“A mi vida hoy la integran mis amigos, el amor. Lo que no sé es si lo llamaría amor… Me gustaría, pero no me enamoro. No sé qué pasa. Te juro que estoy, hago todo, pero… Yo no me enamoro”. Así habló Santi Maratea sobre su vida privada.
En una extensa entrevista con Revista GENTE, reveló por qué le está costando “engancharse” en una relación: “No lo sé, te juro. Hablaba con un amigo de una piba con la que andaba y le decía: ‘Está todo bien, me encanta, la paso bien, la veo, me río, pero no estoy enamorado’. Ya llegará”.
-¿Qué le falta a esas personas que estás conociendo?
-Es importante que la admire y que tenga buen gusto.
-¿Buen gusto?
-(Risas) Imagínate estar con alguien que tiene mal gusto. ¡Es terrible!
-¿Cómo es tener una cita siendo una figura pública?
-La verdad es que lo más sano que puedo hacer por mí mismo es no autopercibirme como una figura pública, aunque a veces me trae problemas. Lo que yo sé es que es muy difícil tener intimidad y que la piba con la que salgas no se lo cuente a todo el mundo, mienta, o exagere.

-¿Estás en aplicaciones de citas?
-Es imposible porque te la dan de baja porque te denuncian ya que piensan que sos un impostor. Igual tampoco me gustan. Yo soy muy de la encarada en la calle. Todo lo contrario a esas aplicaciones. Me encanta encarar en la calle de día y sobrio. Es una experiencia única.
-¿Con que feedback te encontraste? ¡Hoy es más fácil escudarse en un fueguito de Instagram y no dar la cara!
-Depende. Me ha salido bien y me ha salido mal. Me han rechazado, o me han dicho que estaban de novia. Nada supera para mí encarar en un contexto donde no estás esperando que te encaren. Me parece buenísimo. Lo hago desde chico. En el tren dejaba un papelito a alguna que me gustaba con mi número de teléfono. Aparte, digamos algo: capaz que la piba te gustó en una app, pero hasta que no la ves en persona no sabés si te gustó o no. En la calle es todo lo contrario.
-¿Lo seguís haciendo?
–En un momento lo dejé de hacer acá porque ya era conocido, pero lo hago cuando voy de viaje a lugares en donde no lo soy. Me acuerdo del primer viaje a España que hice siendo famoso, iba por todos lados encarando. Igual (piensa) yo no me considero famoso.
-Pero lo sos. Si te paras acá en la esquina mucha gente te va a reconocer.
-Mirá, una vez vi una nota que le hacían a un a un enano que él decía: «Yo no me acuerdo todo el día que soy enano. Y cuando veo otro enano, no es que digo, ‘Ah, otro enano’. Porque yo no voy toda la vida en todo lugar a donde voy pensando, ‘soy enano, soy enano, soy enano'». Bueno, lo mismo pasa con la fama. En mi caso, conozco gente que se autopercibe famosa.
-Te doy vuelta la pregunta, ¿a vos te encaran?
-Sí. A veces como que no se animan a hacerlo así cara a cara, entonces me mandan un mensaje diciendo que me vieron en tal lado y ahí empieza la charla.
Cómo fue el primer contacto de Santi Maratea con el mundo de la tevé

-¿Te esperabas este momento como conductor de América?
-Sí, lo esperaba, pero cuando era más chico. Como muchas cosas en la vida que dicen que así suceden, cuando lo dejé de esperar sucedió. Cuando tenía algo así como 19 años iba a la puerta de los canales a esperar que alguien me viera, me descubra y me lleve al estrellato. Eso finalmente no sucedió. Pero donde más tiempo pasé fue en la puerta de América porque el canal tenía esto de que era todo en vivo, entonces entraban y salían los conductores a cada rato. Estuve horas, horas, y horas… ¡Días y días en la puerta de América!
-Un verdadero submundo.
-Sí, en la puerta de los canales se juntan muchos locos y yo era íntimo de todos. Era uno más. Llegaba y ya me saludaba con el esquizofrénico, el bipolar. Estábamos todos compartiendo la tarde. Realmente por momentos pensaba «¿Estoy acá esperando doce horas a que salga un productor y me vea?». Eso hablaba de mi lucidez, y mi locura.
-¿Sos consciente de que hay un cambio de época entre esas épocas en donde ibas a los canales a buscar una oportunidad y el presente en donde las redes acercan a esos mismos referentes que buscabas en persona?
-No te digo que hoy es más fácil acceder, pero al menos hay otra cercanía a través de las redes sociales.
-¿Qué te llevaba a vos estar ahí si, en el fondo, sabías que no eras uno de esos “loquitos”?
-Cuando hablo de los locos y mi locura, obviamente que estoy romantizando. Lo mismo que siento hoy cada vez que quiero conseguir algo: que es algo tengo que hacer. Después no importa cómo. Yo tengo que estar activo ahí. Antes de ir a la puerta de los canales, yo me acuerdo de estar en mi casa hablando con mis viejos, de ver si alguno conocía a alguien cercano a los medios con un contacto en la televisión. Y no, no teníamos a nadie. Lo más cercano era que mi viejo conocía a una persona que conocía a la ex secretaria de Susana Giménez. Imaginate. En ese momento no entendía nada y dije: «Listo, llego por este lado». Hoy que estoy acá me doy cuenta de que ese “contacto” es lo mismo que nada. Ahí fue que hacer algo para que esto se dé y que mi sueño se concrete.

-¿Y cómo era ese contacto primario con la gente del medio?
-Te voy a contar algo que me pasó con Rafa, el cronista de Intrusos, ahí en la puerta del canal. Una vez le pedí un cigarrillo y él me dio. Desde entonces, cada vez que lo veo siento que hay una conexión entre él y yo a raíz de esa vez que me dio un cigarrillo cuando yo estaba esperando en la puerta del canal. No sé cómo definírtelo. Pero sabía que si un día llegaba a los medios iba a tener una persona que ya me conocía. De algún modo me daba más tranquilidad.
-Mira cómo son las cosas, porque quizás en ese momento Rafa te dio un cigarrillo y hoy te hace una nota porque estás debutando como conductor en ese mismo canal.
–Totalmente. Y también tuve otra historia con Pablo Layus, que en una de esas tardes en la puerta del canal le pedí sacarme una foto con el micrófono de América. Para mí era una locura haber accedido a tener una foto con un micrófono de América. O sea, otra vez: la nada misma. Pero, en ese momento, lo vivía como algo importante. Y para mis seguidores también porque ya estaba en redes sociales y en Instagram tenía unos siete mil seguidores y esos siete mil seguidores sabían que yo estaba cada vez más cerca. Pero en términos reales, todavía estaba muy lejos. En este viaje, para mí hay mucho que tiene que ver con avanzar y pensar cómo focalizarse en lo que uno ya avanzó y no tanto en todo lo que falta.
Fotos: Chris Beliera
Video: Ramiro Palais
Maquilló: Daniel Brizzi
Peinó: Natalí Pomasoncco
Look: Rochas Argentina
Agradecemos a Gimena Lepere, prensa de Mandarina Contenidos