
Barcelona
Es sólito maliciar que una fachada posterior ha de ser por fuerza secundaria y acarree consecuencias “menores”. Al permanecer desenfilada de vistas podía incluso carecer de transcendencia que una calle Aragó transitada a cielo abierto por una línea importante de tren ensuciara la fachada con más carbonilla debido a un Service Station a ras de suelo que no amparaba.
Pese a tratarse de la gaudiniana casa Batlló, magistral y protegida, su fachada posterior se vio afectada por diversas actuaciones erróneas e incomprensibles en 1950 y en 1990 sin provocar la menor controversia.
Y conste que no me refiero a la funesta pintada de negro de toda la obra forjada tanto en la fachada principal cuanto en la trasera. Eran tiempos en los que el Modernisme padecía los efectos de la implacable campaña noucentista que lo detestaba y lo descualificaba con el sambenito de mal gusto. Pese a haber sido bautizada popularmente la Batlló como la “casa del ossos” por barandillas y columnas semejantes a fragmentos de calaveras y de huesos, se atrevieron a mutilar el conjunto metálico ennegreciéndolo; y la misma mano de pintura actuó contra el vasto conjunto forjado de la fachada posterior.Por si fuera poco, ese muro perdió su color original, al revestirlo de estuco blanco, y resultaba afectada asimismo toda la carpintería de los balcones.

En el patio se ha instalado una pérgola
Ana Jiménez / Propias
“Era un asignatura pendiente; se ha devuelto a esta fachada la categoría que nunca debió perder”
Era, pues, una asignatura pendiente otorgar la debida limpieza y restauración de la postergada fachada trasera. Un equipo dirigido por el arquitecto Xavier Villanueva y el aparejador Joan Olona se han dedicado con intensidad y profundidad desde 2019 a devolverle la categoría que nunca debió perder.
Estaba claro desde el primer momento que el revestimiento cerámico exigía recuperar el brillo original. Pero otros sectores merecían ser investigados para lograr tener la certeza científica de que exigía intervenir con urgencia sin la menor equivocación. La más avanzada tecnología les permitió descubrir huellas ocultas de cuales habían sido los colores originales que revistieron en 1906 ciertas superficies, como por ejemplo la extensa y omnipresente de la estructura pétrea y también la carpintería. El álbum familiar de residentes aportó detalles significativos.
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Obtenida toda la requerida información profunda y exhaustiva tuvieron entonces la certeza demostrable de que el revestimiento de estuco blanco había ocultado un negro potente. Al devolvérselo a toda la fachada han empleado una técnica que asegure al máximo su calidad y permanencia. Igual procedimiento se ha empleado para actuar sobre la carpintería.
Y no digamos sobre la extensa forja de las barandillas, que sin el negro con el que habían sido repintados y recibir el matizado amarillo original ha recuperado en toda esa espectacular armadura forjada la ligereza espectacular que Gaudí le había otorgado para encaramarse.
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Han sabido incorporar la profesionalidad de unos obradores que han permitido así no sólo restaurar la vistosidad casi pictórica del jardín vertical cerámico que enmarca que creatividad el conjunto. Así mismo han tenido el acierto de no restaurar en este caso el pavimento deteriorado y ni siquiera original de la amplia y atractiva terraza, sino de tender el que fue el primero, pero aportando una calidad técnica que mejora su resistencia y estabilidad peatonal.
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Por si fuera poco, se han atrevido a situar una pérgola encajada en el mural cerámico aportándole el perfil del gaudiniano arco parabólico anclado con delicadeza en las restauradas jardineras ya existentes para así neutralizar el furor de una inesperada ventolera. Se observa ya el efecto prometedor de los jazmines trepadores que principian a extenderse sobre la cobertura de brezo, lo que constituye un guiño a su flor blanca que Gaudí introdujo en jardín cerámico vertical. Por cierto, merecería investigar qué otras flores fueron allí concentradas, aunque singularizadas con un estilo más creativo que verosímil, como el que en la vecina casa Amatller indujo a Puig i Cadafalch proyectar su personal interpretación de la flor del “ametller”, y no sólo sobre el panot que tapizó la entrada.