Eva tiene un apellido que suena y genera una sonrisa. Es una Capusotto, es la hija menor de Diego, el humorista que trascendió por sus sketchs en Cha cha cha y Todo por dos pesos. Tiene 22 años y está dando sus primeros pasos en la calle Corrientes y también sus primeras entrevistas.
Se acomoda en la silla, baja la voz, se ríe. Tiene esa simplicidad y transparencia que la hacen cálida. Viene directo de la facultad y, de pronto, se encuentra hablando con Revista GENTE de su debut en el teatro comercial. Cuando termina la charla, se pregunta: “¿Qué habré dicho?”. Y es justamente esa mezcla de pudor y entusiasmo lo que la describe.
Hija de Diego Capusotto y de María Laura, escenógrafa, joyera y bailarina, Eva creció entre ensayos de danza, idas al teatro y objetos hechos a mano. Elizabeth, su hermana mayor, eligió la abogacía. Ella, en cambio, encontró en el escenario un lugar propio. Primero fue la danza, después el teatro, hasta descubrir a los 16 que lo que más quería era ser actriz. Desde entonces, se fue metiendo en obras pequeñas hasta que le llegó la propuesta y, si bien primero dijo que no, ahora está feliz de haberse animado.
En persona transmite una calma extraña: se la ve con un look descontracturado, sin poses, pero al mismo tiempo se nota que mide cada palabra. Habla de su papá con ternura. Lo describe como un compañero de ensayo antes que como el hombre que marcó a generaciones. Y se define, sin vueltas: “Él es el que miran todos, yo lo acompaño”.

El debut de Eva Capusotto en Tirria
La oportunidad le llegó de una manera poco convencional. Diego estaba armando Tirria junto a Pedro Saborido y Enrique Federman, director de la obra. Había un papel vacante, Elenita, y él pensó en su hija. Al principio, Eva dijo que no: tenía otros compromisos y la propuesta le resultaba demasiado grande. “Soy una boluda, ¿cómo voy a decir que no?”, se reprochó más tarde. El tiempo acomodó las piezas y finalmente aceptó.
Tirria es una sátira sobre la vida cotidiana en un país que parece vivir en crisis permanente. Los personajes atraviesan vínculos familiares cargados de tensión, discusiones políticas y escenas absurdas que funcionan como espejo de lo real. El elenco se completa con actores del circuito independiente y el humor aparece sin la lógica del sketch televisivo: es teatro puro, con la corrosión habitual de Capusotto y la novedad de tener a su hija en escena. Para ella, significó el salto más grande: debutar en el Metropolitan, con tres funciones seguidas y junto a su padre.
–¿Qué sentiste al actuar con él?
–Hermoso. Al principio me dio miedo, pero enseguida se volvió natural. Es muy profesional y hace que todo sea fácil.
–¿Te ponía más nerviosa que fuera tu papá?
–Sí, las primeras semanas de ensayo me daban miedo. Después entendí que era más ameno de lo que imaginaba y que el elenco ayudaba mucho.
–¿Lo sentís como un desafío o como un alivio tenerlo al lado?

–Un alivio. Pienso que a él lo miran todos, y yo lo acompaño. Eso me libera.
–¿Cómo reaccionó el público en estas primeras funciones?
–Muy bien, lo disfruté muchísimo. Tenía miedo por las tres funciones seguidas, pero después me di cuenta de que quería más.
De Benedetti al Metropolitan
Su primera experiencia en serio fue Palabras urgentes, una obra armada por un profesor de la facultad con textos de Mario Benedetti. Eva tenía apenas 18 y el proyecto la conmovió. “Fue muy lindo, lo recuerdo con mucho cariño. Era la primera vez que sentía lo que era actuar de verdad”, dice.
De chica había jugado a disfrazarse con Elizabeth, su hermana. Después se dedicó a la danza, hasta que la actuación se impuso. “Cuando terminé el secundario me metí en la carrera, ya estaba convencida de que eso era lo mío”. Hoy, mientras combina estudios con proyectos teatrales, reconoce que le tiene respeto a la cámara. “Todavía no sé qué tan bien me manejo frente a ella. Me da miedo, pero sé que algún día voy a probar”, confiesa.
¿Qué te generó tu primera obra con Benedetti?
–Me emocionó muchísimo. Era poner el cuerpo a algo que solo había leído. Sentí que estaba donde quería estar.
–¿Jugabas a actuar de chica?
–Sí, con mi hermana hacíamos coreos, nos disfrazábamos. Siempre estaba esa energía en casa.

–¿Qué te llevó a dejar la danza y enfocarte con la actuación?
–La danza me encanta, pero en la actuación encontré algo más fuerte. Era un lugar donde podía decir cosas.
–¿El cine y las series son un horizonte cercano?
–Me atraen, pero les tengo respeto. Algún día voy a probar. Por ahora, el teatro es donde más disfruto.
La herencia y la presión del apellido
El apellido Capusotto no es fácil de llevar. Eva lo sabe. “Ya tenés una imagen fuerte de antemano, y sentís que tenés que estar a la altura”, admite.
Sus amigos la cargan todo el tiempo con chistes y memes de los personajes de su padre. “Jesús de Laferrere es mi preferido desde chiquita, le tengo mucho cariño”, dice. También recuerda las veces que fue al estudio de grabación de Peter Capusotto y sus videos: “Era como ir a Disney. Se divertían mucho grabando y se notaba”.
–¿Cómo es tu papá en casa?
–Muy gracioso. Vive haciendo chistes. No todo el tiempo, claro, pero siempre tiene algo.
–¿Tu generación lo conoce?
–Todos lo conocen. Muchos sketches se volvieron memes y lo tienen presente.

–¿Qué te pasa cuando ves su humor hoy?
–Creo que sigue vigente. Mis amigos lo citan todo el tiempo.
–¿Sentís que heredar el humor es inevitable?
–No sé. A veces me dicen que lo tengo en la sangre, pero yo no estoy tan segura. Eso lo dirán los demás.
Vida familiar y primeros amores
La familia Capusotto se completa con María Laura, la madre, y Elizabeth, la hermana mayor. Los cuatro siguen muy unidos. “Mis papás siempre fueron tranquilos, nunca nos pusieron muchos límites. Creo que por eso fui obediente, buena alumna. No necesitaba rebelarme”, dice Eva. Elizabeth ya vive sola, pero cerca; Eva todavía comparte la casa familiar.
También hay espacio para lo personal: está empezando una relación con un compañero de la facultad. “No sé si decir novio todavía, pero sí, estamos juntos”, se sincera. Y se ríe cuando le preguntan cómo es Diego como suegro: “Divino. No es celoso, ni a palos. Mis viejos son muy tranquilos”.
Su madre es otra presencia fuerte. “Hace de todo. Es escenógrafa, hace joyería, fue protesista dental. Tiene mucha habilidad manual. Muchos de los anillos que usa mi papá son obra de ella”, cuenta con orgullo.
La familia Capusotto se completa con María Laura, la madre, y Elizabeth, la hermana mayor. Los cuatro siguen muy unidos. “Mis papás siempre fueron tranquilos, nunca nos pusieron muchos límites. Creo que por eso fui obediente, buena alumna. No necesitaba rebelarme”, dice Eva. Elizabeth ya vive sola, pero cerca; Eva todavía comparte la casa familiar.

–¿Cómo es la convivencia de hija única?
–Muy tranquila. Siempre nos dejaron hacer nuestro camino.
–¿Qué rol tiene tu mamá en tu formación?
–Muchísimo. Hace de todo: escenografía, joyería, danza. Me inspira mucho.
–¿Cómo es tu relación con tu hermana?
–Muy buena. Ella eligió otro camino, pero siempre nos acompañamos.
–¿Estás enamorada?
–Sí, muy. Aunque todavía no lo llamemos “novio”. Estamos yendo de a poco.
–¿Tenés referentes?
–Me gusta mucho Maricel Álvarez. Siempre la tengo presente.
–¿Qué sentís que todavía te falta?
–De todo. Estoy empezando. Quiero aprender, probar y equivocarme.
Fotos: Chris Beliera