Tras el pase del expediente a Homicidios de La Matanza, la investigación abrió una línea que conecta Ciudad Evita, Zavaleta y Florencio Varela: buscan a un vendedor de drogas del entorno de Brenda, cuya declaración podría fijar horarios y roles en la cronología del triple femicidio.
La pista no lo ubica, por ahora, como ejecutor, pero sí dentro del entorno que podría explicar el porqué y el cómo de la emboscada que terminó en el asesinato de Brenda (20), Morena Verdi (20) y Lara Gutiérrez (15).

La pista llegó junto con el cambio de fiscalía y viene acompañada de una batería de pericias y medidas de campo que buscan cerrar tiempos, rutas y responsabilidades.
Quién es el joven que buscan y por qué su palabra importa
Según fuentes del caso, el foco se posa ahora sobre un dealer de la zona de monoblocks de Ciudad Evita -donde vivía Brenda- que era «sumamente cercano» a ella.
Los investigadores lo describen como reconocible «a simple vista» por una señal física particular y sostienen que él antes no figuraba en el expediente.
La idea por estas horas es localizarlo y sentarlo a declarar para saber qué sabe. Un pesquisador sintetizó así la expectativa de los investigadores: «Si es dealer y era cercano a Brenda, tal vez, probablemente algo sepa».

El hilo Ciudad Evita-Zavaleta y una banda en mutación
En territorio, la pista que rodea al joven aparece conectada a un desprendimiento de viejas células del condenado Nicolás Nahuel Guimil, alias “Chaki Chan”, con influencia en La Matanza.
Son grupos jóvenes que mezclan menudeo, extorsiones y logística y que, según relatan fuentes barriales, ocuparon espacios mientras caían jefes históricos.
En esa misma trama se inscribe la cacería del supuesto jefe “Pequeño J” (el peruano de 23 años a quien señalan como autor intelectual), con allanamientos en Villa Zavaleta y movimientos cruzados entre la Ciudad y el conurbano.

En las últimas horas, la fiscalía recibió reportes que no encuentran a “Pequeño J” en bases federales habituales, lo que vuelve más pantanoso su rastro.
Cambio de fiscal y hoja de ruta inmediata
Con el expediente ya en manos de Adrián Arribas (UFI Homicidios de La Matanza), la instrucción pidió el legajo completo, citó al jefe de la DDI local, Flavio Marino, y prepara nuevas pericias criminalísticas para hilar tiempos, lugares y roles.
En paralelo, sigue colaborando la PROCUNAR y se ordenan medidas sobre telefonía, ADN y videos que podrían robustecer la línea del disciplinamiento narco que ya había tomado fuerza.
Dónde está la causa hoy: detenidos, prófugos y un cómplice bajo la lupa

Por el crimen hay cuatro detenidos con calificaciones que, por ahora, se mantienen -entre ellos, Miguel Ángel Villanueva Silva (peruano, indocumentado) y Iara Daniela Ibarra-, mientras la Justicia busca a “Pequeño J” y a un presunto cómplice identificado como Matías Agustín Ozorio («Tati»), con orden de captura vigente.
En simultáneo se consolida la hipótesis de que la casa de Florencio Varela fue alquilada y «limpiada» para borrar huellas después del ataque.
El contexto criminal que describen en los barrios
Hay una foto sociológica que los investigadores no dejan de repetir: «Los nuevos líderes, la nueva generación de narcos, son hijos de los jefes anteriores de nacionalidad peruana que, con su familia establecida en estos barrios, nacieron en Argentina». Esa transición -de mandos históricos a segundas y terceras líneas- ayuda a explicar alianzas frágiles, apodos sin DNI y cuadros que mutan con rapidez. En ese tablero, la aparición de un dealer cercano a Brenda puede ser la llave para contar lo que vio y quién dio las órdenes.

Qué buscan probar ahora
Con la pista de La Matanza en primer plano, la fiscalía intenta cerrar la cadena de mando: fijar quién captó a las jóvenes, quién las llevó a Varela, quién transmitió el horror y quién mandó a borrar la escena. El trabajo será de laboratorio y territorio: cruces de celdas y antenas, análisis de cuentas y dispositivos, pericias de manchas y rastros biológicos. En ese rompecabezas de datos duros, una voz del barrio -la del muchacho que buscan- podría ordenar minutos, diálogos y presencias.