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martes, septiembre 2, 2025

La deuda pendiente de la política con el movimiento obrero

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Cuando uno repasa la historia del movimiento obrero argentino, salta a la vista un importante contraste. Aquella época en la que los sindicatos tenían una representación concreta en el Congreso y eran columna vertebral del peronismo hoy parece un recuerdo lejano. En las listas nacionales y provinciales actuales, los nombres de extracción gremial se cuentan con los dedos de una mano, y la mayoría responde más a la centralidad del kirchnerismo que a la histórica gravitación de la CGT.

Durante los gobiernos de Juan Domingo Perón, el movimiento obrero tuvo una presencia política concreta y decisiva. En la Cámara de Diputados, aproximadamente el 11 % de los legisladores eran de extracción sindical en 1946, cifra que aumentó a más del 20 % en 1951. Esto no fue producto de un reparto porcentual formal, sino de la fuerza política que los sindicatos tenían dentro del peronismo, que los convirtió en una columna vertebral del proyecto nacional y popular. Esa representación permitió que los trabajadores no solo negociaran en las calles o en las fábricas, sino que tuvieran voz directa en las decisiones legislativas, consolidando un vínculo entre política y movimiento obrero que hoy resulta casi impensable. Esos años dejaron un precedente: cuando el sindicalismo está unido y organizado, su influencia en la política puede ser real y transformadora.

La gravitación sindical se sostuvo aún en contextos más difíciles. Durante la democracia recuperada, en los años 80, dirigentes gremiales jugaron un rol decisivo en el Congreso. Un caso emblemático fue el del diputado José “Pepe” Rodríguez, del SMATA, que intervino con firmeza en los debates sobre las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. También en el Senado, un dirigente ferroviario puntano, Oraldo Britos, junto con el neuquino Felipe Sapag, frenaron la Ley Mucci impulsada por Raúl Alfonsín, que buscaba modificar el modelo sindical argentino. Estos hechos muestran que la voz de los trabajadores no solo estaba presente, sino que podía incidir en temas de máxima relevancia nacional.

Sin embargo, en los años 90 esa participación comenzó a diluirse. El peronismo en el poder se reconfiguró bajo el signo del neoliberalismo y el sindicalismo pasó a un segundo plano, limitado a negociar resistencias más que a ser protagonista de las grandes decisiones. Esa pérdida de centralidad política se profundizó durante los años del kirchnerismo. Aunque hubo un discurso reivindicativo del trabajo, la construcción electoral se apoyó más en los movimientos sociales, los intendentes y las agrupaciones juveniles, relegando a la CGT a un rol secundario en la vida partidaria.

En tiempos más recientes, el sindicalismo peronista más clásico sufrió un desplazamiento dentro del PJ. Sin un espacio propio en las listas, varias figuras históricas se vieron obligadas a armar partidos propios para colocar a sus candidatos, como ocurrió con la Tercera Posición de Luis Barrionuevo, el Partido FE de Momo Venegas o el Partido de la Cultura, Educación y el Trabajo de Hugo Moyano. Esto refleja cómo la falta de unidad y la redefinición del PJ dejaron a los gremios tradicionales fuera de la mesa de decisiones electorales.

Hoy, esa fuerza histórica se encuentra en uno de sus puntos más bajos. En el período 2019–2023, la Cámara de Diputados contaba apenas con 10 legisladores de extracción sindical sobre un total de 257, lo que representa apenas el 4,6 %. La CGT, que supo marcar agenda en el Congreso, hoy no logra construir una representación propia y sostenida.

¿Cómo llegamos a esto?

Por un lado, el propio sistema político fue transformando al Partido Justicialista, donde pesaron cada vez más los intendentes, los gobernadores y las juventudes políticas como La Cámpora. Los movimientos sociales ocuparon espacios que antes eran sindicales, y los gremios no supimos responder unidos a esa avanzada.

Por otro lado, es imposible negar que la fragmentación interna del sindicalismo nos debilitó. Una CGT dividida en varias vertientes, con internas permanentes, fue el mejor escenario para que los armadores de listas nos dejaran afuera. Sin unidad, la fuerza de negociación se diluye.

También hay un cambio social de fondo. El trabajador de la industria, sindicalizado y con estabilidad, ya no es el sujeto mayoritario. Hoy pesan más los trabajadores de la economía informal, los precarizados. La política buscó hablarles a ellos, y el sindicalismo muchas veces quedó hablando un idioma viejo para una realidad nueva.

A esto se suma el desgaste de imagen del sindicalismo tradicional. Que tengamos poca representación legislativa no significa que el sindicalismo haya perdido poder. Seguimos siendo actores centrales en la puja distributiva. Seguimos siendo quienes defienden el salario en las paritarias, quienes paran la producción cuando hay que frenar un ajuste, quienes llenamos las calles cuando los trabajadores están en riesgo. El problema es que esa fuerza, que en la calle es real y concreta, no se traduce en representación política institucional.

El movimiento obrero necesita recuperar su lugar en la política. No para pedir cargos por costumbre, sino para que la voz de los trabajadores vuelva a tener peso en las decisiones estratégicas del país. Porque sin trabajadores en el Congreso, las leyes se discuten entre empresarios, gobernadores e intendentes. Y sin sindicalistas en las listas, el peronismo corre el riesgo de olvidar quién le dio sustento histórico.

La pregunta entonces no es si queremos estar, sino cómo vamos a volver. Y la respuesta arranca por lo que siempre fue nuestra fuerza: la unidad. Si seguimos divididos, nos van a seguir relegando. Pero si entendemos que ningún gremio se salva solo y que la juventud trabajadora tiene que ser protagonista, entonces la política no podrá ignorarnos.

Al fin y al cabo, la historia demuestra que cada vez que el movimiento obrero se unió, la Argentina fue más justa. Y cada vez que nos fragmentamos, otros se llevaron por delante nuestros derechos.

Secretario general del personal de Industrias Químicas y Petroquímicas

Redacción

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