En el dinámico paisaje financiero de Latinoamérica, un cambio silencioso, pero radical está en marcha. Las plataformas de pago de persona a persona (P2P). Este fenómeno, impulsado por la necesidad de eficiencia y la creciente desconfianza en los sistemas financieros convencionales, revela el poder emergente de las finanzas en la sombra, un ecosistema que opera en paralelo y a menudo fuera del escrutinio de los reguladores.
Tradicionalmente, las transacciones entre personas han estado dominadas por los sistemas bancarios. Transferencias interbancarias, a menudo lentas y con comisiones elevadas, han sido la norma. Sin embargo, en una región con altos niveles de población no bancarizada y con un acceso limitado a servicios financieros formales, la necesidad de alternativas ha sido constante. Aquí es donde las plataformas P2P han encontrado un terreno fértil. Con solo un teléfono móvil y una conexión a internet, los usuarios pueden enviar y recibir dinero de manera casi instantánea, superando las barreras geográficas y las limitaciones de los horarios bancarios.
Plataformas como PayPal, y otras más localizadas, han capitalizado esta necesidad, ofreciendo una experiencia de usuario sencilla y una infraestructura robusta. El éxito de modelos como Binance P2P en países con restricciones cambiarias, como Venezuela, es un claro ejemplo de este fenómeno. En estos entornos, donde el acceso a divisas fuertes es difícil y las monedas locales pierden valor rápidamente, los pagos P2P se convierten en una herramienta vital para la supervivencia económica. Permiten a los ciudadanos comprar y vender activos digitales y fiduciarios entre ellos de forma directa, sin la intervención de un tercero, eludiendo así los controles gubernamentales y protegiéndose de la devaluación.
Este auge del P2P no es solo una cuestión de tecnología; es un reflejo de un cambio social. Es una respuesta a la rigidez y la burocracia de los sistemas financieros tradicionales. La gente busca soluciones que se adapten a su ritmo de vida, que sean transparentes y que les ofrezcan un mayor control sobre su dinero. Las plataformas P2P, al operar en una zona gris entre las finanzas formales e informales, se han convertido en la opción preferida para una nueva generación de consumidores y comerciantes.
El crecimiento de las plataformas P2P representa un desafío directo para el modelo de negocio de los bancos tradicionales. Históricamente, los bancos han actuado como los guardianes de las transacciones financieras, cobrando comisiones por cada servicio. Con la llegada de los pagos P2P, esta posición de intermediario se ve amenazada. Si una persona puede enviar dinero a otra de manera instantánea y a bajo costo a través de una aplicación, ¿por qué recurrir a un banco?
Este fenómeno está obligando a los bancos a repensar sus estrategias. Para competir, se ven forzados a invertir en tecnología, mejorar sus aplicaciones móviles y reducir sus comisiones. Algunos han optado por lanzar sus propias plataformas de pago instantáneo para no quedarse atrás en la carrera digital.
Sin embargo, el desafío no es solo tecnológico; es cultural. Las plataformas P2P han demostrado una agilidad y una capacidad de adaptación que a menudo falta en las instituciones financieras de larga data. Su modelo se basa en la comunidad, en la confianza entre los usuarios, lo que les otorga una flexibilidad que los bancos, sujetos a un estricto marco regulatorio, no siempre pueden igualar.
El éxito de plataformas P2P en economías volátiles también ha demostrado su potencial como una herramienta para la inclusión financiera. En lugar de exigir a los usuarios que cumplan con complejos requisitos para abrir una cuenta bancaria, estas plataformas permiten que cualquier persona con un teléfono inteligente se convierta en un participante activo de la economía digital. Esto, a su vez, puede estimular el comercio local y regional, ya que las transacciones se vuelven más accesibles y fluidas. .
A pesar de sus beneficios, el auge del P2P en la región no está exento de desafíos y riesgos. Al operar fuera del alcance de la regulación bancaria tradicional, estas plataformas se convierten en un terreno fértil para el lavado de dinero y otras actividades ilícitas. La falta de un sistema de verificación de identidad robusto en algunas de estas aplicaciones puede permitir que actores maliciosos se aprovechen de su facilidad de uso para mover fondos sin dejar un rastro auditable.
Además, el crecimiento de los pagos P2P presenta un desafío para los gobiernos, especialmente en países con controles de capital. Si las transacciones se realizan en una moneda digital o fiduciaria que no está bajo el control del banco central, el estado pierde la capacidad de monitorear los flujos de capital, lo que podría tener implicaciones significativas para la política monetaria y la estabilidad económica. La fuga de capitales, que ya es un problema en muchos países de la región, se facilita enormemente con la adopción de estas tecnologías.
Este es el poder de las finanzas en la sombra en su máxima expresión: una fuerza que, al operar en las grietas del sistema financiero tradicional, puede tanto empoderar a los individuos como socavar la autoridad estatal. Los reguladores se enfrentan a un dilema. Si intentan prohibir estas plataformas, corren el riesgo de impulsar a los usuarios a soluciones aún menos seguras y transparentes. Si optan por regularlas, el desafío es encontrar un equilibrio que permita la innovación sin comprometer la seguridad y el control.
La conversación sobre las plataformas P2P a menudo se centra en su potencial para derrocar a los bancos tradicionales. Sin embargo, esta visión podría ser demasiado simplista. Si bien es cierto que estas plataformas representan un desafío, también es posible argumentar que su auge está obligando a los bancos a modernizarse y a ser más eficientes. En lugar de una confrontación inevitable, el futuro de los pagos en Latinoamérica podría ser un modelo híbrido, donde las finanzas tradicionales y las finanzas en la sombra coexistan y se complementen.
Las plataformas P2P podrían servir como un puente para que las personas no bancarizadas accedan finalmente a servicios financieros formales. Una vez que se familiarizan con el uso de estas aplicaciones para transacciones, podrían sentirse más cómodos abriendo una cuenta bancaria, solicitando un crédito o invirtiendo. De esta manera, en lugar de ser una amenaza, el crecimiento del P2P podría ser el catalizador para una mayor inclusión financiera, impulsando a las instituciones tradicionales a innovar y a crear productos que satisfagan las necesidades de una población cada vez más digitalizada.
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