
Barcelona
Cada vez que un conductor recibe una multa por exceso de velocidad maldice al radar que lo ha calzado, pero quizás debería darle las gracias. El Servei Català de Trànsit ha querido poner en valor el verdadero objetivo de los radares –que no es recaudatorio, aunque muchos lo consideren así– como herramienta de reducción de la accidentalidad en las carreteras.
El primer estudio de estas características realizado en Catalunya ha ido a cargo del Institut Català d’Avaluació de Polítiques Públiques (Ivàlua) y cifra en 1.610 los accidentes con personas heridas que se han evitado en veinte años, entre el 2002 y el 2023. De estos, 372 serían con víctimas graves o mortales.
Dicho de otro modo, los radares han reducido un 31% los accidentes con personas heridas y un 20% los que provocan víctimas graves o mortales en los tramos de carreteras donde se han instalado los 131 dispositivos fijos durante el periodo analizado. De radares móviles hay un número similar pero han quedado al margen del estudio, igual que los 14 que hay de tramo.
El informe considera que los radares fijos y señalizados son especialmente efectivos entre los conductores tanto de coches como de motos que son hombres de entre 25 y 44 años, que circulan los días laborables y en horario diurno. Los principales accidentes que se reducen son aquellos que están relacionados con errores de conducción humanos, ya que una de las consecuencias más evidentes de los radares es que obligan a los conductores a estar más atentos.
El análisis destaca que el efecto positivo de estos aparatos aumenta a medida que pasa el tiempo
Una de las conclusiones más interesantes del estudio es que la efectividad de los radares aumenta con el paso del tiempo. La reducción de los siniestros llega a ser de hasta el 50% cuando han pasado doce años de la instalación del radar, lo que sugiere “un aprendizaje y una adaptación de la conducción por parte de los usuarios”, según los autores del informe, que han apostado por un modelo de dobles diferencias para evitar el efecto causal de los radares ya que podrían darse resultados desviados por el hecho de que se instalan en puntos donde se da una alta accidentalidad.
El análisis también se ha fijado en los efectos en el entorno. Los datos desmienten la teoría del llamado “efecto canguro”, nombre que se le atribuye a los frenazos bruscos que se dan justo antes de llegar al radar y los acelerones bruscos después de superarlo. Según el informe, no solo se evitan los accidentes en el punto donde se instala el radar, sino que su efecto se traslada más allá, tanto unos cuantos metros antes como después del radar. Habrá frenazos o acelerones, pero la reducción de la accidentalidad se da tanto allí donde hay aparato sancionador como en el tramo de entre 500 y 2.000 metros de distancia en el que se encuentra.
Trànsit apuesta por ampliar los radares más allá de los 131 que hay instalados
De un tiempo a esta parte, Trànsit prioriza los carroradares móviles y los radares de tramo que miden la velocidad media entre un punto y otro frente a los radares fijos. El informe no entra en ese aspecto y lo deja para otro estudio, que recomienda llevar a cabo, sobre la efectividad de un tipo de radar u otro, con la finalidad de determinar que dispositivo funciona mejor y en que contexto.
Con los datos del informe en su mano y esos 372 muertes o heridos graves evitados, sus autores instan a apostar por la instalación de más radares fijos y señalizados en los puntos de la red vial con alta accidentalidad. Han recogido el guante tras la presentación tanto la consellera de Interior, Núria Parlon, como el director del Servei Català de Trànsit, Ramon Lamiel, que tienen estos dispositivos en su estrategia para dar pasos en la reducción de la accidentalidad. “Son una buena herramienta para mejorar la seguridad vial y hay que estudiar su ampliación”, ha concluido Parlon.