A Ana Sánchez le disgustó hace mucho tiempo que su padre vendiese un pequeño bosque de castaños, unas decenas de metros más arriba de su hogar, para que un vecino emigrado en Suiza se construyese una casa. Ese inmueble es precisamente desde el pasado martes el nuevo domicilio de ella y su marido, Leopoldo Nogueira. “Está apalabrado. Aún no hemos pagado la compra”, explicaba ayer esta pareja de jubilados en la cocina de su vivienda actual, una semana después de que las llamas destruyesen la suya, en el terrible sábado negro que vivió San Vicente de Leira, en el municipio orensano de Vilamartín de Valdeorras.
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