El florecimiento de la medicina islámica representó un período crucial en la historia del conocimiento científico, actuando como un verdadero puente que conectó y preservó los saberes de la antigüedad clásica de Occidente con las prácticas de Oriente.
Este proceso de asimilación comenzó de manera notable tras eventos como el Concilio de Edessa (489) y el cierre de la escuela de Atenas (529), que provocaron la migración de médicos y filósofos griegos nestorianos hacia Oriente Medio, principalmente a Gundeshapur (actual Irán).
En Gundeshapur se fundó una prestigiosa escuela, conocida más tarde como Academia Hippocratica. Su apogeo se consolidó en el año 765, cuando el califa al-Mansur, de la dinastía Abásida, fue atendido y curado en su hospital. Impresionado, el califa ordenó la traducción masiva al árabe de los textos clave de la medicina y filosofía griega, incluyendo a Hipócrates, Galeno, Aristóteles y Dioscórides.
La era de los médicos-filósofos y los bimaristán
Este acto marcó el inicio de la era dorada de la medicina árabe, que se expandió rápidamente, siguiendo el crecimiento del Islam desde la India hasta la península ibérica.
La medicina islámica se distinguió por la aparición de la figura del hakim, o médico-filósofo. Estos profesionales consideraban la medicina como un camino hacia la sabiduría guiada por normas éticas, por lo que su formación era enciclopédica, abarcando no solo conocimientos básicos y medicina, sino también filosofía, astronomía, matemáticas y religión.
Instituciones como la Bayt al Hikma («Casa de la Sabiduría») en Bagdad, creada por el califa al-Mamun a comienzos del siglo IX, se convirtieron en centros de traducción y estudio a semejanza de la Academia Hippocratica.

El valor de esta medicina radicó en que sus practicantes no fueron meros traductores, sino sistematizadores que impregnaron el saber griego con su propia idiosincrasia. Si bien sus conocimientos anatómicos se basaron en las descripciones de Galeno, y la disección humana estaba desalentada, hubo aportaciones originales.
Por ejemplo, el médico Abd al-Latif (1162-1231) fue uno de los pocos en contradecir a Galeno, al describir correctamente la unidad de la mandíbula inferior y del hueso sacro.

El legado institucional más significativo de esta época fue el bimaristán (del persa, «lugar del enfermo»), los grandes hospitales islámicos. Estos centros no solo ofrecían asistencia a enfermos físicos, sino que también desarrollaban la enseñanza médica. El primer bimaristán se construyó en Damasco en el 707, y en ellos se observaba un profundo respeto por la salud pública.
En el ámbito de la salud mental, el Islam mostró un respeto particular hacia los pacientes psiquiátricos, a quienes se les brindaba atención institucional. Aunque entendían la locura (majnun) como una posesión espiritual, los médicos musulmanes se basaron en la teoría hipocrática de los cuatro humores. La cura se buscaba a través de tres pilares: dieta, medicamentos y cirugía.
La nutrición se consideraba la piedra angular para restablecer la armonía humoral, complementada con un arsenal terapéutico que incluía masajes, sangrías, hidroterapia y musicoterapia. Los bimaristán contaban con una estructura similar a los hospitales modernos, con administración separada y secciones para diferentes especialidades.
Pioneros y aportaciones a la ciencia moderna
La época dorada de la medicina islámica produjo figuras cuya influencia se extendió por siglos:
- Rhazes (Abu Bakú Muhammed ibn Zakkariya, 860-932): conocido como el gran clínico de la medicina árabe. Introdujo el uso de preparados químicos en la terapéutica y es famoso por su monografía sobre la viruela y el sarampión.
- Ibn Al-Nafis (1210-1288): describió por primera vez la circulación pulmonar, corrigiendo el error galénico de la comunicación entre ventrículos.
- Avicena (980-1037): apodado «el príncipe de los médicos», fue un erudito que escribió el Canon de medicina (Al-Qanun fi al-Tibb), una enciclopedia que fue texto de referencia obligatorio en Europa hasta el siglo XVII. Además, estableció la idea de cuarentena (arbi’iniya) para prevenir la propagación de enfermedades.
- Abulcasis (Abul Quasim al-Zaharawi, s. X): único cirujano árabe de gran relevancia, su obra Tesrif (Colección) documentó numerosos instrumentos y técnicas quirúrgicas.