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miércoles, septiembre 24, 2025

Celeste Cid cuenta qué la seduce de Santi Korovsky y por qué siente que es un vínculo distinto: «En el amor hay que estar dispuesto a cambiar»

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Celeste Cid está viviendo un amor diferente. A sus 41 años eligió otra cadencia, una relación calma, un equilibrio que pone por delante el compañerismo. Cuando aparece el nombre de Santi Korovsky, su voz cambia y también se le achinan los ojos. Esta vez, no se trata de un músico sino de un actor, director y guionista que tiene un perfil más bajo y que encuentra en el humor su vehículo de escape.

“Intentamos mantener la intimidad”, dice la actriz a Revista GENTE. Mientras da algunas pequeñas pistas de lo que pasa allí: desde una comida que no sale como imaginaba para sus suegros a viajes por el mundo, o compartir la diaria a animarse a escribir una serie alentada por Santi, el creador de División Palermo. Lejos de otros romances y de otras ideas del amor, hoy la actriz se muestra parada en otro lado y, más allá de no querer ahondar en el tema, no puede evitar enumerar las cosas buenas y lo distinto que es Santi al resto de las parejas que tuvo.

Algo similar le pasa a él. En su primera entrevista sobre este vínculo, Korovsky contó que hace años le había escrito a Celeste por Instagram y que no había tenido respuesta… Muchos años después fue ella quien retomó el hilo, y lo hizo con naturalidad. La sonrisa al hablar de Celeste se le hace inevitable pero también intenta, en las notas que va dando, no abrir demasiado. Tiene una gran maestra, ella vive con la exposición desde los 12 años.

El estreno de Papá X dos la encuentra en actividad, entre rodajes y la escritura de una serie, pero también en un momento de revisión. Habla de lo que significó ser madre a los 20 con Emmanuel Horvilleur y a los 30 con Michel Noher, de la ausencia de su papá y de cómo el paso del tiempo la cambió en la manera de mirarse y de aceptar los cuerpos distintos. Pero lo que se impone en la charla es el lugar en el que está hoy: un amor que le da calma, que la acompaña sin imponerse, que le permite habitar la madurez con más serenidad.

En el centro de todo: lo cotidiano que enamora

Celeste, entre el amor, el trabajo y la búsqueda de relaciones calmas.

Lo que enamora a Celeste de Santi no es lo que antes veía como valor sino las cosas simples: un rato sin hablar, un café compartido, el silencio que no incomoda. En esos momentos encontró algo que otras relaciones no le daban: ese lugar donde uno puede ser uno mismo, sin pose.

La actriz cuenta que el cuidado está en las acciones pequeñas: informarse mutuamente, acompañarse en proyectos, respetar los espacios que cada uno necesita. Con él no hay exigencias de imagen o de estatus, sino gestos que sostienen la cotidianidad. Esa naturalidad, dice: “Me mantiene en eje”.

La entrevista ocurre en su casa, con una biblioteca enorme detrás, pisos de libros que se acumulan como un retrato de quién es hoy. “Me gusta que sea tranquilo, que tenga su mundo, que no me pida que muestre todo ni que estemos en función de la mirada de afuera”, explica.

En los testimonios de él, confiesa que aún siente nervios cuando le preguntan por su vida privada. “Me cuesta hablar de mi intimidad”, ha dicho y también contado: “Creo que lo más lindo de una relación está en lo que se guarda”.

Celeste y Santi, en la avant de Papá X dos.

Celeste coincide en esa necesidad de preservar. “No significa esconderlo. A mí me gusta que estemos juntos, me gusta acompañarlo, me gusta ir a verlo trabajar. Pero otra cosa es que nuestra vida tenga que ser pública todo el tiempo. Hoy ya no quiero eso. Hoy prefiero que las cosas más importantes se vivan puertas adentro”, asegura.

Celeste, entre la maternidad y el equilibrio

Con 41 años, Celeste cuenta cómo fue su camino de autoaceptación.

En paralelo a esta relación, Celeste habla mucho de sus hijos y de cómo la maternidad marcó su vida en dos tiempos distintos. “Ser madre a los 20 fue muy diferente a serlo a los 30. Con André me pasó en plena exposición, era chica, no tenía tantas herramientas. Con Antón fue distinto: estaba más plantada, más segura, con otra mirada sobre mí y sobre la maternidad”, cuenta.

Ese recorrido también se refleja en la forma en la que vive hoy su presente. “Ahora lo encaro con otra serenidad. Siento que aprendí de lo que me pasó, de lo bueno y de lo malo. Y que todo eso me sirve para estar mejor en esta etapa. No soy la misma que era a los 20 ni a los 30, y está bien. Me gusta ver los cambios en mí. Los cuerpos cambian, las caras cambian, las experiencias cambian. No me interesa pelearme con eso”, dice.

Santiago acompaña ese proceso sin intentar modificarlo. En sus propias palabras: “El amor tiene que ver con la escucha, con estar dispuesto a cambiar uno mismo también. No me interesa esa idea de que uno es de una manera y ya está. Para mí se trata de crecer con el otro”. Celeste asiente cuando se le recuerda esa frase y agrega: “Es así. A mí me importa mucho poder crecer con alguien, no quedarme en un lugar fijo”.

Entre sus hijos, el trabajo y esta relación, Celeste reconoce que su vida está más equilibrada que en otros tiempos.

Los otros amores: aprendizajes que la trajeron hasta acá

Celeste Cid
Celeste Cid y Abril Sosa, su úlima pareja antes de Korovsy.

La vida sentimental de Celeste supo ser noticia. Nicolás Cabré fue uno de sus primeros amores públicos, en una época en que todo lo que hacían juntos se reflejaba en titulares. Luego apareció Emmanuel Horvilleur: con él experimentó la maternidad joven, la exposición y el desafío de construir vida cuando aún no sabía quién era del todo.

Más adelante, Michel Noher llegó en otro momento: más madura, con una carrera ya cimentada. Con él vivió otro capítulo de crianza. En medio quedaron amores intensos con músicos emblemáticos como Fito Páez, Chano Moreno Charpentier o Joaquín Levinton, vínculos que combinaron la pasión con el riesgo de perderse en el ruido mediático.

El último antes de Santi fue Abril Sosa, exbaterista de Catupecu Machu, una relación breve pero visible. Compartieron salidas, conciertos y miradas.

Cuando repasa esos capítulos, Celeste reconoce que cada amor le enseñó qué no quería repetir, qué gestos eran esenciales y qué silencios merecían respetarse. Hoy elige la calma y el compañerismo.

Pero no reniega de esas historias. “Forman parte de mi vida. No me arrepiento, porque cada una me enseñó algo. Me mostraron qué cosas quería y qué cosas no quería volver a vivir”, dice. Y agrega: “Creo que el desafío más grande para mí fue entender que no siempre hay que compartir todo con el afuera. Ese fue un aprendizaje fuerte. Ahora prefiero cuidar lo mío”, dice.

Y cierra: “Lo que me pasa hoy es que siento que estoy más en paz. Y eso se refleja en todo: en mi relación, en mis hijos, en mi trabajo…”.

Redacción

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