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martes, octubre 14, 2025

Sodomía, de la política actual a la literatura argentina

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No es ninguna novedad que el presidente Milei tiene un discurso de carácter beligerante y que recurre a diverso tipo de insultos dirigidos hacia aquellos que disienten con sus ideas. Dado el carácter del alto cargo que ocupa, muchos de esos términos descalificadores a los que recurre han logrado amplia difusión, como por ejemplo:“econochantas, “ensobrados”y, por supuesto,“casta. Dentro del grupo de invectivas del primer mandatario, fue cobrando relevancia lo que podríamos considerar una constelación de palabras o frases vinculadas por su significado con lo sexual.

Por otro lado, dentro de esta constelación de vocablos sexuales, sodomía es uno de los significados que aparecen con frecuencia, muchas veces asociado al término“mandril”(un primate que tiene como característica un color rojizo en su parte trasera). Un recordado ejemplo de esto se dio en una extensa entrevista con un periodista amigo del Presidente. Entre los diferentes temas abordados en esa ocasión, Milei se refirió a una supuesta corrida cambiaria que habría sido dominada por el Gobierno. En un estilo inusual para un presidente (aunque usual en este presidente), con una sonrisa de satisfacción señaló expresivamente: “Esta semana querían meter el dólar en $ 1.800 y les dejamos el culo como un mandril”.

No es nuestra intención detenernos aquí en cierta fijación anal en el discurso mileísta, pues ya ha sido comentada por muchos analistas. Simplemente queremos dejar constancia de que es a partir de los singulares dichos presidenciales, acompañados y multiplicados por un conjunto de seguidores en las redes, que ha adquirido notoria difusión el uso de“sodomía en un sentido político. Recordemos que, según el Diccionario de la lengua española (RAE), sodomía es definida como práctica del coito anal y“sodomizar” como“someter a alguien a penetración anal. Es decir, el uso dado en este tipo de discurso no se refiere al goce que podría tener un homosexual por tal tipo de relaciones sexuales, sino que, muy por el contrario, se relaciona con el sometimiento, la humillación, la vejación del adversario vencido. A partir de la resonancia pública que ha adquirido este sentido de la sodomía, queremos recordar dos obras de la literatura argentina de distintas épocas que son antecedentes de ello.

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La primera obra es El matadero, famoso texto de Esteban Echeverría y una de las expresiones inaugurales de nuestra literatura. Ese carácter inicial y el hecho de que en ella aparezca la“sodomía” han dado lugar a una conocida expresión del escritor y crítico David Viñas: “La literatura argentina empieza con una violación”. Si bien se supone que el texto de Echeverría fue escrito hacia finales de la década de 1830, la obra se publicó póstumamente en 1871, veinte años después de la muerte de su autor.

La acción de la obra está ubicada en los años treinta del siglo XIX, la época de Juan Manuel de Rosas, quien entre 1835 y 1852 se convirtió en el principal caudillo de los“federales, la corriente política opuesta a los unitarios. La obra de Echeverría tiene un marcado tono antirrosista, siendo para el autor el matadero, un símbolo o metáfora de la época de Rosas, con toda la fuerte carga de connotaciones que ello implica. De hecho, el relato finaliza indicando: “Por el suceso anterior puede verse a las claras que el foco de la federación estaba en el matadero”.

Muy a grandes rasgos y con fines analíticos, podrían distinguirse en el texto dos partes, cada una abarcando aproximadamente la mitad de este. La primera, abundante en descripciones que tratan de dar una pintura de época al lector. La segunda, en la que se van encadenando hechos que culminan en el clímax de lo narrado, donde se hace presente la“sodomía.

Las descripciones de esa primera parte exhiben con crudeza el ambiente del matadero. Así, a modo de ejemplo, cuando se describe quiénes eran los que allí acostumbraban a estar, se comenta: “Cuarenta y nueve reses estaban tendidas sobre sus cueros y cerca de doscientas personas hollaban aquel suelo de lodo regado con la sangre de sus arterias. En torno de cada res resaltaba un grupo de figuras humanas de tez y raza distintas. La figura más prominente de cada grupo era el carnicero con el cuchillo en mano, brazo y pecho desnudos, cabello largo y revuelto, camisa y chiripá y rostro embadurnado de sangre”.

Esa primera parte de alguna manera serviría como el escenario en el que se van a desarrollar los hechos relatados en la segunda, la cual comenzaría con un terrible accidente del cual es víctima un niño, que es alcanzado por un lazo que sujetaba a un toro que trataban de dominar los hombres del matadero y que al soltarse de improviso le cercena la cabeza.

En esta segunda parte, el acontecimiento central es lo que le sucede a un joven unitario que desprevenidamente pasa por el lugar. En efecto, cuando los hombres del matadero ven al unitario, van tras él y Matasiete, uno de los más rudos del lugar, se abalanza sobre este y lo domina. El juez, la autoridad del lugar, ordena que lo lleven a la casilla, que oficia como una especie de oficina suya. El joven unitario, impotente frente a todos los federales que lo rodean, se muestra furioso y no dispuesto a someterse a sus captores. Esa resistencia ofrecida por el joven fastidia al juez, que exclama: “¡Insolente!, te has embravecido mucho. Te haré cortar la lengua si chistas. Abajo los calzones a ese mentecato cajetilla y a nalga pelada denle verga, bien atado sobre la mesa”.

Los hombres del matadero tienden al joven boca abajo sobre la mesa y atan sus extremidades a las patas. Sin embargo, la violación del unitario no llega a consumarse pues este, furioso e impotente por lo que pretendían hacerle, termina muriendo repentinamente:“Inmediatamente quedó atado en cruz y empezaron la obra de desnudarlo. Entonces un torrente de sangre brotó borbolloneando de la boca y las narices del joven, y extendiéndose empezó a caer a chorros por entrambos lados de la mesa.

La otra obra para considerar es la novela El incendio y las vísperas, de Beatriz Guido. El texto fue publicado en 1964, pero la acción se desarrolla entre finales de 1952 y primeros meses de 1953, aludiendo el título a los acontecimientos que marcan el principio y fin de lo narrado. El “incendio se refiere a un hecho ocurrido el 15 de abril de 1953, cuando como represalia ante unas bombas que estallaron en la zona de Plaza de Mayo mientras el presidente Perón dirigía un discurso, esa noche grupos de manifestantes incendiaron las sedes del Jockey Club y del Partido Socialista, y provocaron daños en otros locales partidarios. En cuanto a las“vísperas, estas aluden a lo narrado con anterioridad, desde el 17 de octubre del año anterior, el Día de la Lealtad del peronismo.

La trama de la novela, de una clara postura antiperonista, gira alrededor de una familia de clase alta, los Pradere, compuesta por Alejandro, su esposa Sofía y sus hijos Inés y José Luis. Ellos viven en una gran mansión en la zona de Recoleta y también poseen una importante estancia en la provincia de Buenos Aires. Aunque los miembros de la mencionada familia están presentados como personas de dudosa moralidad, el blanco principal de la autora es el gobierno peronista, el cual aparece como envolviendo a los personajes en un clima angustiante, opresivo. Ese clima llega a un punto máximo en dos de los hechos narrados: el incendio del Jockey Club y la vejación de un joven opositor, que es precisamente el episodio de“sodomía” en la obra.

El citado joven es Pablo Alcobendas, el único personaje relevante de la novela que no pertenece a los Pradere. Es un idealista estudiante universitario, de ideas izquierdistas, fuertemente antiperonista, que es detenido por la policía y llevado a una comisaría, donde lo conducen a un cuarto. En ese lugar, en el cual además de los policías se encuentra un médico, comienzan a torturarlo: atan a su meñique y pulgar los dos polos. Por primera vez la electricidad entra en su cuerpo. Sabrá después que lo que más importa es la entrada y salida de la electricidad. Es entonces cuando ruega por la presencia de la muerte”.

En el mencionado lugar, no solo lo torturan, sino que precisamente ocurre el episodio ligado a la“sodomía:“entonces le bajaron los pantalones y lo ataron boca abajo. En ese momento comprendió que su lucha comenzaba. Comprendió en ese preciso instante que su existencia sería corta para vengarse y vengar a los que acostaban boca abajo a un hombre para vejarlo. Y es entonces cuando uno de los allí presentes se dirige al presunto violador: “Entrá, Banano, entrá; allí lo tenés atadito. Al respecto, no puede dejarse de señalar la similitud entre las dos obras aquí citadas, pues surge claramente que esta escena del joven antiperonista torturado y violado de la novela de Guido presenta obvias resonancias de la escena del joven unitario del texto de Echeverría.

En suma, la idea de la“sodomía como acto de humillación, doblegamiento, mortificación del adversario ha ganado difusión con el beligerante discurso político del actual presidente y sus seguidores comunicacionales. Sin embargo, debe tenerse presente que también tiene notorios antecedentes en la literatura argentina pues, como aquí mostramos,“sodomizar al adversario no solo aparece en una novela de mediados del siglo XX, sino que ya entra en escena desde los inicios de nuestra literatura en el siglo XIX.

*Licenciado en Letras (UBA), doctor en Ciencias Sociales (UBA). IG: @carloscampora01.

Redacción

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