El bicentenario de los acontecimientos de 1825 ofrece la oportunidad para continuar construyendo nuestra identidad nacional, recordar a quienes, ya sea con la pluma o la espada, lucharon para crear el Estado Oriental independiente, y para fomentar una fructífera discusión sobre nuestro pasado, presente y futuro.
Por años, uno de los temas más controversiales ha sido el origen del Estado Oriental.
La existencia de un Estado independiente requiere tres requisitos clave: población, territorio, y soberanía. Pensamos que los tres se cristalizaron en 1825.
La población, aunque escasa y dispersa, ya existía.
El territorio estaba definido. Era la banda oriental, el espacio geográfico, ubicado al este del río Uruguay y al norte del Río de la Plata del período español (aunque en esta época ese espacio estaba dividido en tres jurisdicciones diferentes y las Misiones orientales fueron perdidas en 1801); la Provincia Oriental artiguista tal como se estipuló en las Instrucciones del Año XIII; y la Provincia Cisplatina portuguesa y luego brasileña. El desafío para el nuevo Estado eran las apetencias territoriales de sus vecinos y que algunos sectores de sus fronteras todavía estaban en litigio o no habían sido demarcados. Todo ello una herencia hispánica que sería fuente de muchos males en el futuro.
Lo que aún no estaba decidido era el control efectivo de ese territorio.
Eso sería resuelto en el campo de batalla, en las batallas de Rincón (24 de setiembre), Sarandí (12 de octubre), Cerro (9 de febrero, 1826), Ituzaingó (20 de febrero de 1827), y la campaña de Misiones orientales emprendida por Fructuoso Rivera (1828). Las fuerzas brasileñas continuaron ocupando Montevideo hasta después de la Convención Preliminar de Paz, en 1828.
El tercer requisito, soberanía, se manifestó el 25 de agosto cuando sesionó la Honorable Sala de Representantes de la Provincia Oriental del Río de la Plata, en la Villa de San Fernando de la Florida.
La Asamblea, en “uso de la Soberanía ordinaria y extraordinaria que legalmente inviste” aprobó las dos primeras leyes dictadas por el Estado oriental soberano: declaró “írritos, nulos, disueltos y de ningún valor para siempre, todos los actos de incorporación… arrancados a los pueblos de la Provincia Oriental” por Portugal y Brasil y se declaró independiente de esos dos países y “de cualquiera otro del universo”; y, segundo, declaró a la Provincia unida “a las demás de este nombre en el territorio de Sud-América por ser la libre y espontánea voluntad de los pueblos que la componen”.
La Provincia declaró su independencia en uso de su soberanía y en virtud de ella decretó su unión a las Provincias Unidas.
Los acontecimientos de 1825 formaron parte de un proceso social, económico, cultural y político más extenso que tiene sus raíces en el período español y que se prolongó después, durante décadas.
El bicentenario nos ofrece la oportunidad para conocer mejor ese legado histórico compartido, con sus luces y sombras, por su valor intrínseco y porque ello nos ayuda a comprender nuestro presente. Y a definir nuestro futuro.
Un aporte valioso para ese debate es el interesante programa de actividades sobre los acontecimientos de 1825 que nos ofrece El País. Entre ellas, recomendamos a los lectores que visiten, virtualmente, el Museo del Bicentenario. Vale la pena.
¿Encontraste un error?
Reportar