La economía argentina atraviesa una coyuntura signada por la escasez de divisas y la fragilidad de las expectativas. Según un reciente informe de la Fundación Mediterránea, el gobierno se encuentra “atado al mástil de la banda cambiaria”, confiando en que la venta de dólares del Banco Central y la consecuente esterilización de pesos logren apaciguar la demanda de divisas antes de que las reservas lleguen a un punto crítico. La metáfora elegida no es casual: remite a un barco que avanza con viento en contra y sin margen para desvíos.
El dilema de la “manta corta”
El estudio del IERAL subraya el carácter restrictivo de las reservas disponibles. Cada dólar utilizado para abastecer la demanda en el mercado oficial reduce el stock necesario para afrontar vencimientos de deuda. Hasta 2026, el Tesoro y el Banco Central deberán cubrir compromisos por más de US$44.000 millones, aun considerando un escenario de refinanciamiento con los organismos multilaterales. En ese contexto, la venta de más de US$700 millones en una sola jornada —tal como ocurrió el último viernes— abre un interrogante sobre la sustentabilidad de la estrategia oficial.
El espejo de 2019
La Fundación Mediterránea recuerda que el tipo de cambio real actual, en torno a $1.500 por dólar, se asemeja al de la primera mitad de 2019, cuando las reservas ascendían a US$65.000 millones. Sin embargo, la comparación revela una diferencia central: hoy la demanda de dólares para atesoramiento y turismo triplica los valores de entonces, mientras el riesgo país se duplicó en pocos meses. Esto muestra, advierte el informe, que “el precio de equilibrio del tipo de cambio no es una constante, sino una variable sensible al nivel de confianza y al riesgo país”.
Recesión y expectativas
El deterioro de la actividad antecedió a las turbulencias cambiarias de julio. De acuerdo al IERAL, en el segundo trimestre de 2025 el PIB cayó 0,1% respecto del trimestre anterior; el consumo privado retrocedió 1,1% y la inversión, 0,5%. Estas tendencias se profundizarán en el tercer trimestre, en un contexto en el que la política cambiaria priorizó un peso apreciado para sostener el consumo, a costa de complicar el tránsito hacia un modelo basado en empleo e inversión. La supuesta “dolarización endógena”, por la cual los dólares del ahorro debían aparecer cuando escasearan los pesos, no se verificó: la demanda de divisas por turismo y atesoramiento ascendió a más de US$4.000 millones mensuales, de los cuales apenas un cuarto se depositó en el sistema bancario.
Un retroceso prolongado
El diagnóstico de la Fundación Mediterránea se extiende más allá de la coyuntura. Argentina retrocedió 16 puestos en el ranking mundial de PIB per cápita desde 2011, pasando del lugar 59 al 75. Uruguay, que entonces ocupaba la posición 68, hoy se ubica en el puesto 64, por encima de Argentina. Mientras tanto, las exportaciones argentinas equivalen a US$2.300 por habitante, frente a los US$6.000 de Uruguay.
Lecciones para el futuro
El informe concluye que la peor receta sería regresar a las políticas de controles y estímulos de corto plazo que dominaron la última década. Para superar la “manta corta” se necesita un nuevo marco macroeconómico y un consenso parlamentario capaz de sostener reformas estructurales. La experiencia regional ofrece modelos: Perú y Uruguay han logrado estabilizar sus economías mediante esquemas de bimonetarismo y tasas de interés reales de un dígito. Argentina, en cambio, continúa atrapada en un círculo donde la estabilidad siempre parece depender del resultado de las próximas elecciones.