Fue hacia fines de 2022, durante la cuenta regresiva al lanzamiento de la primera temporada de El encargado: Francella se acercó el estudio de Atlántida para adentrarse en una sesión de varias horas que terminó en tapa de GENTE y en una larga entrevista que recorrió sus inicios en la vida y en la profesión y derivó a numerosas cuestiones sobre su rica y consagrada carrera.
«¡Cómo me hicieron trabajar, eh», recuerda en la actualidad el periodista que le comentó el actor al cierre de la charla. Para agregar: «¿Pero todo salió lindo, no?». Y así fue.
Pero no sólo «lindo». Aquella cobertura, casi una síntesis pormenorizada pero a la vez acelerada de sus por entonces 67 años de vida (a la fecha, de 70), entregaba definiciones atemporales, siempre interesantes de recordar. Para el caso, por ejemplo, sobre un tema que se convertía en columna vertebral de la nota: su ADN y el de los argentinos.
Casi tres años luego, cuando la polémica a partir de cómo nos exhibe ante el mundo su nuevo filme, Homo Argentium -que en dieciséis micro historias dirigidas por los directores Mariano Cohn y Gastón Duprat, analiza y cuestiona al ser nacional-, recurrimos a aquella nota justamente para recorrer los espacios más puros y profundos del corazón y el intelecto de Guillermo, unos de nuestros grandes actores, respecto a aquel tema que hoy nos interpela.
«¡NO SABÉS CÓMO DICEN LOS OJOS DE LOS ARGENTINOS!»

Cierto día no muy lejano un publicista se comunicó con Guillermo Héctor Francella (nacido en Villa del Parque un 14 de febrero de 1955), y le confesó asombrado: “Antes de llamarte decidimos medir tu target, para ver a qué segmento apuntabas. No sabés cuánto nos reímos en la productora cuando descubrimos que tu audiencia iba del abuelo al nieto, de una clase social a la otra, y hasta de Boca a River”.
–¿Es cierta la anécdota que nos contaron? –le preguntábamos sin preámbulos, apenas se sentaba en el estudio para tomar el té con alfajorcitos que lo acompañarán durante la nota.
–Je, sí (sonríe Francella con esa sonrisa que sólo le conocemos a Francella).
–Entonces usted es una especie de Marilyn Monroe…
–¿Cómo sería eso?

–Dicen los que saben que Marilyn fue quien fue porque le gustaba al empleado de clase baja que trabajaba en un frigorífico tanto como a los representantes de las esferas sociales medias y altas, incluyendo al presidente de Estados Unidos. Salvando las distancias, circunstancias, y el capricho de semejante comparación, ¿no le parece que a usted le ocurre algo parecido en Argentina?
–Me gusta ser multitarget, que mi audiencia vaya del abuelo al nieto, de una clase social a la otra, y hasta de Boca a River. Yo siento eso, y es emocionante. Y lo vengo sintiendo hace años en mi país. Es maravilloso lo que me ha pasado y me sigue pasando, algo inalterable. Nombraste a Boca y a River. Todos saben que yo soy de Racing, sin embargo cuando Boca le gana a River o al revés, los hinchas suben ese minivideo mío amaneciendo y diciendo “Buen díííía. ¡Hermosa mañana, ¿verdad?!”. O lo recrean en memes. Siempre generaron cosas similares a partir frases de programas o películas que tomaban de mí, y empezaban a viralizarse.
–“Al final, lo primero es la familia”, “Te quieroooo”, “Lo que no cambia es la pasión”, entre otras.
–Ahora existen memes, antes quizá eran ringtones o la repetición en la casa, en la calle, que la gente incorporaba e inmediatamente producía algo popular. Y con las redes hay una inmediatez impresionante. Pero yo siempre lo viví a diario, te aseguro.
–Lo extraño es que usted no usa redes…
–Tal cual. Eso fue lo llamativo. Me parecen fantásticas para difundir un trabajo, pero no comulgo mucho con el universo de las redes. Nunca compartí esta crueldad que hay desde el anonimato.
–¿Cómo explica, entonces, que en los últimos años sea, según Google y YouTube, una de las figuras más influyentes del país y no sólo en adultos y mayores, sino también en chicos y jóvenes? Hasta marcas típicas nacionales como Quilmes, Arcor y Geniol, contrataron sus servicios.
–Me llamó la atención enterarme. Pronto me comentaron que no sólo era por los contenidos que yo realizo, sino porque ahora, que se puede encontrar todo en las plataformas, la gente ha seguido reportajes y material mío, y le resulta valiosa mi opinión. Si bien la popularidad masiva tiene un costo, yo siento que para mí siempre todo fue ganancia.
–Háblenos de ese costo.
–La ausencia de privacidad, el sentirte observado -para bien o para mal- las veinticuatro horas del día, la exposición… Por otro lado, siento que, como un jugador de fútbol querido, puedo entrar a cualquier cancha y no me van a chiflar, y es maravilloso… Salvo que Racing haya jugado con ‘ese equipo’ (Independiente) y le ganemos. Ahí quizá sí (mira al cielorraso).

–¿Cómo es la devolución del público fuera de las pantallas, en el cara a cara?
–Inmediata y con una reacción que, de buscar un sinónimo físico, equivale a que te levanten el pulgar donde sea, cuando sea. Palabras hermosas de hombres, mujeres, niños, adolescentes, abuelas, abuelos. Hoy, caminando por El Rosedal, en Palermo, no paré de recibir muestras de afecto. Quizá la gente no me para, porque me ve realizando un ejercicio aeróbico, pero a veces me detengo solo ante el pedido de una foto, y ahí salgo posando medio agitado. Pasa que cuando me cruzo con sus ojos siento que están diciéndome algo.
–¿Algo?
–¡No sabés cómo dicen los ojos de los argentinos! Es una mirada permanente, además, andando por el Gran Buenos Aires, recorriendo el país. Para mí la risa es terapéutica, atenúa aunque sea por un instante un mal momento. Siento que genero alegría en el otro, y eso a mí me llena el alma. Lo loco es que también he representado a personajes menos buena onda, y en su momento fue un riesgo grande querer cambiar. No obstante, la empatía continuó.
–Decidió el actor sobre el comediante con tintes nacionales…
–Exacto. A veces los productores me sugerían: “No toquemos nada, hay un público cautivo”. Mientras tanto, yo quería convencerlos de que también se podía hacer un éxito con un contenido diferente. Venía, no sé, por citar algunos ejemplos, de hacer De carne somos, Un argentino suelto en Nueva York, La familia Benvenuto, Poné a Francella, Casados con hijos (¡los Argento!), y llegó un momento en que necesité explorar otra cosa y acceder a contenidos que deseaba sumar como actor. Así surgieron El secreto de sus ojos, Animal, El clan, ¡Atraco! y El robo del siglo, que de verdad no tenían nada que ver con la comedia, ¡y las expectativas igual se cumplieron! Parece nomás que los argentinos me quieren.
“SIENTO QUE SOY PURO ADN ARGENTINO EN LO ANSIOSO, LO SANGUÍNEO, LO SENTIMENTAL»

Entonces, por aquellos tiempos, le proponíamos un juego simple y a la vez desafiante: Tras leerle el último informe concienzudo sobre las características de los argentinos (realizado en 2017 por la Universidad Siglo 21, entre mujeres y hombres de 18 y 65 años), según el cual, a grandes rasgos, nos revelaba como “seres narcisistas, ególatras, obsesivos, histriónicos, individualistas, desconfiados, interesantes, sensibles, apasionados y paranoicos, y que hablamos fuerte”, desafiábamos a Francella a que de manera oral nos completara una hipotética ficha para que él mismo complete cómo somos los argentinos.
-¿Qué escribiría en el debe y que en el haber? ¿Cuáles son nuestras virtudes y cuáles nuestros defectos? -le consultábamos.
–Ufff, complicado dividirlo -señalaba él-. Somos bien pasionales e insatisfechos por naturaleza. Es verdad que cuesta encontrar la completud y está bien que el pueblo no sea conformista, aunque otra cosa es que nada te complazca. Por lo demás, somos muy compinches. Hay argentinos carismáticos, muy angelados. Yo amo profundamente al argentino. Tiene muy buen sentido del humor.
–¿Cómo se reconoce a uno en el exterior?
–A veces, por lo ruidoso. En algunas instancias quiere hacerse notar levantando la voz en un aeropuerto, no teniendo pudor para pedir cosas, o cuando se enfada al extremo. A mí en general y desde siempre me gustó la austeridad, pasar inadvertido, pero el argentino a veces se va para el otro lado. Somos un poco soberbios y muy creativos. También tenemos una picardía especial, calle. Éste es un lindo valor agregado: yo filmé en otros países y es muy diferente, porque el argentino no sólo se ríe de otras cosas, sino que, yo te muevo la cabeza con un gesto, me entendiste que a la derecha pasó algo, y girás tu cabeza para mirar ahí. Afuera te preguntan si te pasó algo en los ojos. Doy testimonio… Y somos más prácticos, resolutivos. No sé, un escollo filmando nuestros técnicos lo resuelven en un minuto y medio, mientras que en el extranjero te arruinan un decorado sólo porque saltó una chispita, y viven con miedo a que los enjuicies. Son más inocentes, más ingenuos, de la misma manera que acá nos enrollamos demasiado. Sí, nuestra cabecita no es sencilla de llevar.

–¿Por qué somos como somos? ¿Usted tiene herencia…?
–Italiana y española.
–¡¿Ambas?!
–Exacto.
–Bueno, el filósofo Julián Marías sostenía que “los argentinos son italianos que hablan en español”.
-(Ríe Francella con esa risa que sólo le conocemos a Francella). Mi herencia es española, por mis abuelos maternos Conzuelo y Francisco, nacidos en Avilés, provincia de Asturias, e italiana, por parte de padre, a partir de mis nonos Zaída y Doménico. Él era un inmigrante proveniente del pueblito de Falconara, provincia de Cosenza, región de Calabria, cuyo apellido original era Frangella: se lo escribieron mal cuando entró en Argentina con 16, 17 años, allá por 1908.
–¿Con qué legado se reconoce más?
–Esto de película italiana es un poco mi vida, mi forma de ser. No soy puteador, si bien reconozco que con el paso del tiempo ando menos tolerante a algunas cosas. Como la mujer con la menopausia, el hombre con la andropausia, ahora pierdo la paciencia más fácilmente, aunque sigo siendo respetuoso. Respecto al costado español, me gusta esa vida de bares, picadas, tapas. Algo muy del argentino, también. En el mundo no llevan a cabo eso que nosotros hacemos, de comer afuera, una especie de “vida de ricos”, que no es tal porque hoy los chicos comparten plato para abaratar y poder pagar, pero nos define. Crisis o no crisis, nos gusta mucho salir.
«HOY YO ME SIENTO UN CLÁSICO ARGENTINO»»

Pronto, el porteño se animaba a desandar su propia personalidad. «Sigo siendo un poco estructurado y muy obsesivo -arremetía-, y no sé delegar ni con las cosas de mi casa: cuando intenté delegar no me fue bien, porque quiero que lo hagan cómo yo lo pienso. Ya que es mejor no sufrir explicando, lo hago yo. Tampoco tengo encargado de prensa. Sí, buen sentido del humor. Disfruto de mi trabajo y ahora también de mi ocio, algo que me enseñó el paso del tiempo. Soy temperamental y a veces un poco impulsivo. Con facilidad se me ponen los ojos vidriosos: veo cosas que me dan ternura –videos, reels de chicos, de perritos–, y me emociono, me quiebro. Soy loco por las mascotas y amo a los perros… Ésa es mi personalidad«, redondeaba.
–¿En qué siente que es puro ADN argentino?
–Soy bien argentino en lo ansioso, lo expeditivo, lo sanguíneo y lo sentimental. Cuido mucho a mis amigos. Tengo varios, de distintas épocas (cincuenta años, treinta, veinte, diez, más recientes, de cinco años). Y claro, soy familiero, muy presente, estoy siempre a disposición de mi mujer (Marynes), mis hijos (Johanna y Nicolás), los afectos.


–Habla de clásicos, habla de argentinos, ¿usted se siente un clásico argentino?
–A la distancia, tres décadas luego, podría admitirte que sí, que hoy yo me siento un clásico argentino.
–Como tal, ¿se anima a un mini ping pong de sus argentinos preferidos?
–¡Adelante!
–¿Un prócer?
–(Domingo Faustino) Sarmiento.
–¿Escritores?
–(Ernesto) Sábato y (Jorge Luis) Borges.
–¿Tango, folclore o rock nacional?
–El tango.
–¿Un músico argentino?
–Lito Nebbia.
–¿Actores nuestros de ayer y de hoy?
–Voy a quedar rengo con tantas y tantos que me gustan y admiro. Elegir a uno es muy ingrato. Ahí prefiero pasar. Lo mismo en el rubro directores. Me sucede lo mismo: admiro a un montón, trabajé con todos.
–¿Con Ricardo Darin y Juan José Campanella, la fórmula imbatible que compuso El secreto de sus ojos, ¿reincidiría?
–Obvio. ¡Qué placer sería! Puede suceder. Aunque con Ricardo no nos frecuentamos tanto, me encantaría que volviésemos a trabajar juntos. Lo quiero mucho y la pasamos excelente en lo poquito que hicimos: Mi chanta favorito (1983) y El secreto… Respecto a Juan, vive en Miami, trabaja bastante en Estados Unidos, abrió acá el teatro Politeama, no para. Pero tiene ideas para que trabajemos otra vez juntos, incluso algunas me las contó. Sólo que todavía no se dio.
–¿Un futbolista argentino de ayer y uno de hoy?
–Sin dudas, (Diego) Maradona y (Lionel) Messi. Porque además soy fanático del Seleccionado. Con mi hijo fuimos a Alemania 2006, Brasil 2014 y Sudáfrica 2018. Me encantan los colores celeste y blanco por mi país, por mi bandera.

–Si bien trabajó en México, España, EE.UU., ¿por qué jamás se radicó en el exterior?
–Te voy a confesar que no me quedé sólo porque quiero a Argentina: de surgir una muy buena oportunidad, un muy buen proyecto, que no te quepa la menor duda de que viajaría. Pero la verdad, cuando existieron esos proyectos, se cayeron, pasó algo o yo andaba con mucho trabajo. Y sí, debo admitirlo, de haberme ido no me hubiera quedado.
–¿No podría vivir en otro sitio?
–Me costaría un poco. Por momentos lo pienso. Como cuento con mi nacionalidad italiana y ahora Marynes y yo ya no tenemos a nuestros papás, a veces fantaseamos con quedarnos un tiempo justamente en otro lugar. Podría ser, aunque temo que siempre estaría pensando en qué fecha de regreso ponerle al ticket del pasaje de avión. Es que…
–Si pudiera escoger dónde nacer, ¿elegiría de nuevo Argentina?
–¡¡¿Sabés que sí?!! (cerraba Francella con esa mueca de emoción que sólo le conocemos a Francella).
Fotos: Chris Beliera
Arte y diseño: Gustavo Ramírez
Video: Archivo GENTE
Estilismo: Roxana Harris