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Marcelo Gioscia Civitate | Montevideo
@|La instancia parlamentaria (promovida por la oposición en uso de facultades constitucionales de contralor) en la que se promovió la interpelación al Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca por la adquisición de la Estancia “María Dolores” por el INC (Instituto Nacional de Colonización) fue empañada por inaceptables como lamentables cruces verbales entre dos legisladores, desviando lo trascendente del motivo que justificó la instancia.
Resultó una falta de respeto a toda la ciudadanía, protagonizar estas conductas de intercambio provocativo y de insultos personales de muy bajo nivel en un ámbito público.
Ante la vista y paciencia de muchos espectadores, esos exabruptos de violencia verbal y hasta física, desvían a mi modesto entender, para el común de la gente, los argumentos de sólida base jurídica, que cuestionan ese negocio. Nadie puede desconocer la importancia de cumplir con las necesarias funciones de controlar del Poder Legislativo, y nos avergüenza el hecho de que quien presidía la sesión de tan alto Cuerpo haya decidido levantarla “por desorden”, ocasionados en puridad por estos desatinos de conducta, pero lejos está de poner fin a este asunto. Obsérvese que no se llegaron a votar las mociones que se habrían presentado.
Tal vez la aprobación de impulsar una Comisión Investigadora sobre el negocio, podría llegar a dar luz sobre las motivaciones del mismo, pues al fin de cuentas, la voluminosa compra de este establecimiento tendrá que asumirla el ciudadano de a pie, por supuesto alejado de los intereses que la motivaron.
No se trata aquí de contraponer dos visiones de país, como se argumentó en la conferencia de prensa del partido oficialista, sino de advertir que en la decisión adoptada no se actuó con la necesaria parsimonia que implica considerar y estudiar el tema, antes de emitir el voto y disponer de los dineros públicos.
Luego de dado el paso -a nuestro criterio en la especie, apresurado- motivado por razones más políticas que técnicas, no se quiere reconocer el error, ni menos volver atrás con lo decidido. La instancia de interpelación que supone una “acción de pedir explicaciones sobre algo que se ha dicho o hecho” no solo debe prepararse a conciencia y estudiarse los argumentos con la mayor profundidad, sino que el interpelante debiera revestirse de la templanza suficiente como para no caer en provocaciones que le profieren sus adversarios.
Estas no pueden en modo alguno justificar las reacciones destempladas que se produjeron en el asunto que motiva nuestra opinión, las que no pueden aceptarse pacíficamente.
El objetivo de esta instancia parlamentaria cumplido en el Senado, quedó así, deslucido con este espectáculo lamentable, que en modo alguno favorece la institucionalidad republicana que debe preservarse y de la que debiéramos sentirnos orgullosos.
No debiera soslayarse que la Democracia requiere la pacífica como respetuosa convivencia política entre adversarios para el correcto cumplimiento de sus funciones.
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