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viernes, septiembre 12, 2025

La ruta argentina de las obras robadas por el nazismo

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Pruebas y también historias no confirmadas ni desmentidas sitúan a la Argentina como uno de los centros de triangulación de arte más importantes durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Aproximadamente 600.000 obras de arte cambiaron de mano bajo la expansión del nazismo. Algunas fueron robadas directamente, otras confiscadas y muchas fueron producto de ventas forzosas. Una lista de sospechosos de traficar arte, cuyos nombres aparecen en documentos desclasificados por el Ejército Aliado, incluye un buen número de argentinos y residentes en el país, como parte de las redes que desviaron lo robado hacia América.

Hermann Goering abandona las instalaciones de la galería de arte Goudstikker en Herengracht 458, Amsterdam (Foto: The New York Times)Hermann Goering abandona las instalaciones de la galería de arte Goudstikker en Herengracht 458, Amsterdam (Foto: The New York Times)

La reciente aparición de la obra “Retrato de una dama”, de Giuseppe Ghislandi, que fue propiedad del galerista holandés Jacques Goudstikker y que apareció en Mar del Plata, en la casa de la hija del exoficial nazi Friedrich Kadgien, volvió a traer a colación un tema poco investigado. Esta es la primera obra, en manos de la familia de un exnazi, de la que se tienen pruebas en la Argentina. Aunque Kadgien compró el cuadro “legalmente”, al igual que otros compradores –en especial Hermann Wilhelm Göring, segunda autoridad del Tercer Reich–, la venta fue efectuada bajo presión y a precios miserables, una táctica común en los países ocupados.

La historia, apoyada también en la aparición y publicación del Catálogo Göring, una relación anotada de las 1.376 pinturas, 250 esculturas y 168 tapices que este expolió de los museos y colecciones privadas de algunas familias judías durante la Segunda Guerra Mundial, cuenta que el comerciante holandés Alois Mield adquirió la Colección Goudstikker completa tras la muerte de su dueño. Después le vendió unas 600 obras a Hermann Göring, fundador de la Gestapo, y a otros, entre los que estaban Kadgien.

No se sabe cuánto arte robado por los nazis hay hoy en las trastiendas de algunos museos e instituciones y mucho menos en ámbitos privados. Otras que sí se conocen no han sido devueltas.

El museo desaparecido

El periodista y escritor puertorriqueño Héctor Feliciano es autor de El museo desaparecido: La conspiración nazi para robar obras maestras del arte europeo.

Durante años, Feliciano tuvo acceso a comprometedores documentos desclasificados y entrevistó a víctimas, testigos y colaboradores supervivientes. Investigó el destino de las colecciones de cinco grandes familias –Rothschild, Rosenberg, Bernheim-Jeune, David-Veill y Schloss– y logró que se recuperaran obras importantes de estas colecciones. Clarín conversó con él.

El periodista y escritor puertorriqueño Héctor Feliciano. Archivo Clarín.El periodista y escritor puertorriqueño Héctor Feliciano. Archivo Clarín.

–¿Se ha encontrado con muchos casos en los que familiares de exnazis estén en posesión de cuadros robados?

–No, aunque, por supuesto, no los conozco todos. Aparte del caso de las hijas de Kadgien, ha sido notable y escandaloso el de Cornelius Gurlitt, hijo de un marchante de arte nazi, que heredó cuadros de su padre, algunos robados, y, durante décadas, los escondió en sus residencias de Alemania y Suiza. La mayoría de los cuadros robados por los nazis llegaron a nuevas manos –coleccionistas, museos, casas de subasta– gracias al mercado internacional del arte que, con la ayuda de complicidades, silencio y negligencia, los recicló y lavó su procedencia.

–¿Qué papel jugó la Argentina en el tráfico de obra?

–La Argentina y Brasil jugaron un papel muy particular en el tránsito comercial entre Europa y Estados Unidos, no solo para las obras robadas, sino para cualquier otro bien, robado o no. Por razones de simpatía con los regímenes fascistas europeos, durante años los dos países sudamericanos evitaron declarar la guerra a un lado u otro, comerciando así con ambos bandos. En el caso de la Argentina, es solo en enero de 1944 –más de cuatro años después del estallido en Europa de la Segunda Guerra– que rompe relaciones comerciales con el Eje, declarando definitivamente la guerra en marzo de 1945, cuando ya eran obvias las derrotas alemana e italiana. Hasta aquellas tardías fechas, pues, el puerto de Buenos Aires ejercería como punto central de una triangulación comercial que desembarcaba bienes procedentes de Europa para, pocos días después, reembarcarlos en dirección al puerto de Nueva York, en donde se declararía a las autoridades aduaneras que venían de la Argentina cuando, en realidad, eran originarios del Viejo Continente.

El mayor obstáculo a la hora de recuperar las obras robadas ha sido la buena o la mala fe de los poseedores contemporáneos.

Héctor FelicianoPeriodista y escritor puertorriqueño

–Próximamente se reeditará su libro El museo desaparecido. Desde su publicación hasta ahora, ¿cuál sigue siendo el mayor problema a la hora de recuperar las obras perdidas?

–El mayor obstáculo a la hora de recuperar las obras robadas ha sido la buena o la mala fe de los poseedores contemporáneos –que no es lo mismo que los verdaderos propietarios– y de sus abogados. En realidad, los casos judiciales son muy claros y la opacidad surge cuando los poseedores se empeñan en litigar la acusación y desestimar los hechos y evidencias. Es muy claro, pues se trata de obras robadas durante la guerra, lo que las clasifica, en derecho internacional, como botín de guerra, que es un crimen contra la humanidad que nunca prescribe. Así, nadie –poseedor o no– puede traspasar un título de propiedad que, en realidad, nunca le ha pertenecido.

El profesor de arte Ariel Bassano (i) participa en una rueda de prensa, en Mar del Plata, ante un cuadro robado por un oficial nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Foto: Diego IzquierdoEl profesor de arte Ariel Bassano (i) participa en una rueda de prensa, en Mar del Plata, ante un cuadro robado por un oficial nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Foto: Diego Izquierdo

Espías, marchantes y galerías

En 2012 sorprendió el hallazgo, por casualidad, de más de 1.400 obras de arte en un apartamento en Alemania. La colección fue descubierta en la casa de Cornelius Gurlitt, hijo de Hildebrand Gurlitt, un marchante y coleccionista de arte que trabajó para los nazis. Después de un tiempo pudo comprobarse que 14 de ellas pertenecían a familias judías. La falta de papeles no ha permitido conocer la procedencia del resto.

Hildebrand Gurlitt viajó a la Argentina varias veces, antes, durante y después de la guerra, acompañado por el también alemán Karl Buchholz. Los dos marchantes de arte fueron autorizados en 1939 por el régimen nazi para comprar y vender obras, en su mayoría del llamado “arte degenerado”, a cambio de una comisión fijada entre el 5 y el 25 por ciento. Buchholz, luego de la guerra, vivió y murió en Colombia.

Fotografías facilitadas por la fiscalía alemana de Augsburgo de varias obras de arte de Eugene Delacroix, Max Liebermann, Henri Matisse, Marc Chagall, y Auguste Rodin, todas ellas pertenecientes a las 1400 valiosas obras de arte incautadas en febrero de 2012 en un apartamento de Múnich. Foto: AFPFotografías facilitadas por la fiscalía alemana de Augsburgo de varias obras de arte de Eugene Delacroix, Max Liebermann, Henri Matisse, Marc Chagall, y Auguste Rodin, todas ellas pertenecientes a las 1400 valiosas obras de arte incautadas en febrero de 2012 en un apartamento de Múnich. Foto: AFP

Otros nombres aparecen una y otra vez en diversas investigaciones y documentos hechos públicos, como los de la Comisión Investigadora de Actividades Antiargentinas, del 28 de noviembre de 1941, de la Cámara de Diputados de la Nación; los archivos de la Comisión Roberts, creada en junio de 1943 por el gobierno de Estados Unidos; y la investigación de Connectas, plataforma periodística para las Américas, una de las pocas con foco en América.

En la investigación hecha por Connectas también se habla de “un marchante de arte que aparece y desaparece de Panamá y tiene conexiones directas con la Argentina”, además de calificar a la mayoría de comerciantes de obras de arte que están en la región como “menos escrupulosos” que los de otras latitudes.

“Con las obras de arte pasa como con el dinero negro: la primera mano que compra al expoliador o se beneficia del expolio es culpable, pero la segunda lo blanquea, así que es difícil probar ese paso de la primera a la segunda, y si son muchas…”, ha dicho Héctor Feliciano, autor de El museo perdido.

Se sabe que en la Argentina actuaron un buen número de espías nazis. Supuestamente participaron en operaciones que hicieron del país un lugar amigable para recibir, en su huida, a importantes jerarcas nazis acusados de delitos contra la humanidad y, en menor medida, en el tráfico de obras de arte. Se sitúa la residencia del embajador alemán, en el Palacio Balcarce, y la sede del consulado alemán, en Avenida 25 de Mayo, como posibles lugares donde se hablaba y ejecutaban algunos de estos actos.

Para Mario Florán, uno de los mayores expertos argentinos en trazabilidad de obras, puede ser cierto que algunas de las galerías de nivel internacional en Buenos Aires pudieron actuar como nexo entre quienes se apropiaron de esas obras y quienes estarían interesados en su compra.

El experto menciona también las investigaciones hechas por Connectas.org y dice: “A modo de ejemplo, está la Galería Wildenstein, que fue fundada en 1940 en Buenos Aires, en la calle Florida, cuyo director, reconocido como un especialista en averiguaciones de carácter histórico y técnico sobre cuadros y obras de arte, se vio envuelto en denuncias y casos judiciales que nunca prosperaron”.

Friedrich Kadgien, el Friedrich Kadgien, el «mago de las finanzas nazi» que tenía un cuadro robado a un galerista judío en Mar del Plata.

El misterio secunda a la Galería Wildenstein en la Argentina, que hasta 1990 se mantuvo activa. La familia propietaria, que dio su nombre a la sucursal porteña, sigue siendo hoy una de las dinastías de marchantes de arte y antigüedades más importantes del mundo. De origen judío, han sido acusados de comerciar arte robado por los nazis. Coincidencia o no, fueron los Wildenstein los que vendieron dos obras de Vincent Van Gogh que se comprobó habían sido robadas por los nazis. Una de ellas pertenece o perteneció a una familia argentina que la compró sin saber su verdadera procedencia.

Detrás de cada pieza expoliada hay una terrible historia. Hombres e instituciones fueron las víctimas. Hay actuales residentes en la Argentina que, en varias ocasiones y con resultados diferentes, pidieron la restitución de obras propiedad de su familia.

También vale la pena aclarar que obras de arte en territorio argentino, sospechadas de haber sido compradas a los nazis, quedaron libres de toda acusación, como fue el caso de la Colección Cambó.

Documentos desclasificados

Daniel Schávelzon es el autor de El silencio es oro. Tráfico de arte durante el nazismo en la Argentina y responde las preguntas de Clarín

–¿Por qué se sitúa a la Argentina como uno de los centros de triangulación de arte?

–Era el país de América Latina con mayor mercado de arte europeo, gobiernos complacientes y política de derecha. Poco fue traído por nazis refugiados; la mayoría fue comercializada por mercaderes internacionales que buscaban ganar dinero con gente a la que no le importaba el origen, o querían blanquearlos en exposiciones locales para luego vender a Estados Unidos. Revisar hoy los documentos desclasificados de la Segunda Guerra Mundial por el Ejército Aliado es una increíble fuente documental sobre la Argentina. En ellos aparecen familias reconocidas y muchos funcionarios del Estado y museos de esos años.

Poco fue traído por nazis refugiados; la mayoría fue comercializada por mercaderes internacionales que buscaban ganar dinero con gente a la que no le importaba el origen.

Daniel Schávelzon Autor de El silencio es oro

–¿Cree que habrá muchas de esas obras en la Argentina?

–Poco quedó de todo eso, la mayoría siguió viaje en ese momento o con los años. Algunos pueden haber quedado olvidados en viejas colecciones en las que sus propietarios prefieren no averiguar el origen de lo que compraron sus antepasados.

Durante la Segunda Guerra Mundial, las familias perseguidas huían sin poder llevarse nada o tenían que malvender. Muchos documentos se perdieron y se dan casos de descendientes que aseguran que sus parientes eran dueños de determinada obra, pero no tienen documentos, solo alguna imagen familiar donde esta se ve. Una prueba insuficiente para identificar y acreditar la propiedad.

En el caso de los museos e instituciones, también la falta de catálogos ha sido un impedimento, junto a la negativa de países y privados a devolver las obras.

El comisario general retirado Marcelo El Haibe, exjefe de Interpol Argentina y abogado, también tiene información.

El “Retrato de dama”, obra de Giuseppe Ghislandi, no aparece bajo ese nombre en el Catálogo Negro de su propietario original. Foto: gentileza.El “Retrato de dama”, obra de Giuseppe Ghislandi, no aparece bajo ese nombre en el Catálogo Negro de su propietario original. Foto: gentileza.

–¿Hay alguna manera de obtener justicia en el caso de los robos de arte hechos por los nazis?

–Una manera de obtener algo de justicia es devolver a los descendientes de las víctimas lo que les fue robado. Para ello, algunas organizaciones, sean civiles o públicas, nacionales o internacionales, intentan recomponer la situación. En ese sentido, Interpol Argentina cuenta con una base de datos sobre bienes culturales robados, absolutamente pública desde el año 2002, y la Organización Internacional de Interpol (OIPC), desde el año 2009, que permite con una sencilla operación saber si una obra de arte posee algún impedimento legal, pero para ello debemos aclarar que necesariamente debe existir una denuncia para que el pedido de secuestro prospere.

Al abogado José Miguel Puccinelli, del Estudio Beccar Varela, uno de los letrados con más experiencia en arte y derecho, le preguntamos:

–En los juicios de proveniencia se suele argumentar que muchas de las obras de arte fueron vendidas por sus dueños durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Son válidos estos documentos?

–En la mayoría de los casos a las víctimas no les ‘robaban’, les hacían firmar contratos de venta. Pero esos contratos son claramente nulos, porque la expresión del consentimiento estaba viciada por la violencia; es decir, no era un consentimiento libre (amenazas de diversos tipos).

–En el caso “Mar del Plata”, ¿cuál puede ser el destino de la obra y de sus actuales propietarios?

–Es difícil opinar sobre un caso en curso en el cual uno no interviene. En términos generales, desde un punto de vista penal, si aplicase el Derecho Penal argentino hay algunos principios muy básicos, como por ejemplo que nuestro Código Penal se aplica a delitos cometidos o cuyos efectos deban producirse en el territorio nacional y que la responsabilidad penal es personal y termina con la muerte del autor. Se habla en los medios de un supuesto encubrimiento por parte de la hija, pero pareciera difícil sostener esa figura, por el grado de parentesco y, fundamentalmente, porque todo parece indicar que la hija, actual poseedora de la obra, no conocía el origen espurio de la misma. ¿Quién en su sano juicio publicaría una foto donde aparece una obra de arte a sabiendas de su procedencia ilícita? Respecto de la restitución a los herederos, el tema no es sencillo. Por un lado, está el tema de la prescripción, y eso se decidirá según el derecho que resulte aplicable. El hecho de que no haya ninguna convención internacional que resulte aplicable a este caso concreto no ayuda.

En Europa ha habido varios casos de restitución de obra expoliada por los nazis que han merecido una gran difusión.

José Miguel PuccinelliAbogado del Estudio Beccar Varela

“Incluso en Europa, según conozco, si bien ha habido varios casos de restitución de obra expoliada por los nazis que han merecido una gran difusión en la prensa, los obstáculos son numerosos y algunas veces infranqueables por la prescripción. Por ello muchos casos concluyen con una negociación entre el actual poseedor y los herederos de la persona desposeída, que prevé una indemnización a favor de los actuales poseedores”.

“Bajo el Derecho Civil existe la acción de reivindicación, por la cual el propietario desposeído puede exigirle al actual poseedor que le devuelva la obra robada, pero hay ciertas limitaciones; por ejemplo, que si el actual poseedor es de buena fe, se le debe restituir el precio pagado, y la segunda es el tema de la prescripción, dado que, según nuestro Código Civil y Comercial, el actual poseedor de buena fe adquiere la plena propiedad transcurridos dos años desde su adquisición (si fuera onerosa) y, si es de mala fe, la prescripción se verifica a los 20 años. Todo deja entender que este plazo se habría cumplido en exceso”.

Contactamos también al Estudio Murias, de Mar del Plata, contratado por la familia Kadgien en relación con la obra aparecida en esa ciudad, de la Colección Goudstikker, pero no quisieron dar declaraciones.

El cuadro del artista italiano Vittore Ghislandi, robado durante la guerra, aparece colgado en el salón de una casa en una localidad argentina. © Servicio Nacional del Patrimonio Cultural/ Robles Casas & CamposEl cuadro del artista italiano Vittore Ghislandi, robado durante la guerra, aparece colgado en el salón de una casa en una localidad argentina. © Servicio Nacional del Patrimonio Cultural/ Robles Casas & Campos

Realidad y ficción

El tortuoso camino de las obras robadas por los nazis hace más de 80 años supera cualquier ficción. La ficción contempla desde la posibilidad de que Hitler escapara de Alemania y viniera al país, en libros como Hitler está vivo (Buenos Aires: Editorial El Tábano, Ladislas Szabo, 1947), hasta La agente nazi Eva Perón y el tesoro de Hitler, de Marcelo García, publicado por Editorial Sudamericana, que da cuenta de un supuesto encuentro entre Evita y Martin Bormann en Europa, sin la autorización de Perón, con el objetivo de negociar que parte del “tesoro nazi” que el presidente Perón había nacionalizado en la Argentina volviera a manos del delfín del Führer.

Redacción

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