Un dispositivo de la Guardia Urbana desalojó este lunes a la cuarentena de personas que vivían en el parque de la Estació del Nord. La operación arrancó en torno a las ocho de la mañana. Aquí vivían diseminados por los montículos y bajo los puentes unos cuantos españoles y sudamericanos, también varios magrebíes y una docena de subsaharianos que más o menos un mes atrás fueron expulsados del parque de la Ciutadella. A otros los habían echado anteriormente de una plaza de Nou Barris.
El desalojo de ayer se produjo a cámara lenta. Sin prisas, sin gritos, sin estridencias. Los policías municipales fueron despertando a los sintecho uno a uno y recordándoles lo que ya sabían desde hacía unos cuantos días. Que debían recoger sus enseres y marcharse de allí. Algunos ya lo habían hecho varios días atrás, para ahorrarse el mal trago. Otros, sin embargo, remolonearon hasta el último momento.

Los desalojados pudieron llevarse sus pertenencias
ANA JIMENEZ
A las pocas horas unos cuantos se encontraban en el parque de la Ciutadella. “No, de los servicios sociales no vino nadie. Solo vinieron policías y barrenderos”, explicaron. “Pero no nos trataron mal. Nos dejaron coger todo lo que quisiéramos coger”. Todos pudieron llevarse sus carritos de supermercado y sus tiendas de campaña. “Y el resto lo tiraron a la basura”. Los colchones llenaron todo un camión. “En la Ciutadella no nos podemos quedar. La policía no te deja”. “Tenemos nuestras cosas escondidas y nos estamos dispersando”.
Unos tenían previsto pasar la noche en el nuevo parque de Glòries, otros en el de Joan Miró, donde de un tiempo a esta parte ya duermen muchas personas sin hogar. “Si vamos muchas personas al mismo sitio nos volverán a echar enseguida”. Otros aún no tenían claro donde pasarían la noche. “De todas formas mejor que no se enteren de dónde vamos”. Los responsables municipales son conscientes de que el desalojo del parque de la Estació del Nord no es más que un parche a una problemática compleja y difícil.
Algunos desalojados ya se mudaron a otros parques, mientras que otros planean dejar Barcelona
En total fueron identificadas 38 personas, entre ellas solo dos mujeres. La operación de la Guardia Urbana fue ovacionada y aplaudida por vecinos que aprovechaban el fresco de primera hora de la mañana para pasear a su perro o correr un rato. Algunos habitantes de este campamento procuraban tirar sus desperdicios en grandes bolsas, pero otros no eran tan cuidadosos. Además, entre estas tiendas de campaña también trataban de pasar desapercibidos unos cuantos ladrones. Las peleas y las discusiones eran frecuentes.
“Ya era hora, madre mía. La situación era insostenible. Siento empatía por la gente vulnerable pero daba miedo pasar por debajo del puente al anochecer”, comentaba Paula, junto a su perro de aguas. Los más satisfechos, los usuarios del pipi can. Aseguraban ayer que el espacio se había convertido en el urinario de los sintecho y que cada mañana una mujer se encargaba de tapar con una botella de plástico cortada por la mitad las diferentes defecaciones repartidas por el espacio. “Tenemos las facturas y los informes de los veterinarios que confirman la muerte de dos cachorros y enfermedades en otros tantos perros por la ingesta de defecaciones humanas con trazas de estupefacientes”, aseguraba.

Algunos usuarios del parque denunciaban desde hacía meses que la situación era ya insostenible
ANA JIMENEZ
Trabajadores de Parcs i Jardins también habían mostrado sus quejas porque algunos de los sintecho les impedían acceder al cuarto donde guardan sus herramientas de trabajo e inutilizaban los aspersores de agua para que no les mojaran durante la noche. “Era imposible mantener ese parque en condiciones. Así está”, indicó uno de estos empleados municipales. Ahora, en los próximos días, tratarán de recuperar la normalidad.
“Yo y unos cuantos más el día 27 nos vamos a ir a la vendimia francesa –detalló Omar, resignado–. A lo mejor allí nos va mejor. Aquí en Barcelona no se puede estar. Algunos de nosotros tenemos los papeles, el problema no es siempre ese. Yo estuve trabajando en una carpintería metálica hasta hace poco. Vivía en una habitación. Pero no me renovaron el contrato, y esta primavera acabé en el parque de la Estació del Nord”.
Vecinos que pasean sus perros o hacen deporte por esta zona verde aplaudieron la operación
Manuel, uno de los más veteranos del parque, un sevillano de 40 años, aseguró que había conseguido un empleo en una empresa de limpieza. “En dos semanas cobraré una nómina. Pero hasta entonces no me puedo pagar una habitación y no tengo más opción que la calle”.
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El horizonte de Gorka, el más joven del asentamiento, es más confuso. Solo tiene 19 años. Hace un año huyó de su casa en Figueres. “Estuve un tiempo en una casa ocupada en el Raval, y la tenía súper limpia, pero ya me echaron”. Al parecer ya agotó todas las salidas que le ofrecieron los servicios sociales.