La infancia marca nuestro destino de por vida. Los acontecimientos felices pueden catapultarnos hacia el camino correcto, pero los malos llegan a crearnos toda clase de frustraciones e inseguridades. Si a esto le añadimos otros factores como malestar laboral, bullying, malos tratos, sentimientos racistas y xenófobos o algún tipo de anomalía física o psicológica, el cóctel es explosivo. De ahí la peligrosidad de sus acciones.
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