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Cientos de hectáreas de bosques fueron arrasadas en los últimos años para la plantación de marihuana. Foto: SENAD.

La pérdida de zonas boscosas, en gran parte, dentro de reservas naturales protegidas por ley, es otra de las graves consecuencias que genera el avance del narcotráfico, con plantaciones de marihuana que siguen siendo descubiertas en cada nueva incursión de las autoridades.

  • 26 de octubre de 2025 12:00

Por Robert Bourgoing (@robertb_py)

Desde hace décadas, Paraguay se ha convertido en “tierra fértil” para los criminales ligados al tráfico de estupefacientes, principalmente vinculados a la comercialización ilícita de marihuana.

Buscando aprovechar las características y bondades de nuestro suelo, los narcos decidieron instalarse en sectores alejados de las áreas urbanas para la plantación de cannabis en grandes cantidades.

Pese a las continuas incursiones y operativos impulsados por la Secretaría Nacional Antidrogas (SENAD), con apoyo de otras autoridades tanto locales como extranjeras, esta práctica sigue tan vigente como hace unos años.

Además del problema que acarrea de por sí el narcotráfico, propiciando las adicciones en jóvenes y moviendo un millonario negocio ilegal, existe un dilema que no debe ser ignorado: la pérdida de nuestros bosques.

En una charla brindada días atrás en Hernandarias, en el marco de una serie de jornadas de capacitación promovidas por Itaipú Binacional, el ministro de la SENAD, Jalil Rachid, habló sobre lo que hoy catalogan como “un ecocidio silencioso”, producto de la destrucción sistemática de bosques en áreas protegidas.

Según datos manejados por la institución, tan solo en los últimos dos años, el crimen organizado fue capaz de arrasar con 5.400 hectáreas de bosques, que acabaron siendo convertidas en plantaciones ilegales de marihuana, producto que tiene como principal destino el Brasil.

Hablar de marihuana ilícita también es hablar de deforestación, teniendo en cuenta que la recomposición forestal de las superficies afectadas llevaría décadas, indicó Rachid, quien puso en relieve el nuevo enfoque de la lucha contra el narcotráfico con perspectiva ambiental.

Por si fuera poco, también se ha descubierto la utilización de territorios indígenas para el usufructo ilícito de los narcotraficantes, quienes invaden sin autorización estos espacios protegidos para la plantación de cannabis, alertó el ministro.

Según cifras actualizadas a julio de este año, entre 90.000 a 100.000 árboles nativos habían sido derribados para producir drogas en la Reserva Natural del Bosque Mbaracayú, ubicada en la zona de Canindeyú. En lo que va del 2025, fueron destruidas un total de 134 hectáreas de marihuana, a través de los operativos Mbaracayú I, II y III de la Secretaría Nacional Antidrogas.

Otros espacios protegidos que corrieron con la misma suerte son: Parque Nacional Cerro Corá (Amambay), Parque Nacional Caazapá (Caazapá), Reserva Natural San Rafael (Itapúa y Caazapá), Reserva Natural La Paraguaya (Amambay), Reserva Natural Ñacunday (Alto Paraná) y Reserva Natural Morombí (Caaguazú y Canindeyú).

Con el objetivo de contrarrestar esta situación, la Dirección de Desarrollo Alternativo de la SENAD, en conjunto con el Instituto Forestal Nacional (INFONA), impulsan el programa “Renovar”, que consiste en la siembra de especies nativas en parcelas de bosques deforestados para el cultivo de marihuana.

Dicha tarea, que también posee el apoyo de la Fuerza Aérea Paraguay, tiene el propósito de restituir de manera gradual algunos ecosistemas dañados para el desarrollo de actividades ilícitas mediante la siembra de plantines y la dispersión de semillas.

Como parte de estos mismos esfuerzos, la SENAD tiempo atrás había suscrito un acuerdo de cooperación con la Fundación Moisés Bertoni, de modo a llevar adelante una acción coordinada en defensa del patrimonio natural del país y, en especial, de la Reserva Natural del Bosque Mbaracayú.

Las evidencias revelan una dolorosa realidad ambiental que merece una atención aún más urgente de parte de las autoridades, puesto que los actuales esfuerzos siguen siendo insuficientes para frenar la criminal destrucción de zonas boscosas en Paraguay.

Una historia de lucha contra el cáncer de mama: las ganas de vivir por sobre la adversidad

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Una historia de lucha contra el cáncer de mama: las ganas de vivir por sobre la adversidad

En el mes de concienciación contra el cáncer de mama, es importante estar al tanto de todas las informaciones médicas referentes a la enfermedad. Pero un factor adicional es conocer la historia de una persona que lo vivió en “carne propia” y que además, en base a su lucha, logró superar todo tipo de adversidad.

  • 26 de octubre de 2025 08:30

Por Juan Riveros (@JuancitoRiveros)

Actualmente Esmilce Portillo tiene 45 años de edad, 10 años atrás su vida dio un giro totalmente inesperado. En ese momento, residía en Sao Paulo – Brasil, junto a su marido brasileño, su hijo de 9 y su hija de 3, incluso todavía en calidad de amamantamiento.

“Yo no tengo historial de cáncer en mi familia, siempre tuve una vida saludable y en teoría no estaba en riesgo. Un día sentí un bulto y eso me confundió. Posteriormente sentí que iba creciendo y decidí ir a un doctor que me dijo que tenía que esperar y no hacerme la mamografía. Me fui a otro médico y me dijo que no tenía nada y que era poco probable que tenga cáncer”, relató Esmilce, quien fue invitada en el programa “Las Residentas” del canal GEN, en busca de que su historia de vida llegue a más personas, especialmente a aquellas que están padeciendo la enfermedad.

Siguiendo con su relato y en ese momento con diagnósticos erróneos, contó que el dolor persistía tanto en el pecho como en la espalda. Eso hizo que recorriera por otros hospitales y especialistas de la ciudad de Sao Paulo. “Tuve que buscar otros médicos, insistí y me hicieron la ecografía mamaria. Encontré a una doctora que para mí es un ángel que me avisó de lo que tenía”, señaló Portillo.

Esmilce expresó que ese diagnóstico y saber de la enfermedad, fue un golpe para toda la familia más que para ella, ya que sus ganas de vivir eran más fuertes.

Explicó que, a pesar de que en Brasil se cuenta con un buen servicio de salud en general, el tratamiento en sí tuvo que pagarlo, ya que su marido quedó sin trabajo y, por ende, sin seguro médico privado.

De ahí en más, su lucha se centró en los hospitales, donde los médicos le hablaban de que para el tipo de cáncer que padecía (nivel 4), la probabilidad de vida que le daban era de 2 años. Lejos de tirar la toalla, para Esmilce eso fue un incentivo para buscar historias de vida y de esa manera aferrarse a sí misma. Contó que encontró refugio en Dios, pudiendo así fortalecerse en lo espiritual y mental. “Él me abrió las puertas para superar con fe y esperanzas de vida”, agregó.

Al completar la extirpación total de mamas y con el tratamiento concluido, los primeros años fueron de miedo de que la enfermedad pudiera volver en cualquier momento e incluso en otras partes del cuerpo.

Sin embargo, meses atrás, la vida le dio una nueva oportunidad al recibir el alta médico definitivo. “Cuando el doctor me dijo que estaba curada, fue como nacer de vuelta. Dios me dio una segunda chance para verle crecer a mis hijos y continuar con mi lucha”, expresó.

Cada situación es diferente, el cáncer puede afectar de diferentes maneras en las personas. Sin embargo, la historia de Esmilce lo que revela es la importancia de que se pueda conocer el cuerpo y estar atentos a los signos de alarma. Una prevención adecuada y un diagnóstico certero, puede salvarte la vida.

Religión, poder y dinero: una sociedad peligrosa

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La religión enhebró una relación con el poder que inspira y organiza la vida política.

La religión enhebró una relación con el poder que inspira y organiza la vida política, logrando un impacto directo en la economía, donde la conjunción de voluntades establece presupuestos, impone valores y define quién puede prosperar.

  • 25 de octubre de 2025 09:30

Por Gonzalo Cáceres – periodista

Max Weber planteó en su momento una tesis que todavía levanta posturas divididas. En La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905), este sociólogo alemán afirmó que la moral protestante (específicamente la calvinista) ayudó a crear el capitalismo moderno con el trabajo duro, el ahorro y la disciplina como signos del “favor divino”.

En la lógica de Weber, la prosperidad no era pecado, sino prueba de virtud, porque veía en la religión una suerte de motor cultural del desarrollo económico.

La fe legitima la ambición

Pero no todos compartieron el entusiasmo de Weber.

En su obra Religión y el auge del capitalismo (1926), el historiador inglés Richard Henry Tawney ofreció años después una mirada más ácida y menos idealista. Para él, la Reforma protestante debilitó la autoridad moral de la Iglesia católica, dando a los empresarios de la pujante burguesía la licencia para “perseguir el lucro sin culpa”. Si Weber veía “disciplina espiritual”, Tawney adelantó una época donde los billetes hablarían “con acento divino”.

La tensión entre la fe como guía moral -y como legitimación del poder económico- cruzó el Atlántico. En América Latina, el escenario fue aún más complejo: la religión convivió con la política, tanto que se fundió con ella (desde la colonia, el catolicismo acompañó la conquista, la administración del Estado y las jerarquías sociales).

Dios, los pobres y los dictadores

Pensadores latinoamericanos del S.XX empezaron a denunciar el papel de la Iglesia como sostén de los poderosos. Uno de ellos fue el teólogo uruguayo Juan Luis Segundo, quien allá por los años setenta acusó a la jerarquía eclesiástica de predicar la humildad mientras negociaba por sus propios intereses. Según él, la Iglesia de Jesús de Nazaret mutó hacia un instrumento de control social.

Otro contestatario clave fue el peruano Gustavo Gutiérrez, fundador de la censurada Teología de la Liberación. En su obra homónima (1971), Gutiérrez defendió una idea radical: la pobreza no es un designio de Dios, sino propia de estructuras injustas.

Argumentó que “la fe auténtica debía ponerse del lado de los oprimidos”. Su propuesta lo enfrentó al Vaticano y marcó un punto de quiebre en la historia religiosa del continente.

Mercado sin alma

Y el gurú del neoliberalismo estadounidense Milton Friedman propuso lo suyo. En Capitalismo y libertad (1962), advertía que mezclar religión y política era una amenaza para la libertad individual, ya que “la economía debía mantenerse lejos de los dogmas morales y las interferencias estatales”.

Friedman entendía que el mercado tenía “su propia lógica” y cualquier intento de guiarlo -desde la fe o la ética- solo generaba “distorsiones”. La idea era clara: dejar a cada cosa por su camino: el tiempo demostró que ni siquiera en las economías más liberales la religión desaparece del todo.

Por ejemplo, los movimientos evangélicos han crecido tanto que ya hacen gala de influencia en las elecciones (y en la producción de leyes) de la principal economía del mundo, la de los Estados Unidos. En Sudamérica, las iglesias pentecostales se han interpuesto como un actor a tener en cuenta en el mapa político, porque sus líderes imponen prioridades presupuestarias, condicionan programas sociales y marcan la agenda “moral” del Estado (por imagen y aceptación “conviene” no llevarle la contraria). Se aplica en diversos países, inclusive en el Paraguay.

Fe pública y economía privada

El filósofo canadiense Charles Taylor, en La Era Secular (2007), propone una lectura menos combativa: ya no vivimos en sociedades religiosas, pero la religión sigue siendo una voz importante. No se trata de expulsarla del espacio público, sino aprender a convivir con ella sin apoderarse de la moral colectiva.

El problema, dice Taylor, surge cuando una sola creencia intenta dictar las reglas del juego, porque la política se vuelve dogmática y los recursos terminan sirviendo a quienes se consideran los “benditos”.

La historia reciente ofrece ejemplos de sobra: gobiernos que usan la religión para justificar recortes sociales, empresarios que apelan a la “voluntad divina” para justificar la desigualdad, o instituciones que predican la austeridad mientras acumulan fortunas.

La fe cuando gobierna

Con la religión como norma de Estado, la economía se hace selectiva. No reparte según las necesidades, sino conforme el símbolo. Y las bendiciones, como los lucrativos contratos públicos, suelen caer siempre sobre los mismos.

Pero eliminar la religión del debate tampoco sería justo. La fe -en cualquiera de sus formas- sigue siendo una fuente de propósito, inspiración y valores. El desafío es mantenerla como inspiración moral, no como herramienta de poder. Que oriente, pero que no gobierne.

Cómo sanar el corazón roto: el duelo amoroso/amistoso y el proceso de volver a uno mismo

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Foto: ilustrativa.

Superar una ruptura amorosa o ruptura de una amistad no solo implica despedirse de una persona, sino también de la versión de uno mismo que existía en ese vínculo. La psiquiatra Viviana Riego Meyer explicó que transitar este tipo de duelo es un proceso tan real como el luto por una pérdida física, y que negarlo solo prolonga el dolor.

  • 19 de octubre de 2025 12:18

El duelo amoroso (como al igual que la ruptura de una amistad) también es una pérdida. “El duelo no siempre tiene que ver con la muerte. También es la pérdida de una relación, de un proyecto, de lo que uno era ante la mirada de esa persona”, señaló Riego en charla con el programa Residentas (canal GEN).

El cerebro tarda en reorganizarse luego de una separación. “Cuando alguien desaparece físicamente, sigue presente emocionalmente. Por eso duele el cuerpo, porque los mismos sistemas del dolor se activan”, explicó.

Este proceso, según la especialista, pasa por etapas naturales: negación, enojo, tristeza, aceptación y resignificación. “No hay que negar las emociones. Es normal sentir rabia, enojo o tristeza. Lo importante es no quedarse ahí ni actuar desde el dolor”, añadió.

Mientras la persona no acepta que el vínculo acabó, el duelo no empieza. “Muchos siguen peleando, discutiendo o stalkeando, pero eso solo prolonga la negación. Cuando uno empieza a aceptar, el cerebro comienza a reorganizarse y a bajar la intensidad del dolor”, sostuvo.

Riego aclaró que incluso las rupturas más intensas pueden dejar aprendizajes. “Con el tiempo, uno resignifica el dolor. Aprende a mirar lo bueno y lo malo de la relación y a reconocerse como protagonista de su propia historia”.

En los casos en que alguien (un amigo o familiar) se aleja sin explicar el motivo, Riego aconsejó introspección antes de juzgar. “Primero hay que preguntar el motivo y también preguntarse a uno mismo qué pudo haber pasado. Tal vez el otro está atravesando un momento difícil y necesita espacio. Si lo pide, hay que respetarlo, sin atosigar y luego volver a contactar para preguntar el motivo”.

CUANDO SE VUELVE PATOLÓGICO

La Asociación Americana de Psiquiatría define el “duelo prolongado” como aquel que se extiende por más de seis meses a un año e interfiere con la vida cotidiana. “Si la persona deja de dormir, no puede concentrarse, se aísla, pierde interés por lo que le gustaba o empieza a pensar que la vida ya no tiene sentido, es momento de buscar ayuda profesional”, advirtió Riego.

Diferenció además entre tristeza y depresión. “En el duelo uno extraña, pero sigue teniendo ganas de hacer cosas. En la depresión, se pierde la capacidad de disfrute. Esa es una señal de alarma”.

CÓMO AYUDAR O PEDIR AYUDA

La especialista insistió en la importancia del acompañamiento. “A veces no hace falta dar consejos, solo estar. Proponer una caminata, salir a comer, acompañar sin invadir. La persona necesita saber que puede contar contigo”, expresó.

Según Riego, si la persona se siente muy angustiada o no logra manejar la tristeza, puede iniciar terapia con un psicólogo. “Si ya no podés dormir, no comés, pensás que no vale la pena seguir o el sufrimiento no cede, es importante acudir al psiquiatra. En esos casos, el tratamiento con medicación ayuda a reorganizar el cerebro para que la terapia empiece a hacer efecto”, explicó.

Aclaró que los tratamientos psiquiátricos no son permanentes ni generan dependencia. “Los antidepresivos tienen inicio y fin. No es una señal de debilidad tomarlos, es parte del cuidado integral de la salud mental”.

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