Ser ministro de economía no es un lugar para ser amado sino para ser eficaz
Una y otra vez el gobierno pretende gobernar y, como tiene los votos, cuenta con un presupuesto aprobado antes de arrancar. La oposición no entiende que a casi nadie le importa un pepino lo que ellos dicen excepto si se quejan bien. Los opositores no son “patriotas” que cogobiernan: son controladores del gasto. No los votaron para gobernar; los sacaron, así que si se creen el rol que no tienen es solo porque les gana la soberbia. Punto. Gobierna el que gobierna con los que “engancha” o seduce. Controlan, los que deben hacerlo, eso es la democracia. Cualquier otro calculito berreta es miserable.
El presupuesto no tiene nada revolucionario. Nada es atroz. Su núcleo central es aumento del gasto a través de impuestos. Algunos más o menos discutibles, otros, un mamarracho. No cambia el país un pepino con esto. Y la primera infancia no la cambian así. De veras que no. Una vez más, recursos que se los traga la máquina burocrática. No aprendemos más. Ni que hablar que mintió el gobierno, el presidente y el ministro de Economía cuando decían “no vamos a subir impuestos”. Y ese cuento de que no tenían los números… ¡Vamos! ¡Esto es un quiosco! Todos sabían los números. ¿Nos gastan a la gilada?
Dice Daniel Chasquetti que los gobiernos de izquierda se supone que gastan. Tiene razón, pero ese supuesto es según el momento. Uruguay tiene poco margen para seguir endeudando al país. Lo seguimos haciendo olímpicamente y, algún día no muy lejano, nos podemos despertar con el infierno en la torre. No hay economista serio que no entienda esto. Es raro lo de Oddone, lo digo seriamente; uno lo oía, lo leía, lo veía y creía que tenía un proyecto abajo de la manga. Qué sé yo. Algún dibujo, algo, que tuviera un mecanismo de captura de inversión extranjera atractiva. ¡Nada, che! Y además le lleva la creación de varios cargos e inventillos que anda por la vuelta a legisladores que lo vienen a ver y a los que no les dice que no. Débil lo veo.
Gabriel, un consejo de onda: un ministro de Economía solo adquiere seriedad el día que dice miles (millones) de no, algún sí excepcional, y además que se sabe plantar en su proyecto (?) Ser ministro de Economía no es un lugar para ser amado sino para ser eficaz a la nación. La silla dura un rato y luego solo queda: o el respeto o la puteada. (¿Me equivoco? Repasá conmigo a todos tus predecesores desde 1985 a la fecha).
De Orsi digamos dos cosas: hay un Orsi que empalma con la gente (como cuando Leo Sarro lo corre y el presidente le chamuya como si fuera una novia nueva y la marea) y hay un Orsi espectral que la elite del país mira con pánico porque luego de un semestre ya se hizo el primer año de escuela y se supone que ya sabe agarrar el tenedor. Y no. Yo huelo que hay más de Orsi, pero que no se tira a la piscina porque la barra es Trasante en su mejor época. Va a seguir así la cosa: o ellos o usted, presidente; eso es un líder. El líder conduce su vanguardia del proletariado (Lenin básico).
Por supuesto que yo tengo sesgo. Soy opositor. Pero sé comerme los goles cuando los meten. Cero necedades. Por ahora es flojo lo que producen: una política exterior ni chicha ni limonada. Una política de seguridad vencida. Y el resto lo ve cualquiera. Orsi sobrevive con la gran Fidel Pintos, pero la gente se cansa y pide resultados. Y la política siempre es veleidosa. Muy veleidosa. Por eso nadie debería estar feliz, ni el gobierno que va a los tumbos, ni la oposición que no logra estar entera, coordinada y sólida. ¡Uruguay nomá!
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