los ya desterrados bicitaxistas ganaban más.
Esta temporada estival los policías municipales del litoral ya pusieron 24.488 denuncias por ofrecer latas de cerveza y mojitos, collares y pulseras, trenzas y masajes… La media diaria es de 318. Estas denuncias rozaron las 15.000 el 2018, las 19.000 el 2019, las 20.000 el 2022, las 23.000 el 2023… Además, estos días los agentes están decomisando en los arenales una media de 1.106 bebidas clandestinas al día. Entre el 26 de mayo y el 10 de agosto el Ayuntamiento incautó 85.197 latas de cerveza y mojitos. A este ritmo, el 11 de septiembre, al término de la temporada alta, se habrá hecho con más de 120.000. Son registros prepandémicos, inusitados el último lustro. Uno de los objetivos del gobierno del alcalde Jaume Collboni es acabar con la venta ambulante. Se trata de una de las principales patas del plan Endreça. El ejecutivo cree que así mejorarán las percepciones de la seguridad ciudadana. Durante las alcaldías de Ada Colau las prioridades eran otras.

Un vendedor de latas entierra sus bebidas en la arena para eludir a la policía municipal
Àlex Garcia
“Este verano estamos actuando de un modo muy decidido contra esta práctica –dice Pedro Velázquez, el jefe de la Guardia Urbana–. Pero atajarla es difícil. Los decomisos son continuos, pero las pérdidas que les ocasionamos no son muy grandes. De ahí que insistan. Pero si no mantuviéramos esta presión en lugar de 60 vendedores de este tipo tendríamos 200 o 300. Los decomisos de bicitaxis hacían tanto daño a sus dueños que abandonaron la actividad. Pero los cuatro kilómetros y medio de playas de la urbe representan para estos vendedores un mercado potencial muy importante”.

Varios vendedores ambulantes de pareos, sombrillas y latas de cerveza
Àlex Garcia
Este verano estos vendedores están dejando de lado muchas calles del Gòtic y del Raval donde su presencia de madrugada era muy habitual para centrarse en los arenales. La verdad es que se están reorganizando. Apenas usan ya colmados cómplices como puntos de distribución. De un tiempo a esta parte almacenan sus bebidas sobre todo en viviendas. Los policías pueden inspeccionar un comercio con facilidad, pero tienen más problemas para entrar en un domicilio. Los lateros y los mojiteros también están empleando furgonetas para ocultar sus bebidas en primera línea de mar.
Estos vendedores usan más pisos y menos súpers como almacenes para entorpecer las inspecciones
Su objetivo es caminar con cuantas menos bebidas encima, para que los decomisos no les descuadren las cuentas. Las multas municipales, que oscilan entre los cien y los 600 euros, nunca les amedrentaron. Los agujeros que siempre cavaron en la arena para esconder sus latas son más hondos que nunca. Otrora escondían una docena de latas en cada uno. Estos días los policías usan palas para llegar al fondo. En algunos de estos agujeros encontraron medio centenar de latas. Los mojitos en barbecho los encuentran principalmente bajo coches aparcados y en bocas del alcantarillado.

Un vendedor de mojitos frente al barrio de la Barceloneta
Àlex Garcia
Y también dispararon los precios, los lateros y los mojiteros. “Cuatro euros cada una”, dice un latero a un turista alemán, en la playa del Somorrostro. “En los chiringuitos son más caras –agrega ante las dudas del visitante– ¡y está fría!”. Entretanto dos policías mira cómo un mojitero vierte sus potajes en una papelera. Luego lo identifican. El mojitero se muestra diligente, ni siquiera protesta. Y el latero y el turista alemán cierran la venta de dos latas por cinco euros. De siempre en esta ciudad las latas clandestinas se vendieron sobre todo a un euro. Apenas ofrecen ya latas de marcas conocidas. La mayor parte son de marcas blancas muy económicas.

un mojitero prepara sus bebidas en la playa de Sant Sebastià de Barcelona
Àlex Garcia
“No somos una mafia –dicen un par en un precario inglés–. Nos ayudamos los unos a los otros”. Los lateros y los mojiteros no se muestran muy habladores, pero tampoco inaccesibles. “Si quieres te puedes poner, pero si te pones en el espacio de uno a lo mejor te dice que te alejes un poco”. “El verano va bien… la policía te quita muchas latas, pero tenemos muchos turistas. Los turistas siempre quieren cerveza”. “Puedes ganar 60 euro en un día, pero es un trabajo duro, todo el día bajo el sol, caminando por la arena”.

Dos agentes de la Guardia Urbana decomisando varios pareos
Àlex Garcia
Luego de que el Ayuntamiento desterrara a la mayor parte de los bicitaxistas, la venta de latas de cerveza y de mojitos devino en la más rentable de las actividades informales del verano. Un bicitaxista podía ganar 150 euros un sábado. Con latas y mojitos puedes ganar el doble que trapicheando con pareos y sombrillas. Lo que ocurre es que la venta de alcohol resulta para muchos musulmanes mucho más vergonzante que su propio consumo.
Un latero puede gana como poco el doble que un vendedor de pareos que también alquila sombrillas
Al poco el mojitero que vertió sus potajes en una papelera aparece con otra bandeja atestada de vasos de lima y con otra botella de ron medio vacía. “¡Mojiiito, mojiiiiiiito…!”. Aquel par de policías municipales está atendiendo ahora otros menesteres. “¿Masaje?”, dice una mujer. “¿Trenzas?”, propone otra. La verdad es que has de estar todo el rato diciendo que no. Tatuajes provisionales, trozos de coco, pareos… “¡Mojiiito, mojiiiiiito!”. Otro turista pregunta el precio. Ocho euros, le responde. Esta ocasión el visitante no regatea. Y el vendedor no echa el correspondiente chorro de ron en el vaso con lima hasta el último momento, mientras que su cliente rebusca en su cartera, y después le da otro vaso, el dispuesto al lado en su bandeja, uno que solo tiene lima, por ocho euros. Pero la lima es tan intensa que uno no se da cuenta hasta pasados varios tragos.
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Pedro Velázquez, el jefe de la Guardia Urbana, también destaca la creciente presión policial sobre el top manta. “Hace unos pocos años contábamos más de un millar de vendedores de productos falsificados en la ciudad, y en estos momentos apenas medio centenar. Muchos se marcharon al otras poblaciones”. Los manteros también tratan de driblar esta creciente presión. Para ello se están moviendo en grupos cada vez más pequeños, de apenas media docena, sobre todo bien entrada la noche, cada vez más tarde, por la parte baja de la Rambla, el puente del Maremàgnum, junto al Museu d’Història de Catalunya…