A la idea de que el ser humano es puramente racional, capaz de analizar todas las opciones y tomar la decisión que maximizara su beneficio personal, se contrapone la realidad de nuestras vidas cotidianas, llena de compras impulsivas, decisiones financieras erróneas y creencias inquebrantables frente a evidencias innegables.
Aquí la ciencia ha intervenido revelando que nuestra toma de decisiones es, en gran medida, una combinación azarosa entre la intuición y la razón, plagada de atajos mentales y errores sistemáticos.
No somos computadoras.
En lugar de ser computadoras lógicas, nuestros cerebros son máquinas eficientes, pero imperfectas, que dependen de dos sistemas de pensamiento.

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Por un lado, un sistema rápido, intuitivo y emocional, que opera de manera automática y con poco esfuerzo. Es el que nos permite conducir, reconocer un rostro o reaccionar ante un peligro. También contamos con un segundo sistema, lento, deliberativo y lógico. Este último es el que usamos para resolver un problema matemático o sopesar los pros y contras de una decisión importante. La mayoría del tiempo, nuestro cerebro prefiere operar en piloto automático, usando el primer sistema. Y es en esta preferencia donde reside la raíz de nuestra “irracionalidad”.
Para transitar este mundo complejo con la velocidad de nuestro sistema intuitivo y emocional, nuestro cerebro ha desarrollado herramientas cognitivas extraordinariamente útiles: heurísticas y sesgos.
Los atajos mentales.
Las heurísticas son atajos mentales que utilizamos para simplificar la información y tomar decisiones rápidas. Nos permiten reaccionar de forma eficiente ante incertidumbre. En la mayoría de los casos, funcionan muy bien, pero también son la fuente de errores predecibles.
Una de las heurísticas más conocidas es la heurística de la disponibilidad, que nos lleva a juzgar la probabilidad de un evento basándonos en la facilidad con la que podemos recordar ejemplos similares. Por ejemplo, si en las noticias se repite la información sobre un secuestro, nuestra percepción de la probabilidad de ser secuestrados aumenta, aunque estadísticamente siga siendo un evento extremadamente raro.
Otra heurística clave es la de la representatividad, por la cual juzgamos la probabilidad de que una persona o cosa pertenezca a una categoría observando si es representativa o parecida a un prototipo mental que podemos tener. Un ejemplo clásico es el de una persona con apariencia “típica” de un profesional (traje, corbata, maletín), que puede ser rápidamente asumida como abogado, aunque no haya ninguna confirmación. La heurística nos lleva a ignorar la probabilidad base y a confiar en los estereotipos.
Las fallas del sistema.
Cuando las heurísticas nos llevan a un error sistemático, hablamos de sesgos cognitivos. Estos sesgos no son evidencia de falta de inteligencia, sino desviaciones predecibles y universales del pensamiento lógico que nos afectan a todos. Comprenderlos es el primer paso para mitigar su impacto.
El sesgo de confirmación es quizás uno de los más peligrosos. Se trata de nuestra tendencia innata a buscar, interpretar y recordar información que confirma nuestras creencias preexistentes, mientras que ignoramos activamente la evidencia que las contradice.
Este sesgo es la razón por la que las redes sociales funcionan como cámaras de eco, en las que solo consumimos noticias y opiniones que refuerzan nuestra visión del mundo. También es la razón por la que, en una discusión acalorada, es difícil que alguien cambie de opinión, ya que su cerebro está buscando activamente argumentos que respalden su postura y descartando el resto.

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La aversión a la pérdida es otro sesgo poderoso. Los expertos han demostrado que el dolor psicológico de una pérdida es aproximadamente el doble de intenso que el placer de una ganancia equivalente. Esta aversión nos hace tomar decisiones que, desde un punto de vista puramente racional, no tienen sentido.
Por ejemplo, un inversor podría resistirse a vender una acción que está perdiendo valor, esperando que se recupere, solo para evitar la pérdida de la venta. Esta inacción, impulsada por el miedo, a menudo resulta en perjuicios aún mayores. Este sesgo también es explotado por las empresas, que usan tácticas como las pruebas gratuitas: al probar un producto, generamos un sentido de pertenencia, y el dolor de perderlo al final de la prueba nos hace más propensos a comprarlo.
El sesgo de anclaje describe cómo la primera pieza de información que recibimos influye desproporcionadamente en nuestras decisiones subsiguientes. En una negociación salarial, la primera cifra mencionada a menudo se convierte en el punto de referencia. Si el empleador ofrece $50,000, cualquier contraoferta se sentirá anclada a ese número. El anclaje también se ve en los precios de los productos en tiendas, donde un precio original inflado (el ancla) hace que el precio de venta con descuento parezca una ganga, incluso si sigue siendo alto.
Finalmente, el sesgo de exceso de confianza es la tendencia a sobrestimar nuestras propias habilidades, conocimientos y la precisión de nuestras predicciones. Este sesgo está presente en la mayoría de las personas, que tienden a creer que sus habilidades como conductores están por encima del promedio, o que sus inversiones son más seguras que las del mercado en general. El exceso de confianza puede llevar a riesgos innecesarios, a la falta de preparación y a la subestimación de posibles problemas, tanto en el ámbito personal como profesional.
La imperfección.
Comprender que la mente humana está programada con estos sesgos no nos hace menos inteligentes, sino que nos proporciona una perspectiva más clara para entender nuestras propias decisiones y las de los demás. La cuestión no es erradicar la intuición, que es una herramienta valiosa e indispensable, sino complementarla con la reflexión crítica.
Al ser conscientes de nuestros puntos ciegos cognitivos, podemos diseñar entornos y procesos que nos ayuden a tomar mejores decisiones, ya sea ahorrando para el futuro, construyendo vínculos significativos o manteniendo conversaciones más productivas. En última instancia, nuestra humana irracionalidad, lejos de ser un defecto, es una característica inherente a nuestra condición, y su reconocimiento es el primer paso hacia una toma de decisiones más sabia y consciente.
Desafíos:
1. ¿Qué es un BADIÁN?
· Árbol de la familia de las magnoliáceas.
· Bozal.
· Cauce que se hace en una carretera para dar paso a un corto caudal de agua.
2. Descubre las palabras que responden a las siguientes pistas. Todas comienzan con la combinación “Vie”.
· Molusco.
· Anciana.
· Brisa.
· Barriga.
· Día.
3. A – C – D – E – M – O – R
Utiliza estas letras para escribir dos palabras de 7 letras. Evita verbos.
Respuestas:
1. Árbol.
2. Vieira. Vieja. Viento. Vientre. Viernes.
3. Comadre. Mercado.