Psicólogo español sostiene que la felicidad no depende de la edad, sino de cómo encaramos la vida y dejamos de idealizar etapas pasadas como la niñez o la juventud.

Foto: archivo.
Redacción El País
“Todo tiempo pasado fue mejor”, reza el dicho popular. Sin embargo, la psicología advierte que esa nostalgia suele ser un truco de la memoria. Muchas personas, al recordar su niñez, se aferran a la idea de la inocencia y la despreocupación, pero también era un tiempo de dependencia y limitaciones.
Lo mismo ocurre con la juventud, asociada a los descubrimientos y la libertad, aunque cargada de inseguridades y ansiedades. Incluso la vejez se presenta de manera ambivalente: mientras algunos la ven como una etapa de sabiduría y calma, otros la viven como un tiempo de pérdida.
Frente a esa mirada idealizada, la psicología contemporánea propone otra perspectiva: la felicidad no depende de una edad concreta, sino de cómo percibimos y transitamos la vida en el presente. Según el psicólogo español Rafael Santandreu, la clave no está en contar años sino en entrenar la mente para dejar de quejarse y empezar a valorar lo que tenemos a mano.

Cuando una persona logra correrse del lamento permanente y se enfoca en lo positivo de su entorno —desde lo cotidiano hasta lo más profundo—, comienza lo que el especialista define como la mejor etapa de la vida. Esa conciencia plena, ejercida con constancia, puede ser más intensa y satisfactoria que cualquier recuerdo de la infancia o de la adolescencia.
La invitación, entonces, es a dejar de lado la comparación con el pasado y asumir que la plenitud llega cuando cambiamos la forma de pensar. Para la psicología actual, la mejor etapa no se mide en fechas ni en décadas: arranca cuando elegimos mirar la vida con otra actitud y entendemos que la felicidad depende menos de lo que vivimos y mucho más de cómo lo interpretamos.
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