El verano es un momento ideal para venderse el sofá. Hace calor, y el cambio climático permite presagiar que el mito invernal de las noches de sofá y manta quedará como un recuerdo del pasado lejano. El único motivo para querer un sofá en tiempos de noches tórridas es para tirarlo a la hoguera de San Juan. Cambiar el sofá por una o varias butacas solo tiene ventajas. Para empezar, cualquier fisioterapeuta nos advertirá de las malas posturas que adoptamos cuando pasamos horas y horas tumbados en un sofá. La comodidad aparente es garantía de futuros dolores articulares. En una butaca es más sencillo adoptar posturas que no nos dañen el cuerpo.
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