Martinsburg es una pequeña población estadounidense en West Virginia que cuenta con una planta de la compañía Clorox dedicada a la fabricación de arena para gatos. Desde hace tres años, transporta la caliza que extrae de una mina hasta la planta por ferrocarril, aprovechando una centenaria y corta línea propiedad de Winchester & Western. Esto no tendría mayor importancia de no ser porque se trata de una de las muchas iniciativas por todo el país para la recuperación del tren como gran medio de transporte.
La construcción de Estados Unidos se explica en buena parte gracias al ferrocarril, que fue conectando sus vastos territorios. Sin embargo, en el siglo XX entró en crisis, como en Europa, por el impacto del transporte por carretera, que lo relegó a un segundo plano. Pero hoy, ya en el siglo XXI, el tren vuelve a vivir una época dorada en un mundo que lucha contra la carbonización para combatir la emergencia climática.
El ferrocarril ha renacido como gran transporte de un futuro mundo descarbonizado
El tren de Martinsburg ha sacado de la carretera 48 camiones diarios, con el consiguiente impacto medioambiental y en la economía local. Transportar la arena de gato por ferrocarril supone para la empresa un ahorro de hasta el 40% en el coste. Iniciativas como esta se repiten por todo el país, y los dos gigantes ferroviarios Union Pacific y Norfolk Southern han anunciado su futura fusión para unir las dos costas mediante una red propiedad de una sola compañía.
El pasado 27 de octubre pasó casi sin pena ni gloria la conmemoración del 200 aniversario de la primera línea de ferrocarril, entre las ciudades inglesas de Stockton y Darlington. Era la primera vez que se aplicaba la máquina de vapor para la movilidad en tierra y generó una rápida y gran expansión del tren durante el siglo XIX. En 1848, se inauguró la primera línea de la península entre Barcelona y Mataró. Creció rápido y el transporte férreo constituyó una revolución, que sufrió una especie de estado latencia a partir de mediados del siglo XX.
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Hoy, nadie duda de que el ferrocarril ha renacido como gran transporte de un futuro mundo descarbonizado. En este sentido, Catalunya no va mal servida. Contamos con 2.047 kilómetros de vías, entre las convencionales, de Adif, las de la alta velocidad, Ferrocarrils, metro y tranvía. Claro que, con la crisis de Rodalies, hablar del ferrocarril como la gran esperanza del transporte metropolitano y regional puede sonar en estos momentos un poco a guasa, pero en cuanto finalicen todas las obras, la red debe recuperar la vitalidad perdida durante su largo letargo inversor. Además de Rodalies, quedan otras asignaturas pendientes, como la dotación de terminales para la alta velocidad en el puerto y el aeropuerto para dar una mejor salida a las mercancías. No se puede entender un siglo XXI descarbonizado sin trenes que sustituyan al transporte por carretera y parte de las medias distancias en avión. El tren vuelve a rodar fuerte en su 200 cumpleaños.