El martes 23 de septiembre se cumplieron 78 años de la promulgación de la Ley 13.010, de sufragio femenino (más conocida como “Ley Evita”), que otorgó a las mujeres argentinas el derecho a votar y ser elegidas para cargos políticos nacionales. Esta norma, que había sido sancionada por el Congreso de la Nación el 9 de septiembre de 1947, gracias al decidido impulso que le dio Eva Duarte de Perón, marcó sin dudas un hito en la historia política y social del país.
La conquista de este derecho no fue un hecho aislado o casual sino que, por el contrario, representó la culminación de largos años de luchas encabezadas por distintas referentes socialistas locales, como Julieta Lanteri, Alicia Moreau de Justo, Elvira Rawson y Carolina Muzzilli, entre muchas otras. Como se recordará, la primera experiencia de voto femenino en Argentina se remonta al año 1911 (es previa incluso a la sanción de la denominada “Ley Sáenz Peña”), cuando Julieta Lanteri logró que se le permitiera sufragar en las elecciones municipales de Buenos Aires mediante una acción judicial. De este modo, ella fue la primera mujer que pudo ejercer el voto en América Latina.
En la década de 1920 se registraron los primeros antecedentes en el ámbito provincial, ya que Santa Fe reconoció los derechos políticos a las mujeres en 1921, aunque con ciertas limitaciones, y luego lo hizo San Juan, con la reforma constitucional del 10 de febrero de 1927, que posibilitó a las mujeres “elegir y ser elegidas” en las mismas condiciones que los varones. No obstante ello, recién en el año 1947, con la sanción y promulgación de la Ley 13.010, este derecho quedó garantizado a nivel nacional.
Cabe resaltar que, durante las presidencias de Irigoyen y Alvear, entre 1916 y 1930, se habían elaborado y presentado en el Congreso al menos seis proyectos de sufragio femenino, pero ninguno de ellos prosperó. Estas iniciativas parlamentarias dan cuenta de la organización política de las mujeres sufragistas y de su lucha, sin embargo, cuando llegaban a las Cámaras eran desestimadas o no alcanzaban a ser debatidas con éxito. En definitiva, no había en aquella época voluntad ni decisión política para plasmar legislativamente esta conquista.
Por ello, si bien es cierto que el origen de la lucha por el voto femenino “se lo podemos atribuir a las mujeres socialistas, la conquista final fue peronista”, tal como lo sostiene María Celeste Ratto, doctora en Ciencias Políticas e investigadora del CONICET. Así las cosas, la ley de sufragio femenino se puso en práctica por primera vez en las elecciones generales que se llevaron a cabo el 11 de noviembre de 1951, cuando más de 3,5 millones de mujeres participaron en los comicios para elegir al Presidente y Vicepresidente de la Nación. En aquella histórica jornada Juan Domingo Perón resultó reelecto por un amplísimo porcentaje de votos (63 %), duplicando prácticamente los guarismos obtenidos por la Unión Cívica Radical (que llevaba a Ricardo Balbín como candidato presidencial). Esto determinó que Perón pudiera afirmar que la primera elección la había ganado por los hombres y la segunda gracias a las mujeres.
En efecto, el Partido Peronista Femenino, que había sido fundado y organizado por la propia Evita en julio de 1949, aportó ese día un importante caudal de sufragios, obteniendo una representación más que significativa en el Parlamento nacional, con 23 diputadas y seis senadoras; lo que a la postre permitió a Delia Parodi ser la primer mujer en ocupar un cargo legislativo de relevancia, puesto que en 1953 sería electa por sus pares como Vicepresidenta primera de la Cámara de Diputados.
Según refiere la citada investigadora, el acceso al ejercicio de ese derecho significó “el nacimiento de la mujer como actora política”, formalizándose el ingreso a la vida pública con sus derechos y obligaciones; pero esto no implicó solamente un cambio sustancial para las mujeres sino que lo fue para el sistema democrático en sí mismo, ya que recién a partir de ese momento “se logró la efectiva igualdad mediante el voto, que es la base de cualquier democracia”. A su vez, se habilitó a las mujeres para que pudieran ser candidatas y así tener injerencia en la toma de decisiones en el orden estatal. En este sentido, se remarca siempre la figura de Eva Duarte de Perón, por haber sido la principal responsable de motivar la participación política de las mujeres (algo que muchos hombres aún hoy no le perdonan).
Desde entonces la implicancia de las mujeres en la vida pública se amplió considerablemente, logrando un plexo de nuevos derechos que contribuyeron a fortalecer la democracia y el sistema representativo, como lo demuestra la Ley 24.012, de cupo femenino (1991) y la Ley 27.412, de paridad de género en ámbitos de representación política (2017), entre otras disposiciones legales.
Precisamente por la trascendencia histórica que tuvo aquella gesta, desde 1997, cada 23 de septiembre se conmemora oficialmente en nuestro país el “Día de los Derechos Políticos de la Mujer”, en justo reconocimiento a todas aquellas pioneras que lucharon incansablemente para abrir el camino hacia la igualdad de género en el plano electoral.
Somos concientes que todavía queda mucho por recorrer y que son enormes los desafíos que plantea la situación actual, máxime cuando desde la cúspide del poder central se está impulsando el recorte de una amplia gama de derechos, en especial, aquellos de índole social y cultural, lo que afecta particularmente al colectivo feminista y a otros sectores que son directa o indirectamente perjudicados.
Empero, consideramos importante recordar que en materia de derechos la lucha nunca acaba, porque no se trata de conquistas eternas que pueden sostenerse fácilmente en el tiempo sin cuestionamientos, sino que son las mismas bases sociales las que deben sostener a diario esas construcciones colectivas. La democracia y la ciudadanía están en constante movimiento y redefinición, y corresponde a “los y las integrantes de una entidad política luchar siempre por dar forma a su destino”, concluye la doctora Ratto.
En el caso cordobés, la deuda que mantenemos resulta imposible de soslayar, dado que a pesar del tiempo transcurrido desde la sanción de la Ley 13.010 que consagró el voto femenino en Argentina, ninguna mujer ha logrado acceder -hasta el presente- al ejercicio del poder como Gobernadora de la Provincia, como tampoco lo pudo hacer en el máximo cargo ejecutivo del Municipio de la ciudad capital. Y nadie podría estimar, a ciencia cierta, cuánto tiempo más nos demandará saldarla.