A primera vista, a comienzos de los años ’80, Celeste Carballo era la cantante revelación que sobresalía en festivales como Pan Caliente tocando la guitarra y cantando canciones y blues con la fuerza de una Janis Joplin local. Nada más alejado de Norberto «Pappo» Napolitano, que en esa misma época vestía tachas y jugaba a ser heavy con su grupo Riff. Sin embargo ambos terminaron siendo grandes amigos y compartieron grabaciones, recitales y aventuras de todo tipo.
Tantos años de amistad se acaban de convertir en un inesperado y sorprendente álbum de versiones acústicas de temas de Pappo como El tren de las 16, Desconfío, El hombre suburbano, Longchamps boogie y Rock and roll y fiebre. La presentación será este sábado 20 en el teatro ND Ateneo.

Su proyecto anterior era bien diferente: en abril de 2024 cantó tangos en un club de jazz con el Quinteto Revolucionario, de la Fundación Piazzolla. Ahora pegó un giro de 180 grados.
«La idea -cuenta- bajó del cielo blusero y vino a buscarme en mi casa. Lo que pasó fue hace exactamente un año me llamó José Palazzo para contratarme como violero de la banda para un homenaje a Pappo en el Cosquín Rock 2025. Pregunté quién más iba a cantar y me dijo que iban a venir muchos invitados de todas las bandas importantes. ¡Todo inventado, porque al final solo vino Juanse!».
Elegir ese repertorio no le resultó complicado, porque conocía todos los discos de Pappo’s Blues desde el momento mismo de su publicación, a partir de 1971, cuando ella estaba en Primer Año del secundario. «O sea que pasé toda mi adolescencia -agrega- escuchándo a Pappo y los Rolling Stones. Era una gran época para escuchar discos, porque grababan en vivo en estudios donde el ambiente era muy seco y los temas tenían mucha dinámica, sin tanta compresión como ahora».

-¿En qué momento dijiste “Hago todo acústico”?
-La idea primaria era totalmente otra, pero no la voy a decir porque era una deformidad total y los fans me iban a correr. Pero no lo hice por miedo, sino porque descubrí adónde quería ir y cuál era el camino. Decidí ir en busca de la canción, con la idea de llevar al Carpo a un público mayoritario. Sin deformarlas, pero hacerlas canción para acercarnos a la gente que quizás tiene un desconocimiento o un prurito hacia el blues.
Historias compartidas
-Pappo grabó en tu primer disco del ’82. ¿Ya se habían cruzado antes, a fines de los años ’70?
-No. Recién nos cruzamos en el escenario en un festival del día de la primavera, tipo 1982, en Parque Sarmiento. De hecho, en esos días estaba grabando mi álbum debut y creo que ahí lo invité a tocar. Me acuerdo que vino al camarín cuando yo estaba afinando, y se quedó al lado mío, parado, mirándome. Le dije que estaba grabado y que me encantaría que viniera a tocar un tema, así que me dio su teléfono y participó en dos temas, por ejemplo Desconfío.

-Supongo tenés muchas anécdotas con Pappo.
-Sí. Al poco tiempo, cuando yo estaba grabando los demos de Celeste y La Generación, fuimos juntos a un show de una banda de heavy metal que venía de afuera. Después fuimos a cenar y dimos vueltas hasta que se hizo muy tarde y le dije que me iba a la quinta de mi hermano. ¡Y lo llevé en moto! Le encantó todo y se quedó con mis hermanos y toda la familia.
-Una vez tocaste con él en Mendoza, dentro del aniversario de un programa de cable, Rocanrol.
-Tal cual. A los dos nos llamaron para tocar en el teatro Independencia, alrededor del año 2000, justo cuando yo había tomado una idea de tocar con bandas locales y encontré una de Mendoza que hacía blues. ¡Me quedaba un mes tocando en Mendoza y era genial! Entonces, cuando me proponen ir a tocar allá les dije que tenía la banda local. Se sumó Pappo, que en el camarín le pasó un tema a la banda, siempre charlando, matándose de risa.

-Tenía un costado adorable y también se podía convertir en monstruo. ¿Con vos siempre estuvo todo bien?
-Siempre un caballero. Una persona genial. Si se ponía monstruo era porque había gente estúpida adelante de él. Para mí era un tipo muy brillante, con una mente brillante, y siempre te daban ganas de charlar con él. En sus letras lo veo filósofo, incluso con esbozos de un pensamiento muy profundo a nivel social. ¡Tampoco era que se ponía a escribir un panfleto, pero simplemente te bajaba una línea interesante mezclada con alguna anécdota!
Realmente siempre fue una persona fuera de serie, no solamente un violero fuera de serie. Ahora, cuando empecé a buscar todo el repertorio, también escuché todas las versiones que hay sobre sus temas, para ver si estaban en otra tonalidad, si habían respetado las formas o para dónde habían ido. Y encontré que, aparte de tocarse todo con el swing que tenía, los riffs están a contrapelo de la melodía cantada, algo difícil de hacer al cantar a la vez.
-Lo imagino yendo de sorpresa a tu casa en General Rodríguez cuando andaba cerca con la moto por la ruta.
-Aparecía también porque en un momento compró una casa a cinco cuadras, que era de mi hermano. Vivió ahí bastante tiempo y venía a buscarme. Me llamaba por teléfono y avisaba que iba a venir. ¡Yo no tenía alcohol y le ofrecía té de manzanilla! Tocaba la viola y me contaba de sus viajes por Estados Unidos, de donde había vuelto hace poco.
Una anécdota tremenda que me enteré después que voló al cielo es que me vino a buscar tres veces apenas unos días antes del accidente, pero yo estaba viviendo en Capital porque estaba presentando Celeste Acústica 2. Me acuerdo que volví a los dos meses y la gente del almacén me contó que me había estado buscando.

-¿Te parece que con estas versiones más gente puede llegar a descubrirlo y revalorarlo?
-Creo que sí. Esa es un poco mi idea, aparte del gusto de poder cantar los temas de esa manera. Me gustan desde siempre y nunca voy a tocar como el Carpo ni pretender ese sonido. Yo le tiro esta onda a la gente, que se saquen la remera del prejuicio y se pongan una camiseta de amor y escuchen. Es un disco que que va tranquilo, los temas pasan rápido y no hay solos impertinentes.
Los nuevos shows
-Es un disco corto. ¿Cómo te imaginás los shows, con qué cosas más?
-Lo que pasa es que el show mío ya tiene un montón de cosas. Tengo todo un repertorio gigante y la gente viene a escuchar todo, desde este disco hasta los anteriores, como Celeste acústica, Chocolate inglés y Me vuelvo cada día más loca. Y quizás algún tema nuevo.
Siempre estoy buscando formas de hacer shows. Porque no hago recitales, sino que trato de hacer shows, una cosa que empieza y termina, que tiene un sentido, un ritmo y un desarrollo. Este show, más que nada, es para encontrarnos, porque siempre tocaba en el ND en septiembre y hace dos años que no lo hago.

-¿Por qué?
-Porque no tenía disco nuevo o por los cambios económicos que frenaron un poco la cosa. Pero este año tuve dos sincronizaciones de dos temas míos en una serie y una película que no puedo anticipar, pero eso me dio un resto económico para grabar y hacer el teatro. Y yo, inmediatamente, dinero que entra por la música vuelve a la música.
Me río cuando la gente dice que solo soy cantante, porque canto gracias a que hago todo lo demás: soy cantante, compositora, productora artística, productora ejecutiva, arreglador. ¡Y aparte soy música! Tengo la cuenta CeCeCarballo en YouTube, que es mi espacio digital para editar material, y soy una mini PyME hace como 20 años, con un catálogo muy interesante.
-¿Qué viene después, ya lo tenés pensado?
-Pasa que me está tocando hacer proyectos en colaboración, como el año pasado que toqué con el Quinteto Revolucionario, la orquesta de tango de la Fundación Piazzolla. Después, acto seguido, salió esto del Carpo. Ahora tenemos otro proyecto en Uruguay con una cosa totalmente distinta, pero que tiene que ver con mi repertorio, por lo menos.
-También deberías tocar lo de Pappo en más lugares.
-Si. Eso está incorporado al repertorio. El disco está en mi Spotify, en YouTube, en todos lados. La gente lo ama y no hay críticas de ninguna especie, cosa que me parece buenísimo. El sonido que hicimos es clásico, una técnica básica que pega de lleno en el inconsciente colectivo, y por eso no hubo rechazo.