NAIROBI – El informe sobre El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2025 (Sofi, en inglés) muestra una modesta disminución del hambre a nivel mundial desde 2022, con 673 millones de personas que padecen hambre en 2024, lo que supone una disminución de 22 millones en comparación con 2022. Si bien se observan avances en Asia y América Latina, el hambre está aumentando en África y Asia occidental.
No obstante, este progreso se ve socavado por la persistente inflación de los precios de los alimentos, especialmente en los países de bajos ingresos, que son los más afectados por el aumento de los precios de los alimentos, lo que supone una amenaza para las poblaciones vulnerables.
El Sofi 2025 hace hincapié en la necesidad de mercados estables, comercio abierto y una mayor coordinación de las políticas para garantizar una alimentación saludable y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ONU) establecidos en las Naciones Unidas para 2030.
Isabel de la Peña, directora nacional para Cuba, Guatemala y la República Dominicana del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (Fida), habló con IPS sobre el informe de 2025 y sobre el sector agrícola, las poblaciones rurales, la seguridad alimentaria y nutricional en la región de América Latina y el Caribe, junto con su compleja interacción entre los avances y los retrocesos.
«La región de América Latina y el Caribe ha reducido la incidencia del hambre y la inseguridad alimentaria en los últimos cuatro años consecutivos, lo que supone un logro importante. El hambre se redujo a 5,1 % de la población en 2024, frente a 6,1 % en 2020», explicó.
«Y si nos fijamos en los últimos 20 años», prosiguió, «el hambre había disminuido de forma constante en América Latina y el Caribe entre 2005 y 2019. Luego alcanzó su punto máximo en 2020 debido a la pandemia de covid-19».
Desde entonces, destacó De la Peña, «el hambre ha disminuido de forma constante y ahora se encuentra por debajo de los niveles previos a la pandemia».
«Además, si nos fijamos en la inseguridad alimentaria, a nivel mundial, América Latina y el Caribe ha experimentado la mayor reducción en la prevalencia de la inseguridad alimentaria en los últimos años», detacó.
En 2024, el hambre afectaba a unos 307 millones de personas en África, 323 millones en Asia y 34 millones en América Latina y el Caribe (ALC), lo que representa 20,2 %, 6,7 % y 5,1 % de la población, respectivamente.
La inseguridad alimentaria se ha mantenido constantemente más alta en las zonas rurales que en las urbanas desde 2022, con mejoras notables en las zonas urbanas de Asia y en las zonas urbanas, periurbanas y rurales de ALC.
Aunque la brecha de género se redujo a nivel mundial entre 2021 y 2023, aumentó ligeramente en 2024, y la prevalencia de la inseguridad alimentaria siguió siendo sistemáticamente mayor entre las mujeres que entre los hombres, tanto a nivel mundial como en todas las regiones.
«ALC tiene la mayor brecha de género en la prevalencia de la inseguridad alimentaria, ya que la inseguridad alimentaria entre las mujeres es 5,3 puntos porcentuales mayor que entre los hombres», señaló De la Peña.
Además, se refirió a la paradoja de la inseguridad alimentaria en las zonas rurales, donde se producen los alimentos, ya que la inseguridad alimentaria afecta a 28 % de la población rural, frente al 23 % de la población urbana.
El Fida invierte en la población rural para que pueda superar la pobreza y alcanzar la seguridad alimentaria. La representante de la división subregional del Fida señaló que aproximadamente 33,6 millones de personas padecen hambre en América Latina y el Caribe y que las poblaciones rurales, las zonas rurales y las mujeres siguen siendo las más rezagadas.
«Esta es una realidad inaceptable», continuó. «La región de América Latina y el Caribe tiene un enorme potencial de producción agrícola y también es un exportador neto de alimentos. Aunque el número de personas afectadas por la inseguridad alimentaria en esta región se redujo en 9 millones entre 2023 y 2024, una de cada cuatro personas en la región sigue afectada por la inseguridad alimentaria», remarcó.
A nivel mundial, América Latina y el Caribe tiene el costo más alto de una dieta saludable y aproximadamente 182 millones de personas en la región no pueden permitirse una dieta saludable. Al diseñar soluciones sostenibles, destacó la necesidad de ser conscientes de las disparidades en la región.
Dijo que la República Dominicana se enfrenta a una importante doble carga de malnutrición, ya que la desnutrición coexiste con altas tasas de sobrepeso y obesidad, y más de 63 % de la población adulta tiene sobrepeso u obesidad.
Cuba ha mantenido tradicionalmente bajos niveles de desnutrición, por debajo de 2,5 %, y una baja prevalencia de retraso en el crecimiento o malnutrición infantil crónica.
De la Peña atribuye este hito a «los sistemas universales de protección social y distribución de alimentos. Sin embargo, en los últimos cinco años se ha producido una drástica reducción de la producción de alimentos básicos, así como una disminución de la disponibilidad y los recursos para importar alimentos. Las familias reciben ahora menos raciones estatales».
«Guatemala es uno de los países de la región con peor situación en materia de seguridad alimentaria y nutrición, ya que una de cada dos personas padece inseguridad alimentaria, y la malnutrición infantil crónica o el retraso en el crecimiento afectan a 44,6 % de los niños menores de cinco años», detalló.
«Se trata de la tasa más alta de la región y una de las más altas del mundo, y es aún mayor si nos fijamos en los pueblos indígenas y las poblaciones rurales», destacó.
Advirtió que la malnutrición infantil crónica o el retraso en el crecimiento tienen consecuencias duraderas para toda la vida, ya que pueden afectar al desarrollo cerebral, reducir el rendimiento escolar, la capacidad productiva y la capacidad de obtener ingresos y, en última instancia, limitar la contribución futura de los niños al desarrollo social y económico de su país.
«República Dominicana es un ejemplo de éxito en la reducción del hambre, ya que la prevalencia ha descendido por debajo de 3,6 %. Hace 20 años era de casi 22 %. Aun así, 18 % de la población sufre inseguridad alimentaria y 23 % no puede permitirse una dieta saludable», subrayó.
No obstante, los retos agrícolas en este país insular caribeño incluyen la falta de un riego adecuado debido al mal mantenimiento de los sistemas de riego, la obstrucción de las vías fluviales y la disminución de los niveles de agua subterránea. Más lejos, en también la insular Cuba, existe una dependencia excesiva de las importaciones, ya que el país importa entre 60 % y 70 % de sus necesidades alimentarias.
En general, afirmó que el cambio climático es una amenaza creciente que perturba los sistemas alimentarios, la productividad agrícola y las cadenas de suministro, lo que agrava aún más «la inseguridad alimentaria y la malnutrición, ya que la región latinoamericana es la segunda región más expuesta del mundo al cambio climático».
«Estos fenómenos meteorológicos extremos y la variabilidad climática reducen realmente la productividad agrícola. Afectan a los rendimientos, dañan los cultivos y también pueden perturbar las cadenas de suministro, lo que provoca un aumento de los precios de los alimentos y hace que las dietas saludables sean menos accesibles», afirmó.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
Para subrayar aún más la urgente necesidad de invertir en la adaptación al cambio climático, se refirió a las sequías provocadas por La Niña entre 2020 y 2023 en Argentina, que provocaron una caída del 35 % en la producción de trigo y una drástica disminución de las exportaciones, lo que provocó un aumento de los precios internacionales del trigo, ya que Argentina es un importante exportador de este cereal.
De la Peña destacó que este contexto es especialmente preocupante para el Fida y aumenta la necesidad de trabajar con «los pequeños agricultores y los hogares pobres, ya que son los más vulnerables a los altos precios de los alimentos. Además, los hogares pobres dedican una mayor parte de sus ingresos a la alimentación, por lo que son más vulnerables a estas fluctuaciones».
Destacó que, para los pequeños productores, cualquier aumento en los precios de los alimentos supera las ganancias potenciales que pueden obtener con la venta de sus productos. En general, otros retos predominantes en la región latinoamericana están relacionados con la baja productividad agrícola, el acceso limitado a los servicios financieros, la escasa adopción de tecnología y el envejecimiento de la población rural, ya que los jóvenes emigran a las zonas urbanas.
«Tenemos que redoblar nuestros esfuerzos y centrarnos en las inversiones en las poblaciones que se están quedando atrás, como las zonas rurales y las mujeres, y esto es realmente el núcleo de la labor del Fida en América Latina y el Caribe. Tenemos más de 26 proyectos en la región, con una inversión de 2 500 millones de dólares entre los recursos del Fida y la cofinanciación», resaltó.
Estos proyectos tienen por objeto promover la producción alimentaria y agrícola y hacer frente al cambio climático, prestando especial atención a las poblaciones rurales, los pequeños productores, las mujeres y las comunidades indígenas, que siguen siendo los más rezagados en el camino hacia el hambre cero.
T: MF / ED: EG