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sábado, septiembre 27, 2025

Buenos Aires, ciudad fósil: más de 200 sitios y palacios urbanos guardan huellas de un pasado milenario

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A simple vista, cientos de lugares públicos de CABA albergan restos de animales contemporáneos de los dinosaurios. El trabajo de los paleontólogos para registrar fósiles urbanos y las recorridas para descubrirlos.

Cientos de lugares públicos de CABA albergan restos de animales contemporáneos de los dinosaurios. (Photo by JUAN MABROMATA / AFP)

Cientos de lugares públicos de CABA albergan restos de animales contemporáneos de los dinosaurios. (Photo by JUAN MABROMATA / AFP)

Buenos Aires tiene cada vez más autos, más edificios, más habitantes. Y más fósiles. En este escenario urbano lleno de cemento, los paleontólogos descubren día a día nuevos vestigios de animales que poblaron el mundo hace millones de años, a punto tal que ya estiman que sólo en el casco histórico hay más de 200 sitios públicos con presencia de fósiles contemporáneos de los dinosaurios.

“La ciudad es un museo a cielo abierto de fósiles y comprobamos que está a la altura de muchas capitales europeas en materia de patrimonio urbano de este tipo de piezas”, dice Darío Lazo, profesor de Paleontología en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA e investigador del Conicet.

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Lazo y su colega Horacio Padula elaboraron una base de datos en la que desde hace años vuelcan cada nuevo hallazgo, no solo para llevar el registro de las ubicaciones sino para completar en cada caso el origen de las rocas que contienen los fósiles y el resto de sus detalles.

“Es una tarea de nunca acabar”, se ríen ambos, mientras piensan en la inminencia del momento en que van a publicar ese listado eternamente en construcción, pero con potencial de convertirse en eje de actividades no solo educativas sino también turísticas.

Fósil en el hall de ingreso del Congreso de la Nación. (Foto: TN).

Fósil en el hall de ingreso del Congreso de la Nación. (Foto: TN).

Fauna del pasado

En su mayoría, las rocas que guardan fósiles en CABA son de origen extranjero, especialmente del hemisferio norte. En particular, predominan las provenientes de Italia, España y Estados Unidos. Sin embargo, hay dos lugares de Argentina que también son cuna de estas piedras tan especiales.

Una de esas canteras se llama Los Catutos y está inactiva ahora, aunque no es área protegida. Se ubica en Neuquén, cerca de Zapala, ciudad que tiene gran cantidad de amonites en veredas y hasta en la iglesia.

Estos invertebrados prehistóricos (moluscos cefalópodos) son ancestros de los pulpos y los calamares. Poseían tentáculos en sus cabezas y fama de depredadores, con mandíbulas afiladas y tamaños que iban desde unos pocos centímetros hasta casi los tres metros.

Conchilla de amonoideo en caliza nodular de color rojizo denominada Rosso Ammonitico. Ubicación: antesala del recinto de Diputados. Procedencia probable: Alpes del Veneto (Italia), de la edad jurásica (entre 200 y 145 millones de años antes del presente). Se ven las divisiones internas de la conchilla que delimitan cámaras. Escala en cm. (Foto: Departamento de Restauración de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.).

Conchilla de amonoideo en caliza nodular de color rojizo denominada Rosso Ammonitico. Ubicación: antesala del recinto de Diputados. Procedencia probable: Alpes del Veneto (Italia), de la edad jurásica (entre 200 y 145 millones de años antes del presente). Se ven las divisiones internas de la conchilla que delimitan cámaras. Escala en cm. (Foto: Departamento de Restauración de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.).

Algunos presentaban formas alargadas, pero la mayoría tenía un caparazón enroscado en espiral y compartimentado en celdas o cámaras, que renovaban continuamente y los ayudaban a flotar. Se alimentaban de plancton, crustáceos y otros amonites, y se extinguieron junto con los dinosaurios, a finales de la era Mesozoica.

La segunda cantera nacional que aparece frecuentemente en rocas ornamentales porteñas es Chachao y se localiza cerca de Malargüe, en Mendoza. Desde allí surgieron las piedras calizas que, fósiles incluidos, decoran por ejemplo la explanada y la fachada del Hospital de Clínicas, con ostras y amonites de edad cretácica.

Restos fósiles en la fachada del Hospital de Clínicas, con restos de ostras procedentes de la Formación Chachao, Mendoza. Edad cretácica, aprox. 130 millones de años de antigüedad.  (Foto: Darío G. Lazo.).

Restos fósiles en la fachada del Hospital de Clínicas, con restos de ostras procedentes de la Formación Chachao, Mendoza. Edad cretácica, aprox. 130 millones de años de antigüedad.  (Foto: Darío G. Lazo.).

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Como todos los fósiles, los urbanos se formaron cuando esos organismos quedaron atrapados en sedimentos en el fondo marino. La acumulación paulatina hizo que se convirtieran en rocas. Cuando todavía no existía la cordillera de los Andes, las aguas del Pacífico cubrían parte de las provincias de Mendoza y Neuquén. Millones de años después, esos lechos terminaron aflorando.

Los expertos diferencian el concepto de fósiles urbanos de los hallazgos que, excavaciones mediante, depara la paleontología en la ciudad. “Los fósiles urbanos son los que se encuentran en rocas ornamentales, las que adornan fachadas, salones, bóvedas o monumentos, o de aplicación, que son las que se usan para veredas y pavimentos”, precisan.

Conchilla de belemnite atravesada por fracturas rellenas por calcita. Ubicación: recinto de Diputados. Procedencia probable de la roca: Alicante (España), edad jurásica (entre 200 y 145 millones de años antes del presente). (Foto: Departamento de Restauración de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.).

Conchilla de belemnite atravesada por fracturas rellenas por calcita. Ubicación: recinto de Diputados. Procedencia probable de la roca: Alicante (España), edad jurásica (entre 200 y 145 millones de años antes del presente). (Foto: Departamento de Restauración de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.).

Padula, subgerente de Gestión Patrimonial y Arqueología de la Dirección General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico porteña, cuenta que se han organizado algunas “caminatas geológicas” por Av. de Mayo, por la calle Florida y por el Cementerio de la Recoleta. E invita a estar atentos a la página de Instagram @Patrimonioba para enterarse de próximas actividades y nuevos recorridos para descubrir fósiles urbanos ya que desde el 13 al 20 de octubre se desarrollará la XI Semana de la Arqueología y la Paleontología.

Hay un fósil en la sala

Vista frontal del monumento de José Figueroa Alcorta en el cementerio de la Recoleta. El basamento se encuentra revestido por una caliza rosada con amonoideos. Procedencia: Veneto (Italia). Edad jurásica, aprox. 165 millones de años antes del presente.  (Foto:  Darío G. Lazo.).

Vista frontal del monumento de José Figueroa Alcorta en el cementerio de la Recoleta. El basamento se encuentra revestido por una caliza rosada con amonoideos. Procedencia: Veneto (Italia). Edad jurásica, aprox. 165 millones de años antes del presente.  (Foto: Darío G. Lazo.).

Uno de los datos tal vez más sorprendentes es que en el Cementerio de la Recoleta se hallaron fósiles sobre mármoles de color gris que provienen de América del Norte, y también sobre otras piedras de colores menos esperables para ese entorno, como las de tono rosado que revisten el mausoleo de Figueroa Alcorta, que en su centro luce un amonite. En más de 30 lápidas, bóvedas y mausoleos de este cementerio se encontraron restos fósiles.

Detalle de caliza rojiza con restos de bivalvos rudistas ubicada en los laterales de la platea del Teatro Colón. Procedencia: País Vasco (España). Edad cretácica, aprox. 110 millones de años antes del presente. (Foto: Darío G. Lazo.).

Detalle de caliza rojiza con restos de bivalvos rudistas ubicada en los laterales de la platea del Teatro Colón. Procedencia: País Vasco (España). Edad cretácica, aprox. 110 millones de años antes del presente. (Foto: Darío G. Lazo.).

La sala principal del Teatro Colón es una joya, porque las placas de rocas calizas de color rojo oscuro de los laterales de la platea albergan cientos, cientos, de fósiles que están pegados a las butacas”, dicen los paleontólogos. Tienen unos 135 millones de años, y son en muchos casos bivalvos, parientes de las actuales almejas, originarios del País Vasco.

Los expertos agregan: “Recién estamos empezando a descubrir el patrimonio de la ciudad en esta materia. Pensemos que cada laja, cada roca es única, ninguna se repite. Y el valor de estos fósiles es doble, porque por un lado son restos con importancia cultural en sí mismos, pero además tienen valor histórico porque muchos provienen de canteras famosas, por ejemplo, usadas por los romanos o protegidas por la UNESCO”.

Detalle de caliza beige con amonoideo, foyer principal del Teatro Colón sobre calle Libertad. Procedencia probable: Veneto (Italia). Edad jurásica, aprox. 165 millones de años antes del presente. (Foto: Darío G. Lazo.).

Detalle de caliza beige con amonoideo, foyer principal del Teatro Colón sobre calle Libertad. Procedencia probable: Veneto (Italia). Edad jurásica, aprox. 165 millones de años antes del presente. (Foto: Darío G. Lazo.).

La Casa de la Cultura (ex Edificio La Prensa), en Av. de Mayo al 500, esconde en distintos sectores del edificio fósiles en rocas del jurásico y el eoceno que posiblemente provengan de las regiones alpinas y mediterráneas de Europa.

En el Congreso hay gran variedad. “No solo se ven amonites sino también corales y esponjas marinas, de unos 400 millones de años porque son de la era Paleozoica”, precisan los paleontólogos, en alusión a rocas que provienen mayoritariamente de Bélgica, España e Italia. Los mismos fósiles también son visibles en varios sectores de la Legislatura porteña.

Viajar sin moverse

“El veteado de estos mármoles es resultado de la actividad de organismos, y cuando se los destinaba a fines ornamentales la presencia de un fósil daba un plus. Son rocas decorativas que tienen más valor patrimonial que científico porque desde lo paleontológico han venido siendo estudiadas desde hace siglos. Lo interesante es que no solo son de origen marino: algunas provienen de lagunas, con fondos de barro fino que no permiten el paso de oxígeno. Eso hace que las bacterias no puedan descomponerlo y se fosilizan”, aporta Federico Agnolín, paleontólogo e investigador independiente del Conicet.

Colonia de coral en el hall de ingreso del Congreso. Procedencia probable de la roca: Bélgica, y de la edad devónica (entre 419 y 358 millones de años de antigüedad). Escala en cm. (Foto: Departamento de Restauración de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.)

Colonia de coral en el hall de ingreso del Congreso. Procedencia probable de la roca: Bélgica, y de la edad devónica (entre 419 y 358 millones de años de antigüedad). Escala en cm. (Foto: Departamento de Restauración de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.)

La Ley Nacional 25743, de 2003, protege los restos paleontológicos hallados en el país, y determina que todos los fósiles pertenecen al Estado. En lo cotidiano, “hay una tarea de cuidado que se debe hacer, sobre todo proteger de la intemperie a las rocas calizas, que son más blandas que el granito”.

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Algunas de las que están justamente expuestas al aire libre, y las pisadas, son las que ofician de vereda en torno del Planetario. Entre decenas de moldes (la impronta que el animal dejó en el lecho marino) de amonites de 145 millones de años, un papá que paseaba con su hijo encontró en esas rocas provenientes de Neuquén una figura que le llamó la atención.

El papá en cuestión era Sergio Bogan, especialista en peces y curador asociado de la colección de Ictiología del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia. Sospechó que se trataba de una pieza de valor científico y acertó, porque era parte del cráneo de un pez carnívoro patagónico de 150 millones de años de antigüedad y aún sin registro en el país. Tras un permiso pedido al Gobierno de la ciudad, en 2021 se extrajo esa laja para llevarla al Museo.

Dentro de la veintena de esculturas que se lucen en el Botánico, destaca una que fue donada por la comunidad austrohúngara en el centenario de la Revolución de mayo. Es una columna con instrumentos de medición meteorológicos, revestida en roca caliza de la isla de Brač, en Croacia, sobre la que se ven fósiles de bivalvos rudistas, un tipo de molusco extinguido que habitó los mares jurásicos y cretácicos.

Fósil en las paredes de mármol que revisten el recinto de la Cámara de Senadores. (Foto: TN).

Fósil en las paredes de mármol que revisten el recinto de la Cámara de Senadores. (Foto: TN).

Los ejemplos abundan. En el cenotafio Héroes de Malvinas que está ubicado en Plaza San Martín, en Retiro, hay rocas de Los Catutos con moldes de amonites. En la entrada del Hotel Savoy (Av. Callao 181) se observa una docena de conchillas de amonites en la piedra que recubre la fachada, y el Museo del Bicentenario (ex Aduana Taylor), ubicado detrás de la Casa de Gobierno, conserva en las calizas europeas del embaldosado restos fósiles de moluscos bivalvos.

La vereda de los jardines del Círculo de la Fuerza Aérea Argentina (Av. Córdoba 731); la sede Jorge Newbery del Club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires; las escaleras y pasillos de algunos shoppings; los senderos de varias plazas; los pisos del aeroparque Jorge Newbery y hasta viviendas particulares, como una ubicada en Udaondo y Bavio, en el barrio de Núñez, y otras en el de Parque Avellaneda, revelan a simple vista la existencia de fósiles.

Relevamiento de las rocas ornamentales con restos fósiles en el recinto de la Cámara de Diputados. (Gentileza: Departamento de Restauración de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.)

Relevamiento de las rocas ornamentales con restos fósiles en el recinto de la Cámara de Diputados. (Gentileza: Departamento de Restauración de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.)

Ezequiel Vera, paleontólogo de la división Paleobotánica del Museo de Ciencias Naturales, creó un mapa interactivo con fósiles urbanos que abarca todo el país y explota de pins en CABA. El experto dice que, al igual que la base de datos de sus colegas, la suya también es una herramienta viva, en permanente expansión.

Desde un pasado muy, muy lejano, Buenos Aires ofrece estos fósiles como tarjetas de embarque mágicas: permiten viajar sin moverse, no solo en la distancia sino también en el tiempo.

Redacción

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