Que la economía es el factor decisivo que condiciona el desarrollo de la vida social y política es algo que vienen estudiando intelectuales desde Karl Marx en el siglo XIX a esta parte. Sin embargo, quien mejor definió esta tesis no fue el pensador alemán ni ningún filósofo, sino un consultor político estadounidense llamado James Carville: en la campaña que llevó a Bill Clinton a la presidencia en 1992 inmortalizó la frase “es la economía, estúpido”, la idea de que es ese elemento el que explica, en este caso, el resultado de las elecciones. El gobierno de Javier Milei vino a revolucionar aspectos profundos de la vida política argentina, a hacer y decir cosas que nunca se habían hecho y dicho antes en estas latitudes, pero parecería que la columna vertebral del asunto sigue intacta. Dicho de otro modo, que al final del camino a un Presidente de este país no se lo va a juzgar en base a si jubiló a la “casta”, si logró eliminar el déficit fiscal o si recibió aplausos de Donald Trump, sino si pudo recomponer el bolsillo del argentino promedio. Y en esa tarea está lejos de ser exitoso. Por eso, en pleno contexto electoral, todos los ojos se posan sobre Luis «Toto» Caputo, el hombre al mando del timón de la economía.
Diario de una temporada en el Quinto Piso. Para juzgar la gestión de “Toto” hay que partir por las dos grandes particularidades que la rodean. Ambas son inéditas. La primera: el momento cero de la segunda incursión del “Messi de las finanzas” en la administración pública fue, tal como contó esta revista, un evento que sólo podría definirse como sobrenatural. Milei, en la previa de la asunción, fue junto a su hermana a la casa de Caputo en el country Newman para convencerlo de aceptar el convite. Ni el anfitrión ni su esposa estaban inclinados a sumarse a la aventura, pero el libertario bajó una carta inesperada. Le dijo que “el Uno”, como llama a Dios, le había anticipado que él era el elegido para el momento. Hasta los amigos más íntimos de Caputo juran que desde entonces no volvió a ser el mismo, algo que se evidencia no solo en el perfil público que tiene el ministro -que suele rozar lo pendenciero, muy distinto al que fue durante el macrismo- sino en las estatuas de la Virgen del Cerro de Salta con las que adornó su despacho, que se llegan a apreciar en las entrevistas que da allí. Esa figura, ligada a los milagros y a las visiones místicas que tuvo una religiosa del lugar en los noventa, no está reconocida por la Iglesia a nivel oficial.
La segunda particularidad del caso no es sobrenatural pero tampoco tiene ningún registro. Es que Milei es el primer economista que llega a ocupar la presidencia en toda la historia argentina. Para los que son parte del Gobierno, y en especial quienes integran el equipo económico, este no es un detalle para nada menor. Mientras que el libertario no se mete para nada en ninguna de las otras carteras, y apenas sobrevuela el armado político para pedir por tal o cual figura para un cargo, con el andar de la economía y de ese ministerio tiene una intromisión casi obsesiva. Una influencia que, más de una vez, han padecido Caputo y su equipo.
La lista a esta altura del Gobierno es demasiado larga para esta nota, pero un episodio de los últimos meses destaca. No solo por el impacto que tuvo en el andar de la economía, sino por lo que dice que hasta los involucrados hagan correr la historia. En julio, el Gobierno decidió terminar con las LEFI, un instrumento de deuda a corto plazo emitido por el Tesoro Nacional que buscaba absorber el excedente de pesos del sistema bancario. Eso sucedió en una época del año en que los dólares del agro se habían terminado y en la que, por tal razón, la demanda del tipo de cambio empezó a crecer tanto que el Gobierno tomó luego la decisión de subir las tasas de interés a un nivel astronómico. El grueso de los especialistas coincide en señalar aquel momento, y esa decisión sobre el fin de las LEFI, como el parteaguas en el rumbo de la economía argentina, que había empezado a mostrar algunos mínimos signos de recuperación luego de la megadevaluación que hizo la gestión libertaria apenas arrancó. Lo más importante del caso no es, sin embargo, todo esto, sino lo que dejó correr el propio equipo económico luego de que la economía empezara a sentir el frío por la suba de la tasa de interés: que la decisión de terminar con las LEFI había sido un “capricho” del primer mandatario. Algunos que caminan esos pasillos se animan hasta a sugerir que la salida del cepo, en abril, habría estado motivada por esa misma clarividencia divina que Milei cree tener.
Esa impronta se mantiene hasta hoy. El nudo gordiano del presente económico parecería ser el tipo de cambio. De uno y otro lado de las escuelas económicas atacan al sistema de bandas como el centro del problema. El periodista Leandro Renou publicó en Página/12 que Caputo, a fines de septiembre, le llevó al Presidente dos posibilidaddes: liberar definitivamente el precio del dólar -algo que sostienen varios en el Gobierno, con Federico Sturzenegger, el histórico enemigo de “Toto”, a la cabeza- o volver al cepo. Milei, encaprichado, no quiso aceptar ninguna. Tampoco la última propuesta de su ministro: presentar la renuncia si era necesario. El libertario lo sostiene contra viento y marea, y la decisión de haber puesto a un hombre suyo, Pablo Quirno, al frente de la Cancillería luego de la renuncia de Gerardo Werthein, va también en ese sentido. Milei, convencido de que lo que le queda de popularidad se sostiene sobre este estado de situación, no quiere cambiar nada. Hay además otro factor: el salvataje estadounidense, el que en varios sentidos le permitió al Gobierno llegar a las elecciones legislativas, ya fue realizado con Caputo de por medio. Scott Bessent, el secretario del Tesoro que en los papeles tiene hoy más peso que su par argentino para definir la política monetaria local, ya lo eligió como interlocutor. Milei no podría mover a Caputo sin dañarse muy seriamente a sí mismo.
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