Baleares vive este año la aparente paradoja de tener más viajeros que nunca y menos pernoctaciones que el año pasado, un verano en el que se rompieron todas las estadísticas. Hasta julio de este año, las islas ha recibido más de 9 millones de pasajeros cuando durante todo el año pasado llegaron 18,7 millones. Las cifras son muy parecidas pero, aunque este sea un año de récord de viajeros, no lo será de gasto turístico. La tónica de este verano es que hay muchísima menos gente consumiendo en las terrazas, conduciendo un coche hasta las paradisíacas playas o contratando una excursión en el tren de Sóller y después un barco al Torrent de Pareis. Hay mucho turista paseando, pero muy pocos comprando.
La voz de alarma la dio el pasado mes de julio el sector de la restauración, que vieron cómo las terrazas se les quedaban vacías. La situación se ha consolidado este mes de agosto, hasta el punto de que algunos hosteleros calculan que el negocio ha caído hasta un 30% con respecto a 2024. Alfonso Robledo, presidente de la Federación de Restaurantes de las Islas Baleares, no tiene la menor duda de que esta será la peor temporada desde el fin de la pandemia.
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Robledo cree que no hay un único factor que explique por qué habiendo más turistas que nunca hay menos consumo que otros años, pero sí apunta a una circunstancia: el viajero de corta estancia.
Lo habitual era que los visitantes pasaran en Baleares entre diez y quince días, pero esas estancias se han acortado y la media ronda ahora los cinco días. Esa rotación es lo que hace que los aeropuertos se desborden de viajeros, pero las pernoctaciones se mantengan. Una persona estaba 15 días en Baleares y ahora tres personas están cinco días. El mismo número de noches de hotel, el triple de pasajeros en el aeropuerto.

Un grupo de turistas tomando un helado por la calle en Ibiza
Nacho Doce / Reuters
Eivissa muere de éxito y de saturación de oferta
La realidad del verano 2025 en Eivissa es aún más irregular que la de Mallorca porque en esta isla, en los últimos años, se ha abierto un restaurante en cada esquina. Todo el sector coincide en que hay una saturación de oferta complementaria que no se corresponde con la necesidad real del mercado. Hay muchos restaurantes que apenas has estado abiertos cuatro meses este año y que muy probablemente no abran el que viene. Muchos de los de temporada larga se han visto forzados a subir precios porque hay locales en los que se paga hasta 30.000 euros al mes de alquiler. “Hay muchísima oferta de restauración y ya estamos viendo que habrá un importante reajuste del mercado porque la situación ahora es muy complicada y esos precios de alquiler son inasumibles”, señala Alfonso Robledo, el presidente de los restauradores de Baleares. Los precios en la isla se ha disparado y espantan a unos clientes que ven cómo les cobran 20 euros por una ración de croquetas. En Eivissa, además de los precios de la restauración, la caída en las ventas tiene que ver con presupuestos limitados: hay que pagar el vuelo y el hotel, pero luego hay que reservar el dinero para entrar en las discotecas. Lo que quede de presupuesto será para comidas, que cada vez más se compran en el supermercado.
Los hoteleros no dan, por ahora, cifras y aseguran que quieren esperar a que acabe la temporada para dar datos, pero en general se muestran muy satisfechos con los resultados de una temporada que ronda el 90% de ocupación. La planta hotelera de Baleares ha vivido un proceso de mejora durante todos estos años, con subidas de categoría generalizadas, que se ha traducido en un aumento de los precios que ronda el 30%.
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Ese es otro de los factores que señalan desde la patronal del restauración y del comercio para explicar lo que definen como el turista ‘diesel’, que camina mucho pero no gasta. Jordi Mora, presidente de la pequeña y mediana empresa también apunta a que los resultados de esta temporada no se acercarán a los de 2024, pero también precisa que es porque la del año pasado fue extraordinaria. Coincide en que la subida del precio de los hoteles ha provocado que el turista tenga menos dinero para gastar en compras y en restaurantes, pero al mismo tiempo precisa que echar exclusivamente la culpa de la caída al gasto hotelero supone simplificar mucho. También ha habido un aumento del precio de los vuelos provocado por la subida de la gasolina. “Venir a Mallorca resulta muy caro y un paquete turístico cuesta lo mismo que ir al Caribe”, explica. “Esto se ha convertido en un destino de lujo y no todos pueden permitirse venir a Mallorca; eso explica la caída del mercado español”, añade.
Lo cierto es que tanto los restauradores como los pequeños empresarios creen que puede que las islas hayan llegado a su tope de turistas durante los meses de verano. Julio y agosto han sido muy irregulares y las previsiones señalan a que no se cumplirá ni de lejos el pico del año pasado, pero vuelve a haber buenas previsiones para septiembre y octubre. Julio y agosto seguirán siendo los meses tope, pero ambos creen que ya han tocado techo. La solución para los empresarios está en alargar cada vez más la temporada y conseguir en octubre los ingresos que no se han logrado en agosto.
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Los restauradores también reconocen que parte de esa caída en la facturación del verano está relacionada con la subida de precios en el sector. Comer o cenar en un restaurante es muy caro porque también han subido los precios y turistas que antes salían a cenar cada día ahora lo hacen una o dos veces. Quien está hacienda caja este año en las islas son los supermercados y las grandes distribuidoras porque ese turista ‘diesel’ se alimenta de comida comprada en el supermercado.
Todavía no hay datos sobre si en agosto de 2025 ha habido más o menos gente que en agosto de 2024, pero los aeropuertos de las islas si han sufrido ligeros descensos de hasta un 3% en el número de operaciones durante los fines se semana de agosto. Ha habido menos vuelos, pero habrá que esperar para ver si también ha descendido el número de pasajeros.
¿Ha tenido algo que ver en esta caída del negocio las protestas antiturísticas que se han vivido en el archipiélago? Robledo cree que sí. “El mensaje de saturación y contra el turismo no ayuda a que venga gente que quiere estar tranquila y sin sobresaltos durante sus vacaciones”, dice. Las protestas fueron intensas, pero se han relajado durante el mes de agosto, en paralelo a la caída del negocio turístico en la restauración.