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domingo, octubre 5, 2025

La crisis estructural de América Latina

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NUEVA YORK – Los problemas económicos de América Latina son estructurales y no desaparecerán por sí solos. Una encuesta reciente de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) lo confirma, mostrando que ni las reformas de mercado de los años 80 ni las agendas progresistas de los gobiernos de izquierda de las últimas décadas lograron un crecimiento sostenido. La conclusión es inevitable: los países latinoamericanos deben adoptar un nuevo modelo de desarrollo.

Luces y sombras sobre América Latina

Los datos lo respaldan. Desde 1990, el crecimiento anual ha promediado apenas 2,5%, menos de la mitad del 5,5% registrado entre 1950 y 1980, una etapa marcada por la industrialización estatal. La desaceleración afectó a casi todos los países, incluidos los dos más grandes, Brasil y México, y fue particularmente grave en Venezuela, donde la producción económica cayó a menos del 60% de su nivel de 1990.

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Los períodos de rápido crecimiento han sido escasos. El más notorio, entre 2004 y 2008, se debió en gran medida al auge de los precios de las materias primas, más que a reformas internas. En contraste, las crisis han sido frecuentes y severas, desde los efectos de la crisis financiera asiática de 1997 hasta lo que denomino la “nueva década perdida” entre 2014 y 2024, cuando el crecimiento anual cayó al 0,9%, incluso por debajo del 1,4% de los años 80.

La recuperación posterior también ha sido débil. La región creció 2,2% en 2024, y la CEPAL proyecta un ritmo similar para 2025 y 2026. El Fondo Monetario Internacional (FMI) coincide: prevé 2,2% en 2025 y 2,4% en 2026. Pese a este leve repunte, América Latina seguirá siendo la región en desarrollo de menor crecimiento, detrás de Medio Oriente, Asia emergente y África subsahariana.

El bajo desempeño económico ha tenido profundas consecuencias sociales. Tras descender entre 2002 y 2014, la pobreza se mantiene en torno al 30%, mientras la extrema pobreza ronda el 10%. La fragilidad fiscal agrava el cuadro: el alto endeudamiento público y las tasas globales elevadas obligan a los gobiernos a destinar buena parte de sus recursos al pago de deuda, con poco margen para el gasto social o la inversión pública.

Las causas estructurales del estancamiento son claras. La mayoría de las economías latinoamericanas sufrieron desindustrialización prematura desde las reformas de los 80, quedando dependientes de commodities en Sudamérica y de manufacturas de bajo valor agregado en el norte de la región. Con políticas industriales abandonadas o debilitadas e inversión en I+D mínima (0,6% del PBI, frente al 2,6% en China y 2,7% en economías de altos ingresos), la productividad se ha estancado.

A estos desafíos se suman los efectos esperados de las políticas económicas del presidente de EE.UU. Donald Trump. Entre ellas, mayores restricciones migratorias que reducirían remesas, un programa proteccionista de aranceles que impacta en sectores como el automotriz en México y Brasil, y el aumento del costo de financiamiento regional derivado de la política monetaria de la Reserva Federal.

El acero chino y el comercio desleal golpean a la producción en América Latina

La economía china representa a la vez una oportunidad y un riesgo: el comercio sigue creciendo, pero bajo un patrón decimonónico, con América Latina exportando materias primas e importando manufacturas. Además, el cierre parcial del mercado estadounidense podría llevar a China a colocar su exceso de producción en otros países, incluyendo la región.

La integración regional, antes una fuente de optimismo, se ha debilitado por tensiones políticas internas. No obstante, los aranceles de Trump podrían empujar a México a fortalecer sus lazos comerciales con el sur, abriendo nuevas posibilidades de cooperación.

Como señala el informe de la CEPAL, la agenda económica de la región debe transformarse en profundidad, empezando por políticas industriales efectivas apoyadas en mayor inversión en investigación y desarrollo. Esto permitiría aprovechar las oportunidades de la transición tecnológica y energética, potenciando cobre y litio como recursos estratégicos. También es clave revitalizar la integración regional en áreas como la cooperación tecnológica y el financiamiento intrarregional, junto con políticas sociales ambiciosas que generen empleo, apoyen a las pymes y fortalezcan el trabajo independiente.

Solo actuando con decisión, América Latina podrá romper el ciclo de estancamiento y crisis recurrentes y construir una economía con prosperidad duradera. De lo contrario, corre el riesgo de enfrentar otra década perdida.

*Ex subsecretario general de Naciones Unidas y ex ministro de Hacienda de Colombia, es profesor en la Universidad de Columbia, miembro del Comité de Políticas de Desarrollo de la ONU y de la Comisión Independiente para la Reforma de la Tributación Internacional de Empresas.

Proyect Syndicate

Redacción

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