Cada día, desde que se desataron los pavorosos incendios en el oeste de la Península, llegan noticias de vecinos que se niegan a abandonar sus casas a pesar de las órdenes de evacuación. Su argumento es que nadie mejor que ellos sabe cómo defender sus propiedades. El problema es que, en alguna ocasión, los bomberos han tenido que jugarse la vida para rescatar a estas personas, cuando de repente se han visto rodeadas por las llamas. Por mucha experiencia que haya acumulado la población local, son los profesionales quienes conocen de verdad las caprichosas fluctuaciones del fuego y la forma de apagarlo, así que, por el bien de todos, habría que seguir al pie de la letra sus recomendaciones, encaminadas sobre todo a salvar vidas humanas.
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