En 1979, la revolución iraní sacudía al mundo. Las imágenes de multitudes invadiendo la embajada de Estados Unidos en Teherán dieron la vuelta al planeta y marcaron el inicio de una de las crisis diplomáticas más tensas de la historia reciente.
Mientras 52 rehenes eran retenidos dentro del edificio, seis diplomáticos lograron escapar y refugiarse en secreto en la residencia del embajador canadiense. Estaban atrapados en un país en llamas, con la certeza de que, si eran descubiertos, sus vidas terminarían allí mismo. Lo que parecía un callejón sin salida se transformó en una de las operaciones más insólitas de la CIA, con un plan tan audaz como cinematográfico: simular el rodaje de una película de ciencia ficción para rescatarlos.
De esa trama, que en su momento fue información clasificada, nació décadas más tarde Argo, la película dirigida y protagonizada por Ben Affleck que ganó el Oscar a Mejor Película en 2013.
Con ritmo de thriller político, pero impregnada de humor negro y guiños al cine de los 70, la historia combina tensión, ironía y emoción. Y lo más perturbador es que todo lo que sucede en pantalla, el falso rodaje, los pasaportes inventados, las reuniones clandestinas en la CIA, está inspirado en hechos reales.
Affleck decidió filmar esta historia porque, además de ser un rescate extraordinario, hablaba de la capacidad de invención y del poder de la ficción en medio de un conflicto real. “Era un cuento demasiado increíble para dejarlo pasar”, dijo al recibir el Oscar. El resultado fue una película que no solo atrapó a la crítica y al público, sino que se consolidó como uno de los thrillers más recordados de la última década.
La historia real detrás de la operación encubierta

La misión se conoció como “Canadian Caper” y fue clasificada por la CIA durante más de veinte años. Recién en 1997, bajo la administración de Bill Clinton, se hicieron públicos los detalles del operativo liderado por Tony Mendez, un experto en extracciones encubiertas.
La idea surgió casi como una locura: entrar a Irán con la coartada de estar produciendo una película de ciencia ficción llamada Argo, con guion, storyboard y afiches incluidos. Para darle credibilidad, la CIA montó una productora fantasma en Hollywood y hasta organizó un evento de prensa para anunciar la inexistente superproducción.
El plan era simple en el papel, pero aterrador en la práctica: Mendez debía llegar a Teherán, hacerse pasar por productor canadiense, reclutar a los seis diplomáticos escondidos y lograr sacarlos del país con pasaportes falsos, haciéndolos pasar por parte del equipo técnico de la película. Todo mientras la ciudad estaba militarizada y los comités revolucionarios buscaban con saña a cualquier sospechoso de vínculos con Occidente.
La tensión real fue tan extrema como en la pantalla. Cualquier error en la documentación, cualquier mirada sospechosa en un aeropuerto, podía costar vidas. Sin embargo, el operativo resultó un éxito: los seis lograron salir de Irán con Mendez, en uno de los rescates más improbables de la historia moderna. La operación se mantuvo en secreto hasta finales de los 90, cuando la CIA decidió reconocer públicamente el ingenio y la valentía de Mendez, quien más tarde escribió un libro contando su experiencia.
El impacto cultural y el sello de Ben Affleck
Cuando Affleck decidió llevar la historia al cine, no buscaba hacer un documental, sino un thriller con nervio narrativo y personajes humanos. Eligió ambientar la película con estética setentosa, recreó con detalle la atmósfera de la época y apostó por un elenco coral: Bryan Cranston, John Goodman y Alan Arkin se sumaron al proyecto, aportando el humor ácido y la complicidad que contrastaba con la crudeza de la situación. Affleck, en el rol de Tony Mendez, interpretó al agente de pocas palabras que debía sostener un plan imposible en medio del caos.
El impacto de Argo fue inmediato. No solo se convirtió en un éxito de taquilla, sino que logró que una generación entera conociera la historia del “Canadian Caper”. El film recibió siete nominaciones al Oscar y ganó tres: Mejor Película, Mejor Guion Adaptado y Mejor Edición. Para la crítica, fue la confirmación de que Ben Affleck podía ser un director sólido, capaz de equilibrar tensión política, humor y emoción.
Más allá de los premios, Argo instaló un debate sobre el rol de la ficción en la política. La película muestra cómo una mentira cuidadosamente diseñada salvó vidas reales, cómo el cine y la inteligencia podían cruzarse en una operación de riesgo. En un mundo dominado por la posverdad y las fake news, esa reflexión resultó incómoda y actual. Y quizás por eso, más de diez años después de su estreno, sigue siendo una película que se recomienda una y otra vez, tanto para los que buscan adrenalina como para los que quieren conocer un capítulo fascinante de la historia reciente.
Lo que diferencia a Argo de otros thrillers políticos es su capacidad de atraparte incluso cuando ya conocés el final. Desde la primera escena, la tensión crece sin respiro. La recreación de Teherán en 1979 es tan vívida que transporta al espectador a un clima de paranoia y miedo, mientras los protagonistas luchan por mantener la calma en un juego donde el mínimo error significaba la muerte.