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domingo, agosto 24, 2025

La historia del mejor pianista ruso: se enamoró de Buenos Aires, tiene una hija en Palermo y lo ovacionaron en el Colón

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Nikolai Lugansky (53), uno de los mejores pianistas rusos de la actualidad, se enamoró de la ciudad de Buenos Aires por el hábito de los argentinos de seguir reuniéndose a conversar entre amigos, por no verse marcadas las jerarquías sociales y su energía vital; también por sus museos y, sobre todo, por el Teatro Colón. Otra de las razones es que una de sus hijas vive en Palermo con dos de sus nietos.

Lugansky tocó el sábado pasado en el Colón el concierto de Sergéi Rachmaninov nº 2 que se hizo famoso con la película Rapsodia que protagonizó Liz Taylor y fue cuatro veces ovacionado por el público. Solo hizo un bis porque, explicó a Clarín, “no era mi concierto sino de la filarmónica de Buenos Aires dirigida por Srba Dinic”.

El célebre pianista aceptó desayunar, gracias a un contacto del director musical del Colón, Gustavo Mozzi, esta semana en la casa de este periodista de Clarín donde exhibió una auténtica modestia, simpatía y sencillez de la que carecen otros artistas de su nivel internacional, acompañado de su esposa Lada.

Le encantaron los sándwiches de miga argentinos, las tortas de maracuyá, pero no quiso tocar una colección de piedras de los Andes por el cuidado que le da a sus “herramientas de trabajo”: sus manos.

Es la tercera vez que toca en Buenos Aires. La primera fue en 1999, con la Orquesta Nacional Rusa y la segunda fue para el Mozarteum en 2022.

El gran pianista ruso en  su camarín del Colón. El gran pianista ruso en su camarín del Colón. «Uno de los tres mejores teatros del mundo», según él.

Siempre que sus viajes por el mundo se lo permiten practica piano porque Rachmaninov, su compositor romántico preferido, exige “momentos donde el ritmo es riguroso y férreo, la estructura es más flexible y el rubato más común”, contó a Cecilia Scalisi de La Nación.

Durante la conversación con Clarín agradeció su primera profesora de música de la primaria y el secundario que lo hacía practicar “tres horas por día” y a la educación musical de la época de la Unión Soviética.

En Rusia, desde 1930 en adelante, existe “un plan profesional por el que todos los chicos desde los ocho años reciben formación musical… En la misma escuela donde les enseñan matemáticas, lengua, historia y física, los chicos aprenden disciplinas musicales. Basado en la gratuidad de la organización comunista en la ex Unión Soviética, nadie paga y da lo mismo si el niño es de Moscú o de un pueblo alejado, si los padres son ricos o son pobres, si el chico tiene talento, recibirá preparación”, recordó.

Esa educación musical intensa le permite tener una “enorme memoria auditiva” para no leer las partituras en los conciertos.

Lugansky en el escenario junto a la Filarmónica. Foto: Juanjo Bruzza.Lugansky en el escenario junto a la Filarmónica. Foto: Juanjo Bruzza.

Luego explicó la diferencia entre un teatro para la ópera y el ballet “diseñado para ver” con una sala de conciertos “diseñada para escuchar”. Sin embargo, consideró que “por la acústica el Colón es uno de los tres mejores teatros del mundo”.

Antes de emprender un viaje para tocar en París, Nikolai escuchó con atención la historia sobre el paso del bailarín ruso Vaslav Nijinsky por Buenos Aires a principios del siglo XX, la relación de Jorge Luis Borges con el nacimiento del tango en Palermo, el recorrido del mural “Ejercicio Plástico” de David Siqueiros antes de terminar en el museo del Bicentenario y la del Palacio Barolo inspirado en la Divina Comedia de Dante Alighieri.

El pianista durante un desayuno antes de dejar Argentina rumbo a París.El pianista durante un desayuno antes de dejar Argentina rumbo a París.

-¿Qué opina de la calidad acústica del Teatro Colón y del público argentino que le brindó cuatro ovaciones de pie?

-Conozco el Teatro Colón desde hace mucho tiempo; en 2000 o 2001 di dos conciertos allí. Es un gran teatro, uno de los más famosos y maravillosos del mundo. Y lo que lo diferencia de casi todos los demás teatros y teatros de ópera es que tiene una acústica como la de una verdadera sala de conciertos, además de su belleza, tamaño y todo lo que lo hace maravilloso para el público más amplio. Es una gran alegría tocar allí. Fue mi cuarta actuación de mi vida en esa sala. Interpreté allí la tercera de Chaikovski y Rachmaninoff hace 25 años y la de Chopin hace tres. Bueno, el público suele estar agradecido y es maravilloso. Probablemente solo pueda compararlo, en términos de amabilidad y calidez, con París y, quizás, con Brasil.

-¿Qué es lo que más le impresionó de una ciudad cosmopolita como Buenos Aires?

-La ciudad de Buenos Aires es increíble, maravillosa y cada vez que vengo me siento más cómodo. Es cierto, debo admitir que nunca he estado en Buenos Aires en enero o febrero. Probablemente hace demasiado calor. Soy ruso y la temperatura máxima en mi pueblo solía llegar a los 15 grados, incluso hasta 23, que es perfecta para mí. No más.

Buenos Aires tiene partes preciosas como la Catedral, el Puente de la Mujer, el Teatro Colón… Viajé mucho en metro; es muy sencillo, pero muy bueno. Lo principal que siento en Buenos Aires es una democracia increíble. Todo lo que vi me recuerda a algún ideal de quienes soñaban con construir una sociedad justa, desde la antigüedad hasta el siglo XX. Entiendo que esta es la opinión de un forastero y un turista; hay muchísimos problemas dentro, como en cualquier ciudad. Pero aun así, aquí no veo esa jerarquía de importantes, insignificantes, ricos, pobres, influyentes y no influyentes. Parece que todo esto probablemente existe, pero no es tan llamativo como en Londres, París o Moscú.

Aun así, algunos te ven como persona y no como alguien con estatus, riqueza o incluso intelecto. Una especie de democracia y humanidad en el mejor sentido de la palabra.

-¿Quiénes son sus músicos y escritores argentinos favoritos?

-No diré nada nuevo sobre músicos y escritores argentinos. De los grandes músicos, por supuesto, los creadores del tango, Gardel, y más tarde Piazzola. Y en cuanto a los intérpretes, quizás la mejor pianista de todos los tiempos: Marta Argerich, que todavía toca fenomenalmente a pesar de no ser tan joven y toca, podríamos decir, igual que cuando tenía 18 o 30 años. Este es un caso único. Entiendo que Argentina esté orgullosa de Marta Argerich, pero es más un fenómeno único en el mundo que algo exclusivo de Argentina. Y también hay directores maravillosos, pianistas como Daniel Barenboim y otros. En esa lista incluyo a Bruno Gelber y hay jóvenes como Nelson Goerner e Ingrid Fliter. Existe una escuela de piano maravillosa en Sudamérica en general y especialmente en Argentina.

Entre los escritores, uno muy popular, quizás más en la época soviética, fue Julio Cortázar. Un escritor maravilloso y bastante accesible. Y el gran clásico, Jorge Luis Borges, que también era bastante conocido. He leído algunas de sus historias fantásticas, pero tengo un par de amigos para quienes es uno de los mejores escritores del mundo. Cortázar es más un escritor aventurero, accesible, democrático. Borges, en cambio, más intelectual. Probablemente sea gracioso cuando alguien que no ha leído mucho de literatura argentina, y además en un idioma extranjero, te habla de las peculiaridades de Borges, Cortázar u otros grandes escritores argentinos.

-Después de tocar con tanta intensidad el Concierto n.º 2 de Sergei Rachmaninov, ¿siente el romanticismo en las venas?

-En cuanto al romanticismo. Siendo sincero, cuanto más avanzo, menos creo en las generalizaciones, incluidas las estilísticas. Estoy absolutamente convencido de que la diferencia entre el romántico Rachmaninoff y el romántico Wagner es mucho mayor que la diferencia entre el clasicismo, el romanticismo, el barroco y el rococó. Especialmente en relación a la música, aquí estamos tratando con, literalmente, veinte o treinta genios en la historia de la música. Y cada genio es una personalidad, un director de Dios, de todo un planeta. En este caso, el segundo concierto de Rachmaninoff es una obra de Rachmaninoff y no del romanticismo, ni del romanticismo ruso, ni de ninguna otra cosa.

El romanticismo, si se puede decir así, es una actitud reverente hacia la vida, hacia los sentimientos, realmente una gran reverencia y emoción. Esto ciertamente existe, pero, por otro lado, si te propones tocar a Mozart o Bach, también deberías hacerlo con reverencia. Debería haber algo de romanticismo en ello.

Además, cada uno percibe este romanticismo a su manera. Una sensación de juventud, cuando todo lo que sucede evoca emociones intensas, no siempre es fácil conservarla a los 50, 70 o 90 años, pero es muy importante al menos preservarla en la creatividad, en la música, en la interpretación o en otras formas de arte. Este es el aspecto más importante, pero no tiene por qué ser necesariamente una obra de la segunda mitad del siglo XIX o principios del XX. Me parece que debería haber una actitud reverente en general al tocar cualquier obra de arte, especialmente una gran obra. Y cómo llamarla no es tan importante.

El director Sraba Dinic con la Filarmónica de Buenos Aires. Juanjo Bruzza. Gentileza prensa del Teatro Colón.El director Sraba Dinic con la Filarmónica de Buenos Aires. Juanjo Bruzza. Gentileza prensa del Teatro Colón.

-En Argentina se representan obras de teatro de Chéjov todos los años, se ven películas de Andréi Tarkovski y se lee a Tolstói. ¿Por qué cree que la cultura rusa moderna es tan poco conocida en Argentina hoy en día?

-El hecho de que las obras de Chéjov se representan todos los años en Argentina, que los argentinos ven las películas de Tarkovski y leen a Tolstói, parece indicar que la cultura rusa de esa época es muy conocida en Argentina. Tengo la sensación de que, después de todo, los rusos conocemos la cultura argentina en forma general. Probablemente sea similar a cómo los argentinos conocen la cultura rusa. Estos ejemplos son maravillosos. Chéjov es probablemente mi escritor favorito en Rusia. Si no tomamos a Aleksander Pushkin, que destaca por encima de todos. Tal vez, como Goethe en Alemania o Dante en Italia.

De hecho, me gustaría decir lo contrario: «¿Qué sabemos los rusos de la Argentina?» Sabemos que es tango. Sabemos, por supuesto, el fútbol de Lionel Messi, aunque los jóvenes conocen a todos los jugadores, y no mucho más. Y, probablemente conocemos a Eva Perón.

Tengo la sensación de que los argentinos son aún más curiosos. Y a juzgar por cómo se recibió la música de Rachmaninov lo demuestra. Rachmaninov se tocó mucho en su 150 aniversario, se interpretó un ciclo de todos sus conciertos para piano y, simplemente por la forma en que tocó la orquesta Filarmónica de Buenos Aires en el primer ensayo, escuché que los músicos conocen esta música, a diferencia de muchas orquestas en Europa como en países de habla alemana.

Y si piensas en las diferencias o puntos de contacto entre culturas de Argentina y Rusia existen ambas porque me gusta el parlamentarismo, la democracia y el humanismo. Incluso había manifestaciones de idealismo en la antigua Unión Soviética, cuando una persona todavía era un hermano, un asistente, un amigo y no un competidor, ni un rival para ganar dinero. Aquí es donde nuestras culturas se acercan. Las diferencias también son muy grandes. El clima juega un papel importante. Rusia es un país más frío, aunque, el clima de Argentina es mucho más parecido al de Rusia que al de Brasil. Sobre todo en la Patagonia, donde nunca he estado.

Es bastante natural que en un país con un clima tan difícil como Rusia, con condiciones tan difíciles para organizar la vida cotidiana, encontremos escritores que constantemente piensan cada 3 o 4 páginas sobre la vida y la muerte, como Tolstói, Dostoievski y algunos otros. Por eso, los rusos probablemente esperamos de la cultura argentina algo increíblemente vital, lleno de vida, de amor.

Aquí la gente no calcula ni planifica, sino que vive una vida increíblemente intensa, donde la intuición, las emociones y la pasión prevalecen sobre el cálculo y la planificación. Esto es lo que esperamos de la cultura argentina.

Una trayectoria destacada

Lugansky es “Artista honorario de la Federación rusa”, solista de la Filarmónica de Moscú y miembro de la Academia rusa de las Artes. Ganó el Premio Tchaikovski entre otros galardones.

A los cinco años, antes de aprender a leer música, interpretó una sonata para piano de Beethoven que aprendió completamente de oído. Estudió piano en la Escuela Central de Música de Moscú y en el Conservatorio de Moscú. Entre sus profesores se encontraban Tatiana Kestner, Tatiana Nikolayeva y Sergei Dorensky.

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Redacción

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