Redacción El País
En el lenguaje cotidiano solemos usar tristeza y depresión como sinónimos, aunque en realidad hacen referencia a fenómenos muy distintos. La tristeza es una emoción natural que aparece ante pérdidas, decepciones o situaciones dolorosas. Es transitoria y, con el tiempo o al resolverse aquello que la provoca, tiende a disminuir.
La depresión, en cambio, no es un estado de ánimo pasajero, sino un trastorno mental que impacta de manera significativa en la vida diaria. Sus manifestaciones pueden extenderse durante semanas o meses, alterando el sueño, la alimentación, la concentración e incluso las relaciones con otras personas.
Especialistas en salud mental insisten en que distinguir entre ambas es fundamental: mientras la tristeza forma parte del ciclo emocional humano, la depresión requiere atención profesional y un abordaje terapéutico adecuado.
La depresión como problema de salud pública
Según la Organización Mundial de la Salud, más de 280 millones de personas en el mundo viven con depresión. Se trata de una de las principales causas de discapacidad y, cuando no se diagnostica ni se trata a tiempo, puede tener consecuencias graves.
Los síntomas más frecuentes incluyen pérdida de interés en actividades habituales, cansancio persistente, cambios en el apetito, sensación de vacío y pensamientos de desesperanza. A diferencia de la tristeza, estos síntomas no desaparecen con facilidad ni guardan relación directa con un hecho puntual.
La depresión también puede aumentar la vulnerabilidad a enfermedades físicas, como problemas cardiovasculares, y repercutir en la vida laboral o académica. Por eso, se considera un desafío de salud pública que requiere un abordaje integral, con terapia psicológica, acompañamiento médico y, en algunos casos, medicación.
No existe una única causa que explique por qué una persona desarrolla depresión. Se suele hablar de una combinación de elementos biológicos, psicológicos y sociales: antecedentes familiares, desequilibrios químicos en el cerebro, experiencias traumáticas, situaciones de estrés prolongado o pérdidas importantes.
También pueden intervenir cambios hormonales o factores ambientales, como en el caso de la depresión posparto o el trastorno afectivo estacional, vinculado con la falta de luz solar.
Un mito persistente es creer que la depresión refleja debilidad de carácter o falta de voluntad. Los expertos subrayan que se trata de una enfermedad que requiere tratamiento, y no algo que se solucione únicamente con “pensamiento positivo”.

Foto: Freepik (generada con inteligencia artificial)
La tristeza como parte de la vida
La tristeza cumple un papel adaptativo: ayuda a procesar experiencias difíciles y a avanzar en la aceptación de lo ocurrido. Aunque puede ir acompañada de llanto, vacío interior o cambios momentáneos en el apetito y el sueño, generalmente disminuye con el tiempo.
Lejos de ser una emoción negativa en sí misma, puede motivar la introspección, favorecer la empatía y fortalecer los vínculos con los demás.
Reconocer la diferencia entre tristeza y depresión permite actuar de manera adecuada. Informarse, romper con los mitos y pedir ayuda a tiempo son pasos clave para proteger la salud mental y generar entornos más comprensivos y solidarios.
En base a información de El Tiempo/GDA