El despliegue de buques de guerra por parte del presidente Donald Trump frente a las costas de Venezuela, sumado a la autorización para emplear la fuerza contra organizaciones de narcotráfico, ha reavivado la especulación sobre una posible acción militar inminente en América del Sur. ¿Será Venezuela el primer objetivo de la nueva Doctrina Monroe “MAGA” de Trump?
Por Tom O’Connor, de Newsweek internacional
Las decisiones de la Casa Blanca reflejan un viraje más amplio en la política exterior bajo el lema “America First” (Primero América), que concibe a todo el continente americano como parte de la zona de interés de Estados Unidos. Una visión que remite a la Doctrina Monroe de hace 200 años, utilizada como fundamento para la intervención contra el colonialismo europeo y la expansión comunista en la región.
Con Venezuela y su presidente Nicolás Maduro en la mira, expertos y exfuncionarios advierten que podría estar gestándose una nueva etapa de proyección del poder estadounidense en el hemisferio occidental.
“Este despliegue masivo de fuerza es consistente con los esfuerzos de la administración por reafirmar su dominio en el hemisferio occidental, reactivando la Doctrina Monroe que declaró a la región como una esfera de influencia exclusiva de Estados Unidos”, explicó Cynthia Arnson, académica y referente en temas latinoamericanos en la Universidad Johns Hopkins.
DIPLOMACIA DE LAS CAÑOÑERAS
Arnson advirtió sobre las consecuencias regionales de este enfoque, señalando que “aunque muchas democracias latinoamericanas podrían ver con buenos ojos el fin del régimen de Maduro, eso no significa que estén dispuestas a aplaudir una versión del siglo XXI de la diplomacia de cañoneras”.
Las dudas giran en torno a si la acumulación naval en aguas del Caribe y Centroamérica constituye una antesala de acciones militares concretas o, más bien, una maniobra de presión simbólica dirigida a Maduro, acusado por Washington de ser cómplice del narcotráfico.
“La utilidad de un despliegue tan grande para combatir el narcotráfico es cuestionable, aunque seguramente habrá incautaciones que la administración usará para justificar el uso de la fuerza”, agregó Arnson. “El número de tropas, aunque considerable, no es suficiente para invadir Venezuela con el objetivo de derrocar al gobierno”.
José Cárdenas, exfuncionario del Consejo de Seguridad Nacional y del Departamento de Estado, sostiene que estas maniobras superan la mera demostración política. “Sería un error considerar que el despliegue naval estadounidense frente a la costa venezolana es ‘business as usual’ o simple teatro político. Es demasiado grande, poderoso y costoso para eso”, dijo a Newsweek.
Según Cárdenas, la señal es clara: “El statu quo —con Venezuela como centro del crimen organizado transnacional y desestabilizador regional por la migración masiva— ya no es tolerable”.
ATENERSE A LAS CONSECUENCIAS
Cárdenas señaló que la Casa Blanca dispone de “un amplio rango de opciones” sin necesidad de una invasión a gran escala para propiciar un cambio en Venezuela. Entre ellas, el contacto con sectores militares no involucrados en el narcotráfico para advertirles que, si no remueven a Maduro, enfrentarán una ofensiva asimétrica.
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“La administración ha construido cuidadosamente un marco argumental: no se trata de un cambio de régimen para exportar democracia, sino de una iniciativa de seguridad nacional destinada a frenar toneladas de cocaína que ingresan a Estados Unidos”, explicó. Además, cualquier acción serviría también como mensaje a competidores globales como China y Rusia, que en los últimos años han incrementado su influencia en el hemisferio.
“La credibilidad es la piedra angular de la política exterior de Trump. Créale, o aténgase a las consecuencias. No habrá marcha atrás en este despliegue”, advirtió Cárdenas.
REGRESO DE UNA VIEJA HISTORIA
La tensión actual no es nueva. Desde la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999, las relaciones entre Caracas y Washington se deterioraron rápidamente. Chávez denunció el apoyo de EEUU al fallido golpe de 2002 y erigió su “Revolución Bolivariana” como un movimiento antiimperialista en sintonía con el legado de Simón Bolívar, quien paradójicamente había celebrado la Doctrina Monroe en 1823.
Si bien el chavismo floreció gracias al boom petrolero, tras la muerte de Chávez en 2013 la caída de los precios del crudo, la mala gestión económica y las sanciones internacionales profundizaron la crisis.
En 2019, la reelección de Maduro fue cuestionada y rechazada por líderes extranjeros, incluido Trump, que lanzó una política de “máxima presión”. Ese mismo año, el intento de golpe liderado por Juan Guaidó con apoyo de Washington fracasó.
Trump ha oscilado entre sanciones, intentos de negociación —incluido un efímero acuerdo para que Chevron reanudara operaciones en Venezuela— y presiones militares. Para algunos analistas, como el exdiplomático Tom Shannon, estas marchas y contramarchas reflejan la pugna de facciones dentro de su propia administración.
RECURSOS EXTRETÉGICOS Y GEOPOLÍTICA
Venezuela posee las mayores reservas probadas de petróleo y gas del mundo, lo que explica el interés estratégico de EEUU y otras potencias. Para Shannon, si empresas occidentales lograran operar bajo licencias, eso desplazaría a actores rivales como China, Irán y Rusia. Pero el pulso va más allá de los recursos. Trump ha ampliado su doctrina hemisférica contra los carteles de droga y ha planteado ambiciones territoriales sobre espacios estratégicos como Groenlandia o el Canal de Panamá.
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“Cree que, si se tiene poder, hay que usarlo”, dijo Shannon. Sin embargo, en un mundo interdependiente, advierte, la proyección de fuerza militar puede ser menos eficaz que las inversiones e infraestructura que ofrece China.
UN TABLERO IMPREDECIBLE
El caso venezolano ilustra las contradicciones del enfoque de Trump: combina sanciones, amenazas militares y, a la vez, licencias para petroleras estadounidenses. Una dinámica que, según el economista Francisco Rodríguez, refuerza su rol como “árbitro último” pero vuelve la política hacia Caracas impredecible e inconsistente.
“Es casi como si, tras poner precio a la cabeza de Bin Laden, Washington hubiese autorizado a Halliburton a hacer obras con su familia en Afganistán”, graficó Rodríguez.