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miércoles, agosto 20, 2025

En el rap halló su lenguaje, dejó atrás la falsa modestia y con “La llave” abraza su propia historia para sanar

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Creció en Malvín, lejos de los barrios donde el hip hop tuvo su germen en Uruguay. Al principio no conocía a nadie que rapeara, hasta que un día la sacudió ver a Viki Style -rapera y b-girl del grupo Se Armó Kokoa– improvisando en la plaza de los Olímpicos. “Tenía una actitud, una personalidad, me intimidó. Pensé: ‘¿Quién es esta persona?’”, recuerda Elisa Fernández, de nombre artístico Eli Almic, en charla con Domingo. Aquello fue como una puerta que se abría.

Antes de ese impacto, su vida artística había transitado otros caminos: la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD), una fugaz banda de rock, algunas guitarreadas con amigas y una atracción por el reggae. Pero el rap, con su adrenalina e imprevisibilidad, terminó siendo el lugar donde podía unir lo que sabía del escenario con la libertad de improvisar. “Tiene ese carácter de que nunca sabés qué va a pasar, y eso me motiva mucho. Es parecido al teatro: te preparás, ensayás, pero algo puede cambiar en el momento”, dice.

Su primer disco, Hace que exista (2016), fue lanzado sin mucha estrategia en su momento, pero le abrió puertas que ni imaginaba. Luego, temas como Brujas —que acumula millones de reproducciones entre Spotify y YouTube— y Ayuda crecieron rápido y la llevaron a escenarios de Uruguay y Argentina. Más tarde llegarían el debut en el Festival Primavera Sound de Barcelona, una invitación con la Orquesta Filarmónica de Montevideo, una noche junto a Julieta Venegas en el Antel Arena y nuevas oportunidades para su trabajo. Eli Almic crecía, y rápido. Sin embargo, aquella velocidad escondía fisuras: la exposición es un arma de doble filo y no siempre lo que se ve por fuera refleja lo que pasa por dentro.

“Fue un gran momento para mi música, pero mi salud mental no estaba en el mejor lugar; a veces lo que la gente ve no coincide con cómo te sentís”, admite. Parte de esa dualidad se plasmó en su segundo disco, Días así, lanzado a finales de 2020.

Con el parate de la pandemia llegó también una urgencia de movimiento y una necesidad de revisión personal. “Creo que la pandemia me puso un poco en este lugar de ‘necesito recuperar mi libertad’. Siempre fui muy viajera, y al hacer un género de nicho dentro de un país tan pequeño, tuve claro que tenía que salir”. Y lo hizo: viajó a Chile, a Barcelona, giró por Colombia y México. En esos recorridos se dio cuenta de algo: nunca había contado su historia en profundidad. La primera vez fue en Soy Eli (2022), un sencillo que le abrió una puerta interna que ya no quiso cerrar. “Me senté con una hoja y una lapicera y me pregunté: ¿quién soy¿, ¿qué me hizo sufrir?, ¿de qué me gustaría hablar?”, recuerda.

A comienzos de 2023 se instaló en Buenos Aires y, entre caminatas en el parque, cine, teatro, escritura diaria y un proceso creativo intenso, nació La llave, su tercer disco. Lo presentará el 14 de setiembre en la Sala Zavala Muniz del Teatro Solís, con entradas a la venta en Tickantel.

Eli Almic
Eli Almic presentará «La Llave», su tercer disco, en la Zavala Muniz.

Foto: Lu Lee

Hacer un viaje interno

En La llave hay una revisión de la propia historia: miró hacia atrás, buceó en su universo más íntimo y arrojó luz sobre las zonas oscuras. Algo parecido a una búsqueda de justicia para la niña Elisa y de sanación para la Eli adulta.

“Mi padre falleció hace siete años y fue la primera vez que me encontré con un duelo tan particular, de una persona tan sustancial en mi vida. Los primeros años no entendí mucho, no conecté tan rápido con eso. Cuatro años después, al escribir este disco, conecté desde un lugar muy presente y pensé: ‘wow, ¿dónde estaba esto?’. Fueron muchos movimientos”, relata.

Esa experiencia quedó plasmada en canciones como la que da nombre al disco, donde dice: “Lo que fue ya no puedo cambiarlo, pero puedo trabajar para sanar mi árbol” o “no hace falta olvidar, prefiero perdonar, hoy abrazo la propia memoria”.

La llave no es solo un puñado de canciones; es un entramado de recuerdos, duelos, deseos, preguntas fuertes. Es también un gesto de reparación, un mapa de viaje y una declaración de intenciones.

“Hice un proceso muy profundo con mí misma que me llevó a hacer este disco. Ahora tengo claro que voy a hacer esto toda mi vida”, decreta la actriz y cantante.

En la producción participaron más de una decena de músicos y beatmakers. El proceso fue exigente: escribía y grababa maquetas en casa, trabajaba a distancia con productores y afinaba cada sonido. “Mi infancia y adolescencia no fueron marcadas por un ambiente musical, así que cuando decidí dedicarme a eso aprendí desde un lugar intuitivo y esta vez me di cuenta de que me gusta producir. Estuve muy metida en la cocina del disco”, comparte.

La tapa, que nació entre sueños y vigilia, termina de cerrar —o abrir— la idea y el propósito de este trabajo: viajar hacia adentro para volver a salir. Un renacer.

Escena en recomposición

En estos años, la escena del rap uruguayo atravesó sacudidas: denuncias públicas —durante la pandemia se activaron páginas de varones en el hip hop, así como las de varones en el carnaval—, distancias, replanteos. Para Eli, es tiempo de recomponer.

“Me gustaría que estemos más unides. Hay gente nueva muy buena. El género necesita crecer para tener su reconocimiento social. Que seamos muchas raperas y raperos, y que también haya identidades no hegemónicas que puedan rapear sin sentir que no pueden estar ocupando los espacios porque son trans o no binaries”, plantea.

En su mirada hay una necesidad de autocrítica y aprendizaje: no cancelar por sistema, acompañar procesos, reconocer que el patriarcado también enseñó a los varones a apoyarse entre sí y que las mujeres —y la escena entera— pueden aprender a ejercitar más ese músculo comunitario.

“Estamos en un momento muy interesante, donde el trap genera cosas, con personas como Knak y Zeballos, que es más rapero pero también está metido en esta movida urbana”, analiza. “Me interesa cómo se apoyan entre sí algunos artistas para crecer juntos. Los varones lo tienen mucho más natural, porque en la cultura patriarcal siempre se apoyaron. Creo que las mujeres tenemos que aprender mucho de eso”, suma.

Ahora tengo claro que voy a hacer esto toda mi vida.

Fuera de la música, trabaja de locutora —otro modo de habitar la voz— y participa en proyectos audiovisuales que, por los tiempos propios del rubro, demoran en llegar al público. En lo inmediato prepara nuevos conciertos: volver a Buenos Aires antes de fin de año y presentarse en México con su banda.

Cuando se le pregunta por sus deseos, no duda: “Quiero que se abran las puertas del mundo para mí. Quiero tener éxito en lo que hago y lo voy a lograr porque trabajo mucho, no exactamente con ese foco, pero creo que es una consecuencia”, asegura. “Ya pasé la falsa modestia de no reconocer que quiero tener éxito. Está bien decirlo. Eso no traiciona al hip hop: al revés, te permite llevar mejor y con más estructura tu proyecto”.

Eli Almic
La cantante y actriz uruguaya Eli Almic.

Foto: Lu Lee

Además, reconoce que estos últimos diez años le brindaron mayor dominio sobre lo que hace y menos ansiedad, incluso frente a la posibilidad de que su carrera se detenga algún día. Ese temor, dice, es bastante común entre artistas, aunque no siempre se mencione, porque admitirlo, “no vende”.

Si tuviera que dar algún consejo a los y las nuevas artistas nuevos del rap local, insiste en dos verbos: honrar y hacer. Conocer la historia de la cultura hip hop —sus valores, su trabajo incluso en la escasez—, reconocer lo que ya se construyó, y lanzarse.

“Es imposible evitar la vergüenza o el miedo, no hay escapatoria. Tenés que subirte a un escenario y animarte a hacer las cosas ‘mal’, entre comillas, porque es difícil arrancar a hacer algo de cero y que te salga espectacular. Ese deseo es más del ego; la frustración enseña muchísimo”.

Con ese bagaje y la energía de todo lo que aún desea alcanzar, llevará su rap —mezclado con otras yerbas— a uno de los escenarios del mayor teatro del país. El 14 de septiembre, adelanta, no será solo música. Bajo la dirección de Felipe Ipar, hará un cruce que viene preparando desde hace años, uniendo su faceta de rapera con su formación como actriz. La excusa es su tercer álbum, pero lo que se pondrá en juego será mucho más: una forma de narrarse, de abrirse, de decir quién es sin metáforas que la alejen de sí misma.

Ese día, cuando la luz la enfoque arriba del escenario, Eli Almic no solo estará presentando un disco: estará atravesando una puerta que empujó durante años y que, ahora lo sabe, solo se abre desde adentro. Por eso, dice, lo que se viene lo hará con la misma honestidad con la que empezó, pero con otra fuerza: la de quien encontró en su propio bolsillo la llave para seguir.

Redacción

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