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lunes, octubre 13, 2025

Roberto Russell: “La actual política exterior argentina excede los límites de lo que se puede llamar un modelo pro-occidental”

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-Mirando a las potencias mundiales, se suele referir a un cambio de coordenadas en el orden global, ¿a qué obedece y qué implicancias tiene ese cambio?

-El cambio fundamental es el tránsito inequívoco hacia un mundo pos-occidental. Se trata de un fenómeno que tiene una larga trayectoria histórica y que obedece a la difusión progresiva del poder y la riqueza hacia el Este y el Sur. También se habla de cambio para referirse al fin del orden de la pos-Guerra Fría y al ocaso del orden liberal internacional. Conviene aquí hacer un par de aclaraciones. Cabe aceptar la muerte del primer orden si la entendemos como el fin de un proyecto utópico de orden mundial que se acuñó al calor de la victoria de Occidente en la Guerra Fría y en la unipolaridad. Este proyecto se fundaba en la idea de la extensión de la democracia liberal y el libre mercado a escala global y en la incorporación complaciente de los poderes emergentes a ese orden dominado por Estados Unidos. La cuestión del ocaso o crisis del orden liberal internacional es más engorrosa porque no es claro a qué nos referimos. Con frecuencia, se solapa a este orden con el de la pos-Guerra Fría o se lo asimila erróneamente con el orden creado al término de la Segunda Guerra Mundial que no cabe denominar liberal. Para poner en pocas palabras algo complejo, yo diría que este último orden, con todos sus desarrollos posteriores, es el que está malherido, tanto en lo que respecta a la paz y seguridad internacional como en sus atributos liberales en materia económica. En breve, ONU en crisis y OMC cada vez más irrelevante. Durante la Guerra Fría, Estados Unidos lideró un orden jerárquico de características liberales dentro de su bloque y en su ámbito de influencia fuera de la esfera soviética que consiguió ampliar con bastante éxito durante la unipolaridad. Un país como China, que entró a la OMC en 2001, se benefició enormemente de esa faceta liberal en el plano de la economía. En la bipolaridad, y en un mundo interdependiente, ahora es Estados Unidos el que ve a ese orden como un instrumento disfuncional que se usa en su contra y, por ello, apela a las tarifas y al proteccionismo. Desde el punto de vista geopolítico, reaparece la preocupación por las ganancias relativas de los otros en el intercambio, un tema que fue minimizado durante la unipolaridad.

-¿Cuánto de anarquía y cuánto de caos hay en este escenario que describe?

-No hablaría de anarquía o de caos. Prefiero hablar de turbulencia persistente y de inestabilidad. El ascenso de China no implica el reemplazo de Estados Unidos, sino el camino hacia un orden internacional no hegemónico en el que ninguno de los dos polos será capaz de establecer la legitimidad de su dominio. Estamos en un mundo más interconectado e interdependiente en muchos aspectos, pero este proceso no va acompañado por la formación de una sociedad global.

-Pensando en los centros de gravitación del poder ¿qué características presenta el mundo pos-occidental?

-Se presenta en esta fase inicial con dos únicos polos con todas las letras, Estados Unidos y China, que encabezan dos núcleos de poder con países asociados de diversas maneras sin llegar a conformar bloques rígidos. Algunos países del Sur se alinearán con algunos de estos dos núcleos por falta de opción o por voluntad. La mayoría de estas naciones, sin embargo, no querrán quedar a merced de los vaivenes de una rivalidad que les es ajena. Tampoco querrán un concierto entre grandes poderes que les reserve un lugar subordinado en una especie de nueva Yalta.

-¿Cómo se percibe ese nuevo orden desde Asia?

-No hay una visión homogénea. En términos generales, casi nadie está pensado en tirar por la borda a las reglas e instituciones que dan forma a lo que podríamos llamar el “orden de la segunda posguerra plus”. El “plus” va por todo lo que se le ido agregando desde la creación de Naciones Unidas o instituciones como el FMI. Países como China y la India no quieren tumbarlo. Lo que quieren, al igual que tantos otros, es reformarlo y tener más cuotas de poder y, al mismo tiempo, reducir las que tiene Estados Unidos. Son reformistas y no revisionistas radicales. Esto es lo que subyace a la defensa de un mundo multipolar.

-¿Estados Unidos y China cambiaron su matriz geopolítica?

-Sin duda. El cambio, en lo más básico, es una consecuencia lógica de la bipolaridad. En una frase memorable, Raymond Aron caracterizó a la Guerra Fría como un estado de “paz imposible y guerra improbable”. Con mucho menos brillo, podríamos presentar a la relación entre China y Estados Unidos como una situación de “competencia inevitable y cooperación imprescindible”. Lo estructural determina la rivalidad, la cooperación es un tema de agencia y, por lo tanto, indeterminado.

-Usted acuñó el concepto “ultra occidentalismo”, ¿a qué se refiere específicamente?

-Hablé de “ultra occidentalismo” en el sentido de ir “más allá de” y no exclusivamente en el de “grado extremo”. Lo puse de este modo porque la actual política exterior excede los límites de lo que podríamos llamar un modelo pro-occidental. Se funda en una particular afinidad ideológica con gobiernos y fuerzas políticas nacionalistas y conservadoras que menosprecian e impugnan conquistas y valores fundamentales de Occidente en términos de democracia, derechos civiles y respeto a la diversidad. En consecuencia, mal lo representan. El alineamiento puede proporcionar algún rédito material de corto plazo, pero es disfuncional a los intereses permanentes y de largo plazo del país, además de ser anacrónico. Ninguno de estos gobiernos y ninguna de estas fuerzas serán las que salven al Occidente que el gobierno ve tan en peligro.

-Al calor de las disputas geopolíticas del siglo XXI ¿qué retos enfrenta la democracia?

-Es claro que la democracia está en retroceso en el mundo y en nuestra región. Hasta hace poco poníamos el acento en la defensa y promoción de la democracia. Ahora, el desafío es no perderla. Si vemos el tema desde una perspectiva internacional, la defensa de la democracia, al igual que el tema de los derechos humanos, ha prácticamente desaparecido de la agenda global. Son pocos los gobiernos que levantan genuinamente esta bandera. Por otra parte, el declive de la democracia en Estados Unidos antecede a Trump, aunque está a la vista el papel protagónico que él sigue teniendo para acentuar su deterioro. Washington carece de condiciones y de legitimidad para dictar lecciones en esta materia. En clave geopolítica, y a diferencia de lo que sucedía durante el gobierno de Biden, la cuestión de la democracia es un factor que ha dejado de estar presente desde la óptica de Estados Unidos en la competencia con China y la rivalidad con Rusia.

Señas particulares

Roberto Russell (1947, Buenos Aires) es Doctor en Relaciones Internacionales por la Johns Hopkins University, Washington DC. (EE.UU., 1993). Profesor Emérito de la Universidad Torcuato Di Tella. Fue Profesor Titular de Teoría de las RR.II. en la UBA y Director Académico del Instituto del Servicio Exterior de la Nación. Fue Profesor/Investigador Visitante en las Universidades de Georgetown, Londres y Beijing y en los Institutos Ortega y Gasset y de Relaciones Europeo-Latinoamericanas (IRELA), ambos en Madrid. Ha escrito y editado varios libros y publicado numerosos artículos en libros y revistas especializadas en el país y en el exterior.

Redacción

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