La historia de Anabel, la ingeniera química que dejó la perforación para vender ollas y hoy factura el 40% de su antiguo sueldo, es el espejo de una docena de relatos. Es la abogada que ahora diseña escarapelas, la médica que montó su pastelería o el trabajador despedido que se convirtió en «marido a domicilio». Todos comparten un patrón: el sacrificio y la resiliencia patagónica como plataforma para la reinvención.
Soledad Pérez Dunaj es la creadora de Pericacheca, una marca de accesorios que se hizo conocida por sus escarapelas made in Comodoro. Foto: Fredi Carrera.
Para muchos, la industria del petróleo o su trabajo como profesional representaba una estabilidad económica a cambio de una vida sin tiempo, pero el cansancio de largas jornadas y la sensación de haber tocado un «techo» impulsaron a muchos a un cambio. También a veces la obligación de buscar un sustento al haberse quedado sin trabajo.
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Martín Lastra es un ejemplo de ello. Trabajó diez años en el petróleo en Comodoro, pero en 2016, cansado de no poder pasar tiempo con su familia, lo dejó todo, se mudó a El Hoyo y abrió un food truck de sándwiches.
Gastón Cano tiene una historia similar. Era petrolero, ganaba bien, pero quería viajar. Un día decidió pegar el salto y al volver a Comodoro se reinventó con el primer carrito de pizza estilo napolitana con horno a leña, un emprendimiento que siempre está presente en diferentes eventos que hay en la ciudad.
Gaston es el maestro pizzero de El Conteiner, las pizzas hecha en un horno arriba de un food trucks. Foto: Fredi Carrera.
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Frans Vera y Guillermo Campano, por su parte, crearon Reino Fungi Patagonia, un emprendimiento de hongos orgánicos que tienen la misma textura de la carne y con el que sueñan traspasar las fronteras de la Patagonia.
La convicción de estos emprendedores es simple. «Si tenés ganas de aprender algo, lo podés hacer y llegar adonde vos quieras», dice Anabel Zanatta, quien entendió que el mundo de la alta gerencia o la complejidad de la perforación le habían enseñado una lección invaluable: que siempre hay una forma de hacer que la rueda gire y desde hace unos meses se dedica al mundo del mercadeo. Aunque a algunas personas les cueste entenderlo, le va bien, le gusta y disfruta lo que hace.
Anabella también se animó a pegar el salto y hoy incursiona en el mundo del mercadeo con muy buenos resultados.
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Los nuevos emprendimientos de los ex trabajadores petroleros demuestran que la matriz económica de la región se está diversificando. Las habilidades aprendidas en la industria—la gestión de proyectos, la logística y la resiliencia al estrés— se aplican ahora a los sabores, el deporte o el mantenimiento del hogar, pero no son las únicas profesiones que van por un plan B.
La médica Noelia Ruarte combina sus turnos de pediatría con la gestión de Parissina, su propia pastelería. Laura Cárdenas, chef y gastronómica, por su parte, se volcó a la pastelería con masa madre. Mientras que Elizabeth Barrientos es escribana y abogada, y hoy se dedica a la alimentación saludable con Nanna, un emprendimiento que elabora tartas, alfajores y otros productos dulces que aportan nutrientes.
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Por supuesto, hay otros que tienen que reinventarse por obligación, como Alejandro Chanampa, despedido tras 25 años en la industria, quien usa sus conocimientos técnicos para convertirse en «marido a domicilio». O el caso de Claudia Toledo, quien comenzó vendiendo neumáticos en un garaje y se metió de lleno en un rubro “de hombres”.
Lo cierto es que la verdadera riqueza de la Patagonia está en la capacidad de su gente para reinventarse, hacer lo que les gusta y poner todo para que sus emprendimientos crezcan y sean rentables. Ejemplos sobran.