
por Laura Chalar
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Cuando monseñor Jacinto Vera murió repentinamente, en mayo de 1881, la congoja popular fue inmensa. “¡Padre! ¡Maestro! ¡Amigo! ¡Providencia! ¿Dónde estás?”, se afligía Juan Zorrilla de San Martín en el atrio de la Iglesia Matriz. “Mecido en humilde cuna”, decía el futuro arzobispo Mariano Soler, partía “como árbol gigantesco coronado de frutos”. Era éste un hombre que, a horas de su muerte, muchos ya consideraban santo.
Don Jacinto había muerto en Pan de Azúcar durante una de sus frecuentes giras por el interior uruguayo, que emprendía, pese a lo arduo del camino y los achaques, para llevar la palabra de Dios a parajes lejanos, sin acceso a sacramentos ni consuelo sacerdotal, en un Uruguay todavía esencialmente rural y mal comunicado. Su carisma, don de gentes y férrea rectitud quedan de manifiesto en este libro de Gonzalo Abadie, que ilumina a una personalidad señera, injustamente olvidada en un país que suele confundir laicidad con anticlericalismo.
Cierto es que la admiración del autor por Vera precluye cualquier tipo de mirada crítica: el buen vicario no parece tener tacha, y, en el conflicto que lo enfrentó durante años al Estado secular, provocando su exilio en Buenos Aires, él y los suyos son “los buenos”, mientras que sus oponentes —sobre todo los masones— son bosquejados en lúgubres tonos. Esta subjetividad alcanza incluso a figuras visionarias, tan admirables como el propio Vera, José Pedro Varela o Eduardo Acevedo.
Pero, de algún modo, es esta pasión de Abadie por don Jacinto la que impulsa el libro, sin tregua, a través de la fecunda vida del prelado, desde su nacimiento en alta mar en 1813 hasta el final en una inhóspita madrugada en las sierras; y, al hacerlo, pinta el retrato de un país en transición, atravesado por la inestabilidad social y política y en busca de su identidad nacional; país en el que cumplió un rol clave, con la clara impronta de su bondad.
Abadie recupera las cartas del sinfín de gente que pedía al prelado ayuda con el alquiler, los remedios, comida o ropa para los hijos. A todos asistía Jacinto, hasta el último peso. Que la máxima autoridad de la Iglesia uruguaya se diera por entero a socorrer tales miserias explica las multitudes que salieron a los caminos, en aquellos helados días de mayo, para acompañarlo en su último viaje.
CON LOS ZAPATOS AL CIELO. Vida de Jacinto Vera, de Gonzalo Abadie Vicens. LEA Editorial Arquidiocesana, 2023. Uruguay, 380 págs.
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