La Patagonia argentina, un vasto territorio de estepa y mesetas, enfrenta un desafío creciente: el deterioro de sus pastizales naturales. La ganadería extensiva, pilar de la economía regional, sufrió un golpe severo debido al sobrepastoreo y las variaciones climáticas que han mermado la disponibilidad de forraje, especialmente en los críticos meses de invierno.
En este contexto, la Estación Experimental Agropecuaria INTA Bariloche – IFAB (INTA-CONICET) ha dado un paso trascendental al lograr la primera inscripción de un Área Productora de Semillas de Especies Nativas (APSEN) forrajeras para el coirón blanco (Festuca pallescens).
Esta iniciativa, que cuenta con el primer registro a nivel nacional para una especie de uso forrajero, no es un simple formalismo técnico. Es una jugada estratégica que busca proveer una respuesta ágil a la demanda de semillas de una especie nativa de alto valor. Como explica la investigadora Paula Marchelli, del CONICET, el objetivo es “proveer semillas de esta especie forrajera a productores y viveros de la región, tanto para actividades de mejora del pastizal, ensayos en pequeña escala o restauración de los sistemas que la especie conforma”.
El coirón blanco, una gramínea con un crecimiento de temporada primavera-verano, forma parte de la dieta de ovinos, bovinos y caprinos, destacándose por su alta palatabilidad, buena calidad nutricional y resistencia al pisoteo. Su registro certificado asegura la trazabilidad y el origen de la semilla, un valor agregado fundamental para generar confianza y fomentar su adopción.
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El cultivo es parte de la dieta de ovinos, bovinos y caprinos de la región.
De la ciencia al campo: la promesa del coirón
El trabajo de más de una década del equipo de “Domesticación de especies forrajeras nativas patagónicas” permitió que una parcela en el Campo Experimental del INTA en Pilcaniyeu, Río Negro, fuera inscripta como APSEN. Esta población, compuesta por individuos puros de F. pallescens, ha demostrado un buen rendimiento en crecimiento y producción de semillas, lo que la convierte en una fuente confiable para la propagación.
Más allá de los beneficios inmediatos, el coirón blanco es una pieza clave para la recuperación de los ecosistemas patagónicos. La investigadora Aldana López, también del CONICET en el INTA Bariloche, destaca el amplio rango de adaptabilidad de la especie, que habita de manera natural desde Neuquén hasta Santa Cruz. Su capacidad para tolerar el estrés hídrico y salino lo convierte en una opción viable para la reforestación y la restauración de suelos degradados.
Nicolás Nagahama, del INTA Esquel, subraya la necesidad de un cambio en el manejo de los pastizales. Si bien hoy el coirón blanco no se siembra de manera comercial, su potencial es innegable. “Tiene buena calidad nutricional si lo comparamos con otras especies nativas o con los cultivos que se pueden dar en la zona patagónica, que es árida o semiárida”, concluyó el investigador.
La inscripción del APSEN representa un paso crucial para llevar este conocimiento científico al campo, abriendo la puerta a un futuro más sostenible para la ganadería de la región y a la valorización de su biodiversidad.
Fuente: INTA con aportes de +P