El país de Asia Central, una de las seis ex-repúblicas islámicas de la URSS, se instala como cabecera cultural de la región, y en sintonía con sus vecinos del Golfo Pérsico. Las iniciativas culturales y las nuevas instituciones vienen de la mano de la reconstrucción de espacios históricos, patrimonio de la Humanidad de Unesco, y empujan la modernización; al mismo tiempo, se proponen como un imán económico. Una de las distinciones, además de que Uzbekistán es una democracia, es que aquí el énfasis está en la tolerancia religiosa.
La Bienal de Bujara, en rigor, comienza con una serie de archivos fotográficos y videos sobre la diversidad étnica de la ciudad, proyectados en la Mezquita Magoki Attori. Este pequeño templo, que se estima fue fundado en el siglo IX, en el sitio original de un santuario zoroastriano, es decir, anterior a la islamización, consta de dos entradas, pues era usado simultáneamente como mezquita y sinagoga.
La apertura de esta primera Bienal, a la que peregrinaron en septiembre curadores y gestores internacionales, dejó un saldo de elogios críticos. Curada por la estadounidense Diana Campbell, junto al uzbeko Wael Al Awar, director creativo de Arquitectura, conjuga 70 proyectos de artistas internacionales, que trabajaron en su materialización con artesanos locales. Muchos de los espacios acaban de abrir, tras una rehabilitación que duró muchos años.
La Bienal fue comisionada por Gayane Umerova, directora de la estatal Fundación para el Desarrollo del Arte y la Cultura, una figura plenipotenciaria en la creación de nuevas instituciones. A diferencia de las poderosas jequesas de Oriente medio, ella reside en el país; es además madre de tres hijos. Ya van dos bienales de Venecia a las que el país acude con un pabellón nacional –en los Arsenales, estratégicamente contiguo al pabellón italiano–; seis curadores ahora hacen pasantías intensas en Bujara y presentarán sus proyectos para Venecia 2026.

En 2024 la Fundación comisionó el estreno en Tashkent de la ópera Tamerlano, en una puesta de gran espectacularidad, con regie del italiano Stefano Poda y con la soprano mendocina Verónica Cangemi. La obra de Händel gira sobre la figura histórica de Timur, que amplió las conquistas del mongol Genghis Kan y extendió el imperio hasta Turquía y el norte de India. Uzbekistán buscan explícitamente llamar la atención sobre figuras nacionales que más influyeron en el mundo entero: el país hoy reivindica los legados del doctor y polímata Avicena, nacido en Bujara y uno de los modernizadores de la ciencia médica europea en el siglo IX, y del matemático Al-Juraismi, de cuyo apellido surge la palabra algoritmo.
Además de esta primera Bienal virtuosa, la movida incluye el Centro para el Arte Contemporáneo, que tendrá su inauguración plena en marzo de 2025, y el nuevo Museo Nacional, encargado al arquitecto japonés Tadao Ando, en construcción. La tarde que conversamos con ella la esperaba el diseñador francés Philipe Starck, arribado esa misma mañana y con quien existe un proyecto ambicioso.
Dominado por la Rusia zarista en el siglo XIX y luego una de las seis repúblicas soviéticas islámicas, Uzbekistán permaneció cerrado a visitantes extranjeros por algunos años, tras la caída del campo socialista. Hoy es una democracia transición. El factor ex soviético se agrega al interés, con sus ejemplos de arquitectura brutalista y su melancólico retro-vintage. En la capital, no falta ni la estación de subte consagrada a los cosmonautas soviéticos. En la reciente Bienal de Arquitectura de Venecia 2025, de hecho, se presentó en su pabellón «A Matter of Radiance» (una cuestión de brillo radiante), sobre el Complejo de Helioenergía “Sol”, levantado cerca de Tashkent en 1987, uno de los paneles solares más grandes del mundo, de los artistas Azamat Abbasov. Hablamos con la directora Umerova en Bujara sobre la experiencia de reconstruir y, en el mismo gesto, modernizar. Así lo cuenta:
–Todas estas mezquitas y caravasares de Bujara permanecieron cerrados por décadas. Primero, algunos se encontraban desafectados y hubo que reconstruirlos. Pero además, los caravasares (caravanserai, del turco saray, o salón) supieron tener un uso específico como centro comercial, mientras las mezquitas y madrazas eran espacios de culto. No queríamos sumar más espacios para restaurants y puntos de venta de artesanías; por eso, hace 4 años el gobierno decidió darles el propósito de plataformas de arte.

–Uzbekistán hoy activa el arte y la cultura como impulso modernizador. El antecedentes inmediato quizás sea la Bienal de Sharjah, en Emiratos Árabes; hoy lo vemos en otros países del Golfo. Qatar será otra sede de Art Basel.
–Es cierto, la Bienal de Arte Islámico, en Arabia Saudita, y otras iniciativas en esa región han sido inspiradoras. Lo que más buscamos es estar a la par con el resto del mundo, seguir a los demás en esa tendencia. Somos uno de esos países-monumento, al que, por lo general, venís una vez en la vida, como ocurre con las pirámides en Egipto. El hecho de tener una Bienal cada dos años propone la aventura de volver y sobre todo convoca al público joven, que sigue el arte.

–Los turistas pasean sorprendido por este bonus inesperado. ¿Pero cuál ha sido la repercusión en el público local? Para la mayoría de los uzbekos, es el primer contacto con el arte contemporáneo.
–Lo están disfrutando mucho. Cierto que ha sido un salto importante. Pero bastante suave, por suerte… El hecho de que la totalidad de las obras hayan sido materializadas por productores bujaríes, con materiales locales, finalmente resultó un acierto. Cuando ellos ven el pabellón de Subodh Gupta, con su exterior revestido en las mismas ollas de la era soviética que las familias siguen comprando en el mercado doméstico, y ven el interior de vajilla cerámica para los turistas, que ven cada día en los puestos callejeros, pueden adueñarse del sentido y decodificar las obras. Es clave para nosotros que el público y el artesanado puedan saltar más allá, al concepto de arte. Hemos tenido un programa importante de charlas públicas y encuentros con los artistas.

–Aunque en todas las obras consta una breve génesis de la obra, otra dificultad singular es la intrusión del inglés. La segunda lengua aquí es el ruso.
–Sí pero por eso elegimos Bujara, donde la comunidad está más familiarizada debido al turismo. Esta siempre fue una cuidad-mercado, visitada por extranjeros desde sus comienzos. Por eso quisimos hacer foco en la hospitalidad, en la tradición de alimentar al visitante; la gastronomía es central en la Bienal.
–»Receta para corazones rotos» es el lema de esta Bienal, alude al doctor Avicena.
–Cuando estudiás a nuestros filósofos y pensadores, siempre aparece el asunto de la comida; ¡eso está en todo! Aquí no se trata de recetas culinarias, claro, sino de dar respuesta espirituales más que geográficas. El componente de identidad está dado sobre todo por la labor de los artesanos. Y también hemos trabajado con el patrimonio histórico: las mezquitas y madrazas que solían tener un uso religioso hoy se destinan a espacios de arte.

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–¿Cuál sería para usted el mayor éxito de esta Bienal?
–Primerísimo, queremos una Bienal sustentable que continúe y se consolide. Trae desarrollo económico también, más que en el turismo pienso la ampliación de la economía creativa. Estamos trabajando en la eliminación de impuestos para el arte, y que el mercado descubra nuestro país. Queremos que los artesanos no se limiten a la producción tradicionalista y en serie, que puedan llevar sus creaciones al arte contemporáneo. Me interesa que las jóvenes generaciones estén más integradas al arte; para eso creamos las bibliotecas pop-art, para que ellos se acerquen con fluidez a la historia del arte a través de los libros, y que ésto les provoque preguntas.
–¿Diría que en Uzbekistán hubo un déficit de cultura en estos 25 años de independencia, tras la caída de la Unión Soviética?
–No de cultura pero sí un déficit de arte contemporáneo. Hemos estado muy silenciosos en el arte, incluso invisibles en todas las plataformas globales. Pero aquí ni siquiera teníamos un museo acorde; el nuevo Centro de Arte Contemporáneo ya funciona y será inaugurado en su totalidad en marzo de 2026. Nos proponemos que los artesanos se expresen más; recién estamos empezando a encontrar nuestra narrativa.