Una nueva investigación reveló una preocupante disminución en la lectura por placer en Estados Unidos desde 2003 hasta 2023, con brechas cada vez mayores entre distintos grupos demográficos, mientras que la lectura con niños se mantiene estancada en niveles bajos.
Publicado en la revista iScience y liderado por Jessica K. Bone, Feifei Bu, Jill K. Sonke y Daisy Fancourt, el estudio demostró una marcada disminución en la proporción de personas que leen por placer a diario durante las últimas dos décadas.
El análisis titulado “The decline in reading for pleasure over 20 years of the American Time Use Survey” utilizó una muestra representativa a nivel nacional de la American Time Use Survey (ATUS) con 236.270 participantes entre 2003 y 2023, aunque excluyó el 2020 por problemas metodológicos.
Las tasas de lectura diaria por placer en Estados Unidos disminuyeron notablemente durante los últimos 20 años, de un 28 por ciento en 2003 al 16 por ciento en 2023, lo que representa una disminución del 3 por ciento anual.

Esta reducción se alinea con evidencias previas que sugieren una declinación continua en la lectura por placer desde la década de 1940. Jill Sonke, coautora del estudio, lo calificó como “un declive sostenido y constante” que es “profundamente preocupante”, según consignó The Guardian.
“La lectura ha sido históricamente una forma de baja barrera y alto impacto para participar creativamente y mejorar la calidad de vida. Cuando perdemos una de las herramientas más simples en nuestro conjunto de herramientas de salud pública, es una pérdida grave”, dijo Sonke.
La mayoría de las personas que leen por placer lo hacen solas (67 por ciento en 2023), y esta proporción se mantuvo estable, con una ligera disminución en la lectura acompañada. Además, la lectura se realiza predominantemente en el hogar (94 por ciento en 2023), y la proporción de quienes leen fuera de casa disminuyó a lo largo del período de estudio.
En contraste con la lectura por placer, no se encontraron cambios significativos en la lectura con niños entre 2003 y 2023. Sin embargo, las tasas de participación fueron sorprendentemente bajas: solo el 2 por ciento de los participantes leyeron con niños en un día promedio de 2023.
Aumento del tiempo de lectura entre quienes mantienen el hábito
A pesar del menor número de lectores, el tiempo promedio dedicado a la lectura por aquellos que sí leen aumentó. En 2003, los participantes que leían por placer dedicaban en promedio 1 hora y 23 minutos, cifra que se elevó a 1 hora y 37 minutos en 2023.
Esto sugiere que, si bien menos personas leen, aquellos que mantienen el hábito dedican más tiempo a esta actividad. “Nuestra cultura digital es ciertamente parte de la historia”, dijo Sonke sobre las explicaciones a las cifras.

“Pero también hay problemas estructurales: acceso limitado a materiales de lectura, inseguridad económica y una disminución nacional del tiempo libre. Si tiene varios trabajos o está lidiando con barreras de transporte en un área rural, es posible que un viaje a la biblioteca no sea factible”, agregó.
Brechas crecientes entre grupos raciales y socioeconómicos
El estudio destaca que las tasas de lectura varían considerablemente entre diferentes grupos de población, y lo que es más preocupante, las disparidades se incrementaron con el tiempo.
Las personas de raza negra (frente a las blancas) eran menos propensas a leer y mostraron la mayor disminución en la lectura hasta 2023. Para 2023, los participantes negros tenían una prevalencia un 49 por ciento menor de lectura diaria que los participantes blancos.
“Potencialmente, las personas que podrían beneficiarse más para su salud, es decir, las personas de grupos desfavorecidos, en realidad se benefician menos”, dijo Daisy Fancourt, coautora del estudio.

Aquellos con niveles educativos más bajos y menores ingresos anuales también experimentaron un descenso más pronunciado en la lectura, lo que amplía la brecha con los grupos de mayor educación e ingresos.
En 2023, quienes tenían educación de posgrado presentaban una prevalencia 2,79 veces mayor de lectura diaria que aquellos con educación secundaria o inferior. De manera similar, los de mayores ingresos tenían una prevalencia 1,47 veces mayor que los de menores ingresos.
Además, se observó una brecha emergente entre las áreas metropolitanas y no metropolitanas, con una mayor prevalencia de lectura en las primeras. Las mujeres fueron consistentemente más propensas a leer que los hombres, una diferencia que se mantuvo estable. Las diferencias por edad se redujeron, con mayores disminuciones entre los mayores de 66 años, aunque seguían siendo más propensos a leer que los más jóvenes