Este concepto sudafricano recuerda que la vida solo cobra sentido en comunidad. Un camino que une bienestar, solidaridad y una forma distinta de entender la felicidad.

Foto: Pixabay.
Redacción El País
En las lenguas bantúes del sur de África existe una palabra que resume una filosofía entera: Ubuntu. Su traducción literal sería “soy porque somos”. Una idea que parece simple, pero que encierra una visión profunda: nadie se completa en soledad, sino en vínculo con los demás.
Ubuntu invita a comprender que el éxito no tiene valor si no se comparte y que el bienestar propio depende, de manera directa, del bienestar ajeno. No se trata de un término de moda, sino de un legado cultural transmitido de generación en generación, que permitió a comunidades enteras sobreponerse a la adversidad gracias a la cooperación y la interdependencia.
En Occidente comenzó a conocerse en la segunda mitad del siglo XX, durante las transiciones políticas de Zimbabue y Sudáfrica, luego del apartheid. Fue Nelson Mandela uno de sus grandes difusores, al salir de prisión con un mensaje de unidad y reconciliación. También Desmond Tutu lo incorporó en su prédica, recordando que la humanidad de cada persona está inevitablemente enlazada a la de los demás.
Una parábola que lo explica todo
Para ilustrar el sentido del Ubuntu, suele compartirse una historia convertida en parábola moderna. Un antropólogo, en una aldea africana, propone un juego: coloca una canasta de dulces bajo un árbol y les dice a los niños que quien llegue primero se queda con todo. Sin embargo, en lugar de competir, los chicos se toman de la mano y corren juntos hasta la meta. Cuando el investigador pregunta por qué no se enfrentaron, uno responde que de nada sirve disfrutar de todos los caramelos si los demás quedan tristes.
La enseñanza es clara: el valor de cualquier logro se multiplica cuando es colectivo.

Triay, Emilia
Generosidad y ciencia
Esta filosofía no solo tiene un trasfondo cultural, también encuentra eco en la investigación científica. Paul Zak, especialista en neuroeconomía, estudió los efectos de la oxitocina, conocida como “la hormona de la confianza”. En un experimento entregó dinero a un grupo de personas con la posibilidad de compartirlo. La mayoría decidió cederlo, y al recibir la misma confianza de otros, devolvió parte de la ganancia.
El hallazgo fue revelador: quienes más producían oxitocina al sentirse tenidos en cuenta eran también los más generosos. En definitiva, dar y recibir activa un círculo virtuoso que refuerza la felicidad y la cooperación.
Una lección vigente
El Ubuntu plantea una pregunta clave: ¿de qué sirve acumular bienes si a nuestro alrededor otros sufren carencias? En un mundo marcado por la competencia, esta filosofía recuerda que la verdadera riqueza está en la comunidad.
Quizás el mayor aporte del Ubuntu sea recordarnos que la humanidad no avanza por acciones individuales, sino por lo que hacemos juntos. Y que, al fin y al cabo, somos felices porque somos con otros.
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