Hace más de quince años, unos muchachones hicieron una serie de videos en YouTube como una especie de sátira mal actuada que ponía el acento en músicos que se hicieron populares en Estados Unidos a fines de los años ’70. La serie tuvo un éxito enorme y de ahí se desprendió un nuevo nombre para algo que hasta ese momento era un concepto vago acerca del rock más suave: “yacht rock”, que abarcaba a varios intérpretes que se habían hecho populares entre 1976 y 1984: Michael McDonald y The Doobie Brothers, Loggins & Messina, Daryl Hall & John Oates. Todos los chistes de la serie tenían juegos de palabras relacionadas con lo náutico y con lo suave, lo delicado.
De ese término impreciso, y un poco injusto, que es el “yacht rock”, Christopher Cross debería ser el rey, no solo por estilo o porque su éxito estalla en el medio del período que abarca la etiqueta, sino porque sus canciones tienen títulos que parecen haber nacido para la navegación en aguas abiertas: Sailing (navegando) y Ride like the wind (viajá como el viento).

Su primer disco se publicó en 1979, lleva su nombre y un flamenco en la portada que se ha convertido en su animal fetiche: vendió seis millones de copias y convirtió a Cross en el niño mimado de la industria, con tres Grammy solo por el tema Sailing (cinco en total para él).
La palabra “smooth” (suave, delicado), utilizada para la chacota de la serie online, sirve también para definir a este señor de 74 años, amable, gentil, y bastante didáctico, que es recordado por sus canciones que eran de alta rotación en tiempos en que proliferaban las radios para un público “adulto contemporáneo”. Vuelve a la Argentina el 13 de diciembre para tocar en el Campo Argentino de Polo con Toto, otros señalados por la etiqueta del “yacht rock” (aunque parece no gustarles).
Cantante de grandes baladas
La edad no afecta la imagen de Christopher Cross, que siempre se caracterizó por la sobriedad y por esa gorra que no parece de capitán sino de cantautor comprometido. Viene de hacer una gira con Toto y Men At Work, y aguarda con calma el tramo sudamericano.

“Esa configuración de tocar con otras bandas –cuenta en charla por Zoom con Clarín– es muy placentera; con la mayoría de estos músicos he sido amigo de toda la vida y lógicamente nos divertimos muchísimo cuando salimos todos juntos de gira”.
La pregunta del millón: qué piensa del término “yacht rock”, proviniendo de una serie online que los tomaba como chiste. “A ver… es como una cosa de amor/odio, pero con el tiempo aprendimos a aceptarlo. Comenzó con una serie de videos muy tontos, que tuvieron efectos muy importantes», responde.
Y agrega: «Atrajeron a mucha gente joven hacia nuestra música, y eso fue creciendo al punto que hay un canal exclusivo para ‘yacht rock’ en Sirius XM (radio satelital, muy popular), y nos contaron que es su canal más popular junto con el de los Beatles. Tenemos que aceptar que popularizó nuestra música en una audiencia joven, aunque nos hubiera gustado que no se basaran solo en nuestros primeros éxitos; tengo doce álbumes”.
No es que Christopher Cross reniegue de sus grandes éxitos; es tan inevitable que cante Sailing, como que Paul McCartney tenga que hacer Yesterday en cada presentación. Y como Paul, acepta las cosas como son: “Tuve que desarrollar una perspectiva, y honestamente soy un agradecido por haber tenido varios hits que llegaron a muchísima gente. Sobre todo porque hay muchísimos artistas que lamentablemente no pudieron tener esa clase de éxito y a veces la gente ni siquiera sabe de su existencia», asegura.

Prosigue: «Entonces, disfruto mucho la reacción del público cuando toco Sailing o Tema de Arthur (otro de sus #1). Si tocás, los que fueron a verte pagaron por un ticket y conocen la discografía, pero son esas canciones las que me permiten intercalar temas de discos más recientes”.
Hay un dato muy curioso que circuló por las redes sociales, que revelaba que una noche del año 1970, Christopher Cross tuvo que reemplazar a Ritchie Blackmore en Deep Purple. Parecía el delirio de alguien afectado por una mala combinación de químicos, pero él mismo confirma que es cierto:

“¡Pasó de verdad! Yo estaba viviendo en San Antonio, Texas, tenía 19 años y Deep Purple iba a hacer su primer show en Estados Unidos. Blackmore tuvo un episodio gripal muy fuerte y ellos se presentaban en un lugar donde yo tocaba con mi bandita. El promotor les dijo: ‘hay un muchacho que toca aquí regularmente, toca muy bien, y podría reemplazar a Ritchie esta noche’. A todos les pareció una buena idea, menos a Ian Gillan que no estaba muy feliz con el plan. Luego pude conocer a Ritchie en el aeropuerto, que me agradeció el reemplazo. Y no solo eso: hace poco me contactó para que cuente la historia en un documental que están haciendo sobre él”.
En 1970, Christopher Cross tenía el pelo muy largo y campera de cuero: lo opuesto a lo que sería su imagen profesional. Ya estaba muy metido en la música, a la que despertó gracias a su padre y sus discos. “Mi viejo era alcohólico, médico pediatra, pero cada tanto ponía sus discos de Benny Goodman, sacaba su contrabajo y se ponía a tocar sobre la música: nunca lo vi tan feliz. Entonces fui a la disquería y le expliqué al empleado que a mi padre le gustaba Benny Goodman, y le pregunté si no tenía algo así, pero para jóvenes. Entonces el hombre me dio un disco que me cambió la vida: Take five, del Dave Brubeck Quartet. Así comenzó todo”.
Arrancó tocando jazz en la batería, pero se le complicaba escribir canciones desde ese lugar. “Fue un largo viaje –reconoce- y la llegada de los Beatles modificó las cosas. Yo ya había escuchado a The Everly Brothers y Buddy Holly, pero fueron los Beatles los que me gatillaron las ganas de crear mis propias canciones. Después descubrí a The Beach Boys, que también influyeron mucho hasta que escuché a Joni Mitchell, que fue como otro descubrimiento trascendental con sus letras, sus armonías y sus afinaciones inusuales. También gente como Randy Newman, Paul Simon, Tom Waits y Leonard Cohen me marcaron”.

Al tiempo que golpeaba puertas para ver si se le abría un pasadizo secreto que lo llevara al sueño del disco propio, ensayaba con un baterista que pintaba cuadros, y que le trajo una imagen: “Tu música se ve así”. Era el dibujo de un flamenco, enmarcado como en el centro de la tapa de un disco. “Lo colgamos en la pared y nos enfocamos en él. Tiempo más tarde, cuando terminé el primer disco, yo creía que una foto mía no era buena para la portada; tenía un poco de sobrepeso y no me veía precisamente como Brad Pitt. Ahí recordé al flamenco y se lo mostré a la gente de Warner Brothers”.
La tapa quedó como algo icónico y la forma del flamenco se incorporó al logo de Christopher Cross, apareciendo modificada en otras portadas. “En el segundo disco que hice, me volqué a las baladas (Another page, 1983), y en el tercero me puse un poco más agresivo porque estaba corriendo carreras con el auto (Every Turn Of The World, 1983). Siempre compuse mis canciones desde el momento que estaba viviendo; mi música es absolutamente sincera. Nunca me aferré a una fórmula como para hacer la segunda parte de Sailing, . Una vez vi un reportaje que le hacían a Bob Dylan donde le preguntaban por qué no componía otra canción como Blowing in the wind. ‘Porque no puedo’, dijo, ‘ya no soy esa persona’. Y me pareció una buena respuesta”.
¿Y qué clase de persona es hoy Christopher Cross? “Tengo 74 años y escucho a Miles Davis y Bach. Ocasionalmente pongo un disco de James Taylor, Jackson Browne o Joni Mitchell, y hasta descubro nueva música como esta cantante británica Imogen Heap, que realmente me gusta. Pero lo que más escucho son radios de noticias, me gusta sufrir un poco».

-¿Vas a hacer más discos?
-No sé si voy a hacer más discos, estoy muy cómodo saliendo de gira, tengo 100 shows por año. Y muchas ganas de volver a Buenos Aires, que me resulta muy diferente a las del resto de Sudamérica. Le estoy diciendo a mi banda: ‘Esperen a llegar a Buenos Aires. Va a ser algo especial’. Sé que es una ciudad mágica y no los va a defraudar. Es un vuelo largo, pero cuando llego me subo al escenario y ver las caras de las personas, recibir los aplausos es mi recompensa: la conexión con el público. Ahí está el éxito”.