La lactancia no es un acto individual, sino un derecho que requiere redes de apoyo, políticas públicas y acompañamiento real. Mientras en América Latina solo el 43% de los bebés recibe lactancia exclusiva durante seis meses, la experiencia de ACADP demuestra que con presencia, formación y cuidado comunitario ese número puede duplicarse.
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La lactancia humana exclusiva no depende solo del deseo de una madre. Depende de todo lo que la rodea.
Acompañar una lactancia no es solo ayudar a que el bebé tome la teta. Es abrir un espacio de escucha, de respeto, de presencia real. Es mirar a esa madre, en ese momento, con todo lo que le pasa. Es entender que detrás de cada comienzo hay dudas, expectativas, cansancio, decisiones y también deseo.
Lamentablemente, muchas veces ese deseo se ve truncado por falta de apoyo. En América Latina, solo el 43% de los bebés recibe lactancia humana exclusiva durante los primeros seis meses, según datos de la Organización Panamericana de la Salud. Y ese número no tiene que ver con la voluntad individual, sino con el contexto: ¿quién acompaña? ¿qué red sostiene? ¿qué herramientas están disponibles?
La lactancia humana exclusiva salva vidas. Según la Organización Mundial de la Salud, garantiza una nutrición óptima durante los primeros meses, protege contra infecciones respiratorias y gastrointestinales, y reduce el riesgo de mortalidad infantil. También contribuye al desarrollo neurológico y emocional del bebé, y tiene beneficios a largo plazo para la salud materna, como la reducción del riesgo de ciertos tipos de cáncer y enfermedades cardiovasculares.
Además, es una práctica que genera vínculos, seguridad y contacto. Pero para que esto suceda, no alcanza con decirlo. Hay que construir las condiciones.
En los servicios de salud donde trabajamos desde ACADP, ese número cambia. Allí, el 80,6% de los bebés son amamantados exclusivamente durante los primeros seis meses. Esa diferencia no es casual. Es el resultado de años de presencia en el territorio, de formación de puericultoras, de construcción de vínculos, de promover una mirada respetuosa sobre la lactancia y la crianza.
Porque la lactancia no se impone. Se acompaña. Y cuando hay acompañamiento, hay más posibilidad de sostener.
Por eso insistimos en que la lactancia no es una tarea individual. Es un derecho. Y como todo derecho, necesita condiciones para poder ejercerse: políticas públicas, licencias adecuadas, hospitales preparados, equipos formados y, sobre todo, una comunidad que abrace.
Lo que muestra esta diferencia —entre el 43% y el 80%— es que cuando hay una puericultora, las cosas cambian. Estar presentes, mirar con empatía, ofrecer herramientas, es mucho más que un acto técnico: es un compromiso con la salud, con el vínculo, con la vida.
La lactancia humana exclusiva no depende solo del deseo de una madre. Depende de todo lo que la rodea. Cuando hay acompañamiento, hay lactancia. Cuando hay red, hay posibilidad. Y cuando nos comprometemos como sociedad a estar, a formar, a cuidar, entonces sí, la lactancia deja de ser un privilegio y se convierte en un derecho que todas pueden ejercer.
Presidenta de ACADP (Asociación Civil Argentina de Puericultura)