Al cabo de las primeras cinco fechas del torneo, Almirante Brown ya había usado a diez defensores del plantel. Todo un síntoma de que algo no andaba bien. El recambio no solo fue por rendimientos deportivos sino porque las lesiones musculares estuvieron a la orden del día. Tanto fue el descalabro que Máximo Levi llegó al club un jueves y terminó siendo titular 72 horas después.
En ese contexto alborotado, con el lastre de una pretemporada que, a juzgar por la exhibición física de los jugadores, dejó mucho que desear, el Mirasol nunca terminó de “entrar” en la competencia. A esto se le sumó, quizás por causalidad, un bajísimo nivel de los refuerzos. Especialmente de aquellos que ya conocían la camiseta aurinegra como Juan Manuel Vázquez, Jonathan Zacaría, Nazareno Bazán y Joaquín Ibáñez.
El mercado de pases, definitivamente, fue otra de las patas flojas de la mesa de Almirante. Hubo jugadores que debutaron y desaparecieron del mapa. Diego Perea (jugó 15 minutos), Leandro Vega, Emilio Mac Eachen y David Ledesma no superaron los tres partidos. En total, a lo largo de 34 jornadas, se utilizaron 43 futbolistas.
El cambio de entrenador (Guillermo Szeszurak por Fabián Nardozza) no cambió demasiado la marcha. El extécnico de Deportivo Riestra estuvo 16 partidos al frente y apenas obtuvo tres victorias. Luego, vino la elección de Rodrigo Alonso, quien pasó de manager a DT y terminó conduciendo al equipo en las únicas dos alegrías que tuvo la gente en el año: los triunfos frente a Nueva Chicago y Chacarita, ambos como visitante.
Como si esto no hubiese alcanzado, a mitad de año surgió la figura de Walter Erviti. Un director deportivo que tomó decisiones, pero que nunca fue oficializado por la entidad matancera. La medida más resonante que dispuso fue la de separar, después del triunfo en Mataderos, a once jugadores del plantel. Entre ellos, insólitamente, a Francisco Grahl, quien hacía un mes había arribado a la institución…
Los números son elocuentes. Ganó ocho, empató doce y perdió 14. Sumó 36 puntos (puesto 14 sobre 18) y, si se incluye a la otra zona, solo superó a seis equipos. Ni por asomo llegó a entusiasmarse con el Reducido ni con entrar a la Copa Argentina. Todo lo contrario, recién faltando tres fechas aseguró la permanencia en la divisional.
La pobre campaña de Almirante en 2024 obedeció a una apuesta “experimental”, con jugadores jóvenes que provenían de Primera División. De arrastre, la de este año fue la maduración de esos chicos que nunca llegó. Para el 2026, se espera recobrar el protagonismo y no seguir acumulando angustias. «Queremos que sea una etapa de «profesionalismo», proyectó el presidente aurinegro, Maximiliano Levy. Se verá lo que determine la pelota y, también, las buenas decisiones.