“El capital chino es un capital paciente: no espera un retorno inmediato, está dispuesto a absorber costos, a diferir beneficios; está mirando con una perspectiva de muy largo plazo”, explica. “Esto que se ve en la política económica china se ve en la política exterior. Es una diferencia con Estados Unidos muy importante a tener en cuenta”, sostiene. “La política exterior de Estados Unidos se caracterizó por una constante indiferencia en relación con América Latina. La política exterior china sigue un curso exactamente contrario”, dice. “En las relaciones internacionales de Trump, definitivamente hay una dimensión ideológica que supera las consideraciones puramente económicas o políticas de interés nacional”, señala. “Esto no sólo sucede hoy con la derecha; en algún momento, en las primeras décadas del siglo XXI, también había una diplomacia presidencial de izquierda”, precisa. “Un orden internacional basado en afinidades ideológicas se termina porque no es sostenible. Los países no tienen amigos ni enemigos; tienen intereses”, subraya. “Los gobiernos pueden ser de derecha o izquierda, pero los intereses permanecen. Eso es lo que garantiza previsibilidad y futuro”, desarrolla. “¿Quién va a pagar el costo de todo lo que va a invertir Estados Unidos en la Argentina? Lo invierte por Milei. Y por el otro lado, ¿qué va a pasar con la Argentina si no está Trump?”, concluye.
Desde Washington, el destacado especialista en América Latina, el paraguayo Diego Abente Brun, estuvo en La Repregunta. Abente es director del programa de Estudios en América Latina y el Caribe de la Elliott School of International Relations en la George Washington University. Tiene una larga experiencia en el mundo académico, en organismos internacionales y en el sector de la sociedad civil, siempre vinculado con la región. Es Doctor en Ciencia Política y Gobierno por la Universidad de Nuevo México.
La Argentina de Milei, ¿por qué Trump le da tanto respaldo? El factor China y el soft power de la billetera. Capital occidental vs chino, ¿cómo juega el corto y el largo plazo? América Latina, de patio trasero a tablero clave. Abente Brun hizo su análisis.
Aquí, la entrevista completa.
-Primera cuestión: en todo el mundo, en la Argentina y también en Estados Unidos, sorprende el nivel de respaldo que obtuvo la Argentina de parte de Donald Trump y también del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent. Hay muchas hipótesis. Me interesa focalizarnos en la relación entre Estados Unidos y China y cómo los intereses de esos dos países podrían estar impactando en América Latina y específicamente, en la Argentina. La idea a priori es que hay una competencia feroz entre esas dos naciones en varios sentidos. En el presente y hacia el futuro de ese vínculo, ¿qué palabras lo describen mejor? ¿Competencia feroz o un acercamiento gradual?
-Las dos. Hay una competencia estratégica muy intensa, una rivalidad que ha alcanzado niveles muy altos en estos últimos meses, desde el inicio de la administración del presidente Trump. Pero al mismo tiempo hay acercamiento. Una vez iniciada aquí la administración Trump, ha habido un proceso de escalada iniciado por Trump con las tarifas, respuestas retaliatorias de parte de China, nuevas escaladas, nuevas respuestas de China hasta que se ha llegado a un punto tal en el que ya no es posible seguir escalando. La única opción que queda es desescalar. Es en ese contexto que deben inscribirse estos acercamientos, que han sido varios. Inclusive, la posibilidad de una reunión próxima entre Xi Jinping y el presidente Trump. En la relación entre China y Estados Unidos, o Estados Unidos y China, es importante entender que compiten ferozmente -o mejor, otro adjetivo: compiten intensamente, porque prefiero usar un concepto más neutro-, pero se necesitan. Tienen que encontrar la forma no ya de cooperar sino de convivir. Durante la administración Biden, respecto de la relación entre China y Estados Unidos, se usaba mucho esa expresión, que era una relación de competencia y cooperación según los temas. Ahora se da lo mismo, pero es más entre competencia y convivencia, más que cooperación.
La política exterior de Estados Unidos se caracterizó por una constante indiferencia en relación con América Latina. La política exterior china sigue un curso exactamente contrario
-Convivencia es como una especie de tolerancia mutua.
-Sí, tolerancia mutua. Podríamos hacer una analogía con lo que sucede en una escalada de tipo nuclear, cuando se llega a un punto tan alto que está asegurada la destrucción mutua. Ninguna de las dos partes está dispuesta a llegar a ese nivel de destrucción mutua asegurada. Es la doctrina del MATE, que en inglés es “mutual assured destruction”. En este caso de la relación Estados Unidos-China no se trata de un conflicto nuclear, pero la analogía sirve para comprender la actual competencia estratégica entre Estados Unidos y China: se ha llegado a un equivalente de lo que podría ser una destrucción mutua. Y ni Estados Unidos ni China están dispuestos a llegar a ese punto.
-Vimos el costado conflictivo de ese vínculo entre Estados Unidos y China en la guerra comercial y el caso de Huawei, prohibida en Estados Unidos. Pero en los últimos meses nos sorprendió el acercamiento entre esos dos países, dispuestos a negociar la toma de responsabilidad de Estados Unidos sobre TikTok en su operación dentro del territorio americano. Ahora negocian si Estados Unidos también va a tener acceso al algoritmo para evitar el riesgo de robo de información y de inteligencia china infiltrada a través de TikTok. ¿Cómo se explica ese caso en este contexto?
-Quizás deba comenzar por decir que las múltiples líneas de tensión entre Estados Unidos y China terminan representando una suerte de nudo mal atado. Es decir, hay una serie de temas que se enrollan o desenrollan, que se conectan y a veces se desconectan en otro momento. Hay que distinguir entre Huawei y el caso de TikTok. El caso de Huawei representa una competencia estratégica por el liderazgo en 5G. Se inscribe en una competencia general en términos de inteligencia artificial, que es muy importante, de semiconductores, telecomunicaciones, todo lo que está en la primera línea del avance tecnológico: ahí hay una competencia. El caso de TikTok es distinto porque, como usted mismo dijo, ahí el tema fundamental es un tema de seguridad: el acceso que el gobierno chino pueda tener, vía TikTok, a una cantidad de información de usuarios en Estados Unidos. La discusión sobre TikTok tiene más que ver con una dimensión de seguridad interna, a diferencia de lo que puede hacer Huawei y otras competencias más vinculadas con el posicionamiento global de Estados Unidos y de China y del liderazgo en el campo de estas innovaciones tecnológicas de inteligencia artificial, comunicaciones, telecomunicaciones, microchips, etcétera.
-Ahora, en el caso de TikTok, dada la sensibilidad del tema de la seguridad interna de Estados Unidos, se podría pensar que el gobierno de Trump, que es tan osado en algunas decisiones, podría decidir prohibirlo dentro de Estados Unidos. Y sin embargo, la fórmula de resolución de ese problema es muy inusitada, muy curiosa: un TikTok que va a ser operado en Estados Unidos por Estados Unidos. ¿Cómo es posible ese nivel de acuerdo tan original entre dos naciones que se recelan tanto? ¿Cómo se llega a ese salto cualitativo de la relación que permite una resolución constructiva sin el factor prohibición y con el apoderamiento de TikTok por parte de Estados Unidos dentro de su territorio?
-Es una excelente y difícil pregunta. Pensemos en qué sucedió con Nvidia. Es una empresa que fabrica una tecnología de semiconductores muy avanzada que China necesita. Durante la administración Biden, se pusieron restricciones muy estrictas para la venta de esa tecnología de parte de las compañías norteamericanas, en este caso, Nvidia, a China. Durante la actual administración, se ha llegado a un acuerdo liderado por el presidente Trump que le permite a Nvidia vender cierto tipo de semiconductores con la condición de que pague una suerte de impuesto o de contribución de 15 por ciento al gobierno norteamericano. Es una solución tan atípica que hasta los mejores expertos en economía no terminan de entender cómo una empresa privada como Nvidia compartiría o entregaría o transferiría al gobierno federal el 15 por ciento de los beneficios que obtenga de esta relación con China. Si usted mira el caso de Nvidia y mira el caso de TikTok, hay bastantes similitudes.
-La idea de “guerra fría” es, en realidad, una simplificación que no permite ver los matices y la riqueza del vínculo entre Estados Unidos y China. Quiero traer esa dimensión llena de grises y de matices al territorio de América Latina. Históricamente, se consideró que América Latina era el patio trasero de Estados Unidos. ¿Qué está pasando ahora que Donald Trump le pone tanta ficha, por ejemplo, en esta decisión tan crítica de bombardear los barcos que salen desde Venezuela en el tráfico de drogas? O en esta otra decisión tan crítica que es el apoyo a la política económica del presidente Milei. ¿Es una respuesta de Trump al factor del riesgo chino en este patio trasero, que ahora deja de ser tan trasero?
-Este concepto de patio trasero ha quedado desfasado. América Latina en su conjunto, como región, ya no es el patio trasero. Es un tablero geopolítico en el cual Estados Unidos juega y juega China y juegan otros actores y los propios países. Ya no es el patio trasero.
-¿Desde cuándo ya no es? ¿Cuánto influye la decisión estratégica china de avanzar con inversiones de infraestructura muy sensibles en América Latina, con su soft power para instalarse en este nuevo territorio? ¿Cuánto influye ese avance de China en el hecho de que América Latina, para Estados Unidos, ya no es el patio trasero?
-Influye mucho. No es más el patio trasero. Es un tablero geopolítico y se aplica a la región en general. En particular, puede haber relaciones asimétricas con algunos países pequeños de Centroamérica, sobre la que se puede decir que es el patio trasero. También en esos casos hay consideraciones geopolíticas, pero lo que predomina es: este es mi patio. No sucede lo mismo con Argentina, con Brasil, con Chile, con Colombia, con México, países que tienen economías, territorios y presencia en general muy fuerte: en ese caso, ya no son patio trasero. ¿Cómo juega China aquí? En el contexto de esta competencia estratégica entre Estados Unidos y China, Estados Unidos empezó a ver con considerable preocupación la presencia de China, pero no se da recién con la administración Trump sino antes, con la administración Biden, incluso ya desde el final de la primera administración de Trump. Hay dos dimensiones. Una es la presencia de China como competencia en América Latina y otra es la presencia de China acumulando poder en una confrontación global, en una competencia global. Lo de China, sin duda alguna, afecta mucho, pero juega diferentes roles en diferentes países. No es lo mismo en la Argentina que en Brasil o que en Chile y Perú, o Colombia.
-Me interesan esas distinciones. ¿Podría trazar algunas diferencias de la relación de Estados Unidos con Brasil o con la Argentina y cómo juega China en cada caso?
-Le mencioné los casos de la Argentina y Brasil, y de Chile y Perú, o sea, el Atlántico y el Pacífico, los dos lados del Tratado de Tordesillas. Colombia también, pero la dejamos afuera porque tiene una realidad muy particular. En el caso de la Argentina y de Brasil, juega China pero tanto como China, juega lo ideológico. Pero comparada con las últimas cinco, seis o siete administraciones norteamericanas, esta administración de Trump se distingue por el mayor peso que juegan consideraciones domésticas en la formulación de la política internacional, y entonces acá se da un espejo. En la Argentina, es la simpatía total, la identificación total entre la base de apoyo de Trump en Estados Unidos, la derecha o ultraderecha del CPAC y la posición del gobierno de Milei. Es lo exactamente opuesto en el caso de Brasil, donde pesa la antipatía hacia Lula y la simpatía con Bolsonaro. Por eso lo del nudo mal atado. Hay dos dimensiones: una dimensión ideológica, política que define cercanías o lejanías, distanciamiento o acercamiento. Y China está en el medio. En el caso de Chile y Perú, todo es mucho menos ideológico; es mucho más pragmático.
-En esos dos países, hay más continuidades, no importa quién gobierna: cuando hay alternancia política, cuando hay cambios de gobierno, hay una continuidad de sus políticas económicas, por ejemplo. La ideología no define en ese aspecto.
-Sí, y por otro lado, no existen tampoco aliados ideológicos que puedan jugar un rol en la relación en Chile o en Perú. Y es notable porque Chile, por el cobre, los recursos, el litio, todos los recursos naturales que tiene, es un país importante para Estados Unidos. En el caso de Perú, por el puerto de Chancay, además, los minerales. Pero como ni en Perú ni en Chile existe esa polarización y ese potencial aliado ideológico, la dimensión ideológica pasa a un segundo plano. En el caso de Argentina y en el caso de Brasil, sucede lo contrario.
-Una encuesta del Pew Research Center de principios de año, realizada en veinticuatro países, mostró cómo ha evolucionado el apoyo respecto de China: sigue liderando Estados Unidos, pero China ha avanzado en promedio en la consideración positiva de la opinión pública. En la Argentina, todavía el apoyo en favor de Estados Unidos es más significativo: 52 por ciento a favor de Estados Unidos, 47 por ciento a favor de China, con un crecimiento de cinco puntos en su consideración positiva. Brasil es un país neutro en ese sentido, con el apoyo en el mismo nivel: Estados Unidos con el 56 por ciento y China, con el 51 por ciento. ¿Este avance general en promedio de una perspectiva positiva sobre China en muchos países de América Latina y de otras regiones del mundo es algo que descuidó Estados Unidos? ¿Es decir, Estados Unidos se concentró tanto en su rol de regulador de los conflictos en el mundo, con foco en el hemisferio norte, que descuidó la posibilidad de que China mejorara su percepción global? Había una idea de que China entraría al capitalismo y a la democracia. Entró al capitalismo, pero no entró en la democracia. Y sin embargo, la consideración global ha crecido. ¿Hay algo de esa inteligencia de China en términos diplomáticos y estratégicos que toma por sorpresa a Estados Unidos?
-Sin duda, es lo que ha sucedido en las últimas dos décadas. Los guarismos que vemos hoy no son producto de algo que sucedió recién, un relámpago, un trueno. Es una tendencia. En el caso de Estados Unidos, después del 11 de septiembre, después de los atentados a las Torres Gemelas y a los aviones, Latinoamérica desapareció del mapa para Estados Unidos. Eso se refleja en la atención, en la importancia que se les ha prestado a los países de la región. En ese mismo período en que la política exterior de Estados Unidos se caracterizó por una constante indiferencia en relación con América Latina, la política exterior china sigue un curso exactamente contrario. Y hoy vemos los números, como usted dice. Hay que ver cómo evoluciona, si las cosas se mantienen iguales. Pero de todas maneras es muy difícil que China pierda tan fácilmente el terreno que ganó. Para China, ganar ese terreno fue muy difícil porque es un país extraño, un país distinto. Es un país tan lejano a los países de América Latina en términos de cultura, de lenguaje, de tradición histórica.
-¿La astucia de China fue poner plata contante y sonante, tanto en la forma de inversiones o de un crecimiento del comercio exterior con América Latina como en la forma de swaps, por ejemplo, uno de los temas de conversación entre el gobierno de Estados Unidos y el gobierno del presidente Milei? Un swap chino que no le cae muy simpático al gobierno de Estados Unidos. ¿Esa forma de influencia contante y sonante fue la manera en que China puso bandera en América Latina?
-Sí, totalmente. La estrategia de China se basa en una tradición muy china, el confucionismo. Mao hablaba de la larga marcha de los diez mil li (NdelE: medida de longitud de la dinastía Qin): se refería a la guerra que lo llevó al poder en China en 1949. Mao decía que era apenas un episodio breve de una larga marcha. Es un concepto muy derivado del confucionismo: esa percepción de que las cosas suceden lentamente, de que los resultados se ven en el tiempo. Un colega mío aquí, el profesor Stephen Kaplan, escribió hace dos o tres años un libro muy importante titulado Globalizing patient capital, La globalización del capital paciente. Señalaba exactamente cuál es la política de China: la paciencia. Es un capital paciente, es un capital que no espera un retorno inmediato, que está dispuesto a absorber costos, que está dispuesto a diferir beneficios, que está mirando en una perspectiva de muy largo plazo. En cambio, el capital occidental es un capital impaciente que busca el retorno en un plazo breve, corto, y cuando hay alguna turbulencia, sale.
-Resultadista.
-Sí. En cambio, lo que sucede con China es: hay turbulencia, se queda. Esto que se ve en la política económica china se ve en la política exterior. Es una diferencia muy importante a tener en cuenta.
-Me parece interesantísimo. Finalmente, quiero enfocarme en la relación entre Trump y Javier Milei. ¿Por qué cree usted que Trump está dispuesto a hacer este gesto de apoyo tan contundente, tan curioso, que incluso le trae problemas con parte de sus votantes, por ejemplo, con los sojeros de Estados Unidos, en un momento en que Trump está complicado en las encuestas? En la última encuesta de The Economist, muestra un 56 por ciento de desaprobación y un 39 por ciento de aprobación, un diferencial negativo de 17 puntos, altísimo a esta altura de un mandato comparado con Biden o con el último de Obama. ¿Qué es lo que hace que esté dispuesto a llevar a tanto nivel la ayuda aún en este contexto? ¿Es un capricho? ¿Hay algo de una política del capricho o hay algo más estructural detrás de eso?
-Veamos a lo estructural. Están los tweets de Bessent; también de algunos sectores vinculados con la producción de soja de Estados Unidos que critican el acuerdo de Trump con la Argentina. Algunos dicen: ¿por qué vamos a salvar la Argentina cuando la Argentina nos está inundando el mercado chino con soja argentina y está influyendo sobre los precios de nuestros productos? La respuesta de Bessent es, justamente, que el acuerdo busca evitar que la Argentina siga creando problemas con una competencia comercial que afecte adversamente a los productores sojeros. Ése es un tema cuyos resultados e implicancias habrá que ver con el tiempo. Ahora, ¿qué es lo que lo mueve a Trump? En todo lo que es su presidencia y lo que fue su campaña, se destacan los incentivos ideológicos y políticos. Por eso le aumenta las tarifas a Brasil a 50 por ciento; y por eso le da la mano o el abrazo a Milei. Definitivamente hay una dimensión ideológica que supera las consideraciones puramente económicas o políticas de interés nacional. Esto no sólo sucede hoy con la derecha; en algún momento, durante Unasur, en las primeras décadas del siglo XXI, también había una diplomacia presidencial. Eso es algo que se suele criticar, y con razón: el hecho de que consideraciones ideológicas y políticas jueguen un rol tan importante. En el largo plazo, generaron el colapso de la Unasur. Y en el mediano plazo, el precio de la ideologización actual se va a pagar…
-¿Quién va a pagar el precio, la Argentina o Estados Unidos?
-Ciertamente lo van a pagar ambos de alguna manera.
-¿Cómo se paga ese precio? ¿Cuál es ese precio?
-Es imposible que Estados Unidos guíe toda su política exterior basado en consideraciones ideológicas, de simpatía o antipatía. Eso se va a terminar. ¿Cuándo va a terminar? No sé, pero va a terminar. En el caso de la Argentina, también. El gobierno de Milei va a terminar. Puede que sea reelecto, o no, pero la Argentina tiene un sistema democrático muy sólido: los gobiernos no se eternizan en el poder y el gobierno de Milei también va a terminar. Ahora mismo está enfrentando dificultades muy serias con las elecciones parlamentarias que vienen en octubre, también con las elecciones en la Provincia de Buenos Aires. Es decir, esto va a terminar porque no es sostenible. Como no fue sostenible el mismo proceso que se dio con la izquierda a principios del siglo XXI. Un orden internacional basado en afinidades ideológicas no es sostenible. Los países no tienen amigos ni enemigos; tienen intereses. Es un dicho que viene de un lord inglés, que lo dijo muy claramente: Inglaterra no tiene amigos ni enemigos en lo personal; tiene intereses.
-Salvo que, para Trump, la ideología sea una herramienta de consolidación de afinidad, en este caso con la Argentina de Milei, y eventualmente con otros gobiernos de derecha que puedan surgir en América Latina, y que esa consolidación del vínculo ideológico funcione como barrera de entrada para la consolidación del poder chino en América Latina. Si es así, ese instrumento puede continuar.
-Sí, es así. Pero hablando de costo, ¿qué le puede pasar a Estados Unidos si mañana Milei pierde las elecciones? ¿Qué le puede pasar si no es reelecto? ¿Quién va a pagar el costo de todo lo que invirtió Estados Unidos?
-Es una pregunta importante.
-Lo invirtió por Milei. Y por el otro lado, ¿qué puede pasar con la Argentina si no está Trump? Trump no puede ser candidato en las próximas elecciones, pero J.D. Vance parecería ser uno de los candidatos más probables. ¿Qué pasa si pierde?
-Es una gran pregunta que queda abierta. En el caso de la Argentina, es el nudo de la cuestión. ¿Qué pasa si se da la alternancia de gobierno en Estados Unidos hacia un gobierno de signo político distinto que revise esos acuerdos? O eventualmente, ¿qué le pasa a Estados Unidos si sucede lo mismo en la Argentina?
-Por eso estos acuerdos tienen que basarse en intereses, porque los intereses son permanentes. Los gobiernos pueden ser de derecha o izquierda, pero los intereses permanecen. Eso es lo que garantiza previsibilidad y futuro.